De pilinguis y cajeras: la cultura engrandece nuestras aspiraciones
Mi abuela era ama de casa pero siempre soñó con ser vedette. «Hubiese sido una cantante fantástica, pero no pudo ser porque eso era de “pilinguis”», me decía mientras cocinaba. A mí de pequeña esa historia me parecía normal. Mi padre es músico y en casa era frecuente ver a otros músicos y a cantantes famosos. Siempre hombres. Las mujeres eran las novias de los músicos, las coristas o las bailarinas. Durante mi infancia yo hacía ballet clásico, pero lo que de verdad quería ser era cajera de supermercado. Mi aspiración era humilde y hasta hace bien poco pensé que eso era normal. Pero el feminismo nos ha obligado a revisar lo que muchas creíamos que era normal.
Quizá quería ser cajera de supermercado porque es lo que veía a mi alrededor. Hoy sé que las aspiraciones de las niñas se forjan a través de los referentes que habitan su realidad. Esos referentes pueden ser los roles de género que ven en sus casas, pero también aquellos que pueblan las historias que leen, las películas que ven en el cine, los videojuegos que juegan o los grupos musicales que siguen.
¿Cómo vamos a soñar con ser astronautas, cantantes de un grupo de rock, luchadoras o bomberas si en las historias que leemos, en las películas que vemos o en la música que escuchamos no encontramos ese espejo en el que mirarnos?
Es por ello que el avance en igualdad de género en el sector cultural es especialmente relevante. Como decía la jueza Ruth Bader Ginsburg, “las mujeres deben estar en todos los lugares donde se toman decisiones”. Y esto es clave en todos los ámbitos de la vida. Pero es que desde la cultura construimos ese espejo en el que nos miramos. Desde la cultura se escriben y se reescriben las historias de las mujeres en los cuentos, en las novelas, películas, series, videojuegos, obras de teatro, zarzuelas... Es decir, que somos nosotras, –las mujeres de la cultura–, las que podemos generar referentes femeninos positivos, que nos hagan soñar y que permitan que nuestras hijas aspiren a ser bomberas, astronautas, luchadoras, ingenieras o presidentas del Gobierno.
A este respecto, aunque hemos mejorado, los informes de igualdad de género no son muy halagüeños en nuestro sector. Pese a que es un sector muy feminizado, –el 48,1% de trabajadores del sector de la cultura y del ocio son mujeres–, las mujeres escasean en determinados espacios de poder. Hasta un 92% de directores de orquesta son hombres, el 68% de premios nacionales de arte se los han llevado hombres o el 70% de trabajadores del sector del videojuego son varones, según el Informe mundial de 2022 que elabora la UNESCO cada cuatro años sobre el sector cultural.
Avanzamos, pero también retrocedemos. La pandemia ha agudizado lo que coloquialmente conocemos como el “doble turno” que llevamos a cabo muchas mujeres. Esto es, un horario formal de trabajo remunerado al que se une un horario de trabajo asistencial y de cuidados. El cierre de escuelas y guarderías hizo que muchas mujeres tuvieran que dedicarle más tiempo a los cuidados y menos horas a su trabajo formal. Este trance ha alejado para siempre a muchas de ellas de sus profesiones artísticas o culturales.
Desde las instituciones públicas debemos profundizar en las medidas puestas en marcha para paliar esta situación. La lucha contra la precariedad que se consolida en la reforma laboral del Gobierno, va a beneficiar sin duda a las mujeres, que verán cómo sus contratos de corta duración se convierten en indefinidos y cómo las diferencias salariales se van igualando. También debemos intensificar las medidas de acción afirmativa en la contratación, la promoción, la financiación y los premios. Promover herramientas de medición y hacer seguimiento de las mismas es otra de las medidas a nuestro alcance. Y por último, debemos reforzar la legislación relativa a la aplicación de la igualdad de género en la cultura. Es especialmente relevante en aquellas áreas de consumo masivo que condicionan los relatos y el imaginario colectivo de una sociedad democrática. Ya sea porque pintamos, cantamos, dirigimos películas, somos directoras de casting, gestoras culturales o directoras de orquesta, tenemos en nuestras manos la posibilidad de construir los mejores espejos para que nuestras hijas se miren e imaginen lo que quieren ser. Para esta gesta necesitamos de todas. También de todos.
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