Educación ambiental: caminar juntos, a la vez y en el mismo sentido
¿Cuántas veces habremos escuchado la expresión la naturaleza es sabia? A lo largo de la historia hemos sido testigos de su regeneración frente a la intervención de los seres humanos, de los diferentes fenómenos y catástrofes naturales y del transcurso del tiempo. Pero, ante el vertiginoso avance del cambio climático, no podemos permitir que sea la propia naturaleza la que se proteja de algo en lo que los seres humanos, queramos aceptarlo o no, tenemos gran parte de culpa. Es el momento de que asumamos nuestra responsabilidad: debemos cambiar la forma en que interactuamos con nuestro entorno y aprender a cuidarlo y protegerlo. Por eso, en este aprendizaje, el concepto de educación ambiental se presenta como esencial para que podamos adquirir los conocimientos y, por supuesto, ponerlos en práctica, para reducir al mínimo el impacto humano sobre el medioambiente.
Así, y para evitar que esos propósitos se quedaran en el aire, tal día como hoy en 1975 se celebró, por primera vez, el Día Mundial de la Educación Ambiental, una efeméride que tiene su origen en la celebración del Seminario Internacional de Educación Ambiental en Belgrado donde se establecieron los principios de esta educación en el marco de los programas de las Naciones Unidas. Allí se debatió sobre un tema que, 47 años después, sigue estando totalmente vigente: la necesidad de formar una población mundial consciente y preocupada por la sostenibilidad, con los suficientes conocimientos, aptitudes, actitudes, motivación y compromiso para trabajar individual y colectivamente en la búsqueda de soluciones para los problemas relacionados con el entorno natural.
La pregunta ahora es inevitable: ¿Se ha cumplido ese propósito de educar en medioambiente a la población? La respuesta —en la que creo que hay un claro consenso— es que no, al menos no en su totalidad. Pero esto, sin embargo, no necesariamente significa que no haya habido un trabajo excepcional durante este tiempo o que no se haya adquirido la conciencia y la voluntad de hacerlo. Son muchos los expertos del mundo de la educación que llevan tiempo trabajando en esa concienciación colectiva a los que, cada vez, se le unen más personas. Por ejemplo, aquellos padres y madres —7 de cada 10 según el estudio “La educación ambiental en el entorno familiar”, realizado por More Than Research para Naturaliza— que consideran fundamental que sus hijos reciban formación en materia ambiental en los colegios, realizando actividades que les permita acercarse al entorno natural y a aprender a valorar la riqueza y enseñanzas que este les puede aportar. Y, cómo no, los miles de docentes que, día a día, contra viento y ventanas abiertas, se esfuerzan por naturalizar sus aulas para que los niños y niñas, desde bien pequeños, se acerquen, conozcan, cuiden y, definitivamente, integren en sus vidas el medioambiente. O, lo que es lo mismo, intentan que todos los días sean el Día de la Educación Ambiental.
Pero en este camino que se emprendió hace casi cinco décadas no podemos dejar toda la responsabilidad en manos exclusivamente de ellos: todos debemos formar parte de ese propósito. Y eso es precisamente lo que nos mueve en Ecoembes, a través de Naturaliza, para ponernos día tras día a disposición de profesores y profesoras de todo el país escuchándoles, acompañándoles y dándoles las herramientas para poder llevar a cabo la gran labor de concienciación que están realizando. Pero también hace falta que instituciones y gobiernos a todos los niveles den un paso al frente para formar parte de este proceso de ambientalización del sistema educativo.
Afortunadamente, en los últimos tiempos se han dado grandes avances en este sentido, hasta el punto de que hace solo unos días la Comisión Europea realizó una propuesta para ayudar a los Estados miembros, centros educativos, organizaciones no gubernamentales, y, en definitiva, todo organismo que ofrezca formación, a incorporar competencias y conocimientos sobre sostenibilidad, cambio climático y medioambiente, garantizando así el acceso por parte del alumnado.
Aquí, en nuestro país, cerrábamos 2021 con un hito en materia de educación que, desde Naturaliza, esperamos que suponga la antesala de algo más grande que está por llegar: la nueva Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE) que incorporaba la educación ambiental como una de las herramientas fundamentales para hacer frente al reto climático, considerando que “el sistema educativo no puede ser ajeno a los desafíos que plantea el cambio climático del planeta, y los centros docentes han de convertirse en un lugar de custodia y cuidado de nuestro medioambiente”. Este texto, cuya aplicación comenzará en el curso 2022-2023, se suma a la puesta en marcha del Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad (PAEAS), en el que diferentes grupos de trabajo han ayudado a incorporar una visión multisectorial y amplia de la educación ambiental y en el que han colaborado tanto el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) como el Ministerio de Educación y Formación Profesional (MEFP).
Pero esto no se para (no puede pararse) aquí: tenemos a padres, a docentes, expertos del mundo de la educación e instituciones avanzando en ese propósito fijado en Belgrado; pero debemos sumarnos todos los demás. La educación ambiental va más allá de las puertas de los colegios y es algo que nos incluye e implica a todos y de la que, necesariamente, debemos formar parte. No cabe duda de que hay un ingente trabajo por realizar, la fecha de hoy así nos lo recuerda, pero ya somos muchos los que nos esforzamos por aportar todo lo que podemos en esta misión. Ojalá podamos vivir el momento en el que no sea necesario marcar en el calendario el Día de la Educación Ambiental porque, simplemente, no sea necesario. Hasta entonces, continuemos trabajando, sigamos caminando juntos pero, también, a la vez y en el mismo sentido.
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