¿Por qué y cómo debería España reconocer el estado de Palestina?
Por estos días España ha tomado un papel de liderazgo en Europa, coordinando socios para reconocer al estado palestino. Esa acción no es un capricho, sino que busca implementar lo que ha sido la posición española desde la Conferencia de Madrid en 1991. Esa posición se ha tomado con mucho interés en el mundo árabe y en el resto del sur global, donde muchos acusaban a Europa de complicidad en los crímenes cometidos por Israel. De esta forma España ha podido demostrar que Europa no son solo Alemania y Holanda, al mismo tiempo que ha desplazado a Francia, que ha sido durante años el candidato natural a liderar el reconocimiento europeo de Palestina.
Independientemente del componente político del reconocimiento, es importante considerar que la constitución de Palestina como Estado representa un elemento de justicia histórica para el pueblo palestino, contribuyendo la consecución de su inalienable derecho a la autodeterminación. Ése no es un elemento menor, por cuanto la comunidad internacional tiene la responsabilidad de implementar sus resoluciones. En este caso, existe evidencia manifiesta de la violación sistemática durante décadas de los derechos inalienables del pueblo palestino y una serie de intentos por negar su misma existencia, partiendo de la frase “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra” y la Declaración Balfour de 1917, hasta el Gobierno de Benjamín Netanyahu, con sus políticas de anexión e incluso la criminalización de la bandera de Palestina.
La ocupación de 1967 ha mostrado la determinación israelí de negar la posibilidad de un Estado palestino independiente. Quien crea en la “solución de dos Estados” no debería construir colonias en el territorio ocupado en un claro intento por hacer imposible la creación de un Estado palestino. Esa política, que bajo el derecho internacional humanitario representa un crimen de guerra, es como el Estado de Israel, a través de sus instituciones, busca perpetuar la negación del derecho palestino a la autodeterminación.
El reconocimiento del Estado de Palestina debería acabar definitivamente con las maniobras para fijar las fronteras del Estado mediante negociaciones. Las fronteras de 1967 no pueden ser objeto de un debate legal ni político. Desde el Consejo de Seguridad a la Corte Internacional de Justicia y la Cruz Roja Internacional, la frontera de 1967 no es objeto de debate. La ocupación israelí viola normas imperativas del derecho internacional, incluido el derecho de los palestinos a la autodeterminación, la prohibición de adquirir territorio mediante el uso de la fuerza; la prohibición de imponer regímenes de subyugación, dominación y explotación extranjeras, incluida la discriminación racial y el apartheid. Estas violaciones deben cesar de inmediato y no estar sujetas a negociaciones. Reconocer el estado de Palestina sin el reconocimiento explícito de las fronteras de 1967 permitiría a Israel insistir en las negociaciones y al mismo tiempo seguir con su proyecto de colonización, tratando a toda la Palestina histórica como una sola unidad territorial donde la población judía israelí goza de derechos plenos mientras el pueblo palestino, que hoy representa la mayoría de la población, es sistemáticamente discriminado.
Es allí donde debe apuntar el reconocimiento del Estado de Palestina para poder contribuir a una solución política. Nadie debe pensar que reconocer la frontera de 1967 como las del Estado de Palestina es un regalo a los palestinos. Tampoco debe utilizarse como justificación para que la comunidad internacional no cumpla su obligación legal de tomar medidas decisivas para poner fin a las graves violaciones del derecho internacional.
Reconocer a Palestina es un paso importante para avanzar hacia el fin de la ocupación israelí, pero no el único. El día después del reconocimiento, Israel continuará construyendo colonias y compañías europeas, incluyendo españolas, continuarán enriqueciéndose colaborando con la colonización israelí. Acciones legales que lleven al fin de esa realidad son tan necesarias como reconocer a Palestina. Para que el reconocimiento de Palestina contribuya a terminar con esa situación, éste debe ser claro en su reconocimiento de la frontera de 1967, incluyendo Jerusalén Este. Cualquier cambio a esas fronteras, o incluso apuntar a una solución política más allá de los dos estados, sólo se puede lograr con dos estados soberanos frente a frente, en igualdad de derechos, y no de la forma que acomoda a Israel y sus aliados en la dinámica de una potencia ocupante y un pueblo bajo una perpetua ocupación.
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