Sicilia y León
Escuchaba este viernes con pasmo al coordinador general del PP, Fernando Martínez-Maillo, acerca del plante de toda la oposición en el Senado ante SU comisión de investigación sobre corrupción política. La mayoría absoluta del PP ha diseñado una hoja de comparecencias en la que apenas se contempla otra cosa que una exhaustiva revisión de las cuentas…de los partidos de la oposición. Ante los argumentos esgrimidos por Martínez-Maillo, la locutora le preguntaba con extrañeza si de verdad creía el PP que su situación ante la corrupción tenía alguna comparación con la del resto de los partidos. El dirigente popular se apresuraba a contestar no solo que sí, sino a resaltar el ejercicio de transparencia del PP –al estar multi investigado–, pidiendo al resto de los partidos que tomaran ejemplo. El PP no solo no tiene que dar más explicaciones sobre su podredumbre, sino que además pretende sacar rédito de ello ante la opinión pública (!). Es Al Capone citando a Eliot Ness ante una comisión de investigación y además intentando capitalizarlo.
Maillo, zamorano, es un ilustre miembro del PP de Castilla y León. Se dice que es el gran artífice de la victoria de Mañueco en la reciente sucesión de Juan Vicente Herrera al frente del partido. Juan Vicente Herrera, Juanvi, es presidente de la Comunidad Autónoma desde 2001. Es conocido por su afabilidad, por una especie de campechanía borbónica muy alabada por propios y extraños, que le confiere un perfil prácticamente por encima de la disputa política. Su estrategia fue identificar al gobierno de la Comunidad con una extensión de la propia administración funcionarial, de suerte que más que política parecía que se estaba haciendo gestión técnica.
Juanvi conseguía adormecer el debate público, de manera que impulsar una crítica hacia su gestión se llegaba a pintar incluso como de mal gusto, cuando no se devolvía el golpe de manera brutal hacia el osado incauto. Sus habilidades eran propias de Ka, la pitón de El Libro de la Selva; todavía recuerdo cómo un bisoño portavoz de Podemos en Castilla y León llegaba a declarar en sus primeros meses que “el PP de Castilla y León no es como el de España”. Resultaba hasta tierno escucharle.
Al tiempo, el PP de Castilla y León siempre mostraba su perfil político frente a los gobiernos de España, ya fueran del PSOE (entonces mucho más agresivo), o incluso del PP. Se transfiguraba así el PP como un defensor total de Castilla y León, “el partido de la tierra”. Nunca pasaba el asunto de un cruce de declaraciones, o una serie de titulares. En ocasiones se repetía lo mismo cíclicamente de manera obscena; he perdido la cuenta de cuántas veces Herrera “ha salvado la minería de Castilla y León” tras “plantarle cara al Gobierno”, todo ello mientras el sector se iba desmontando.
En Castilla y León nunca pasaba nada, todo iba bien. Las cifras económicas eran excelentes, nuestros servicios públicos admirados y envidiados, la corrupción era cosa de otros “pepés” y, encima, teníamos un presidente campechano que peleaba por su tierra hasta con los suyos. Es evidente que, para el establecimiento de esta estrategia, al PP le ha ayudado una extraordinaria influencia sobre una buena parte de la opinión publicada. Todo ello a través de diferentes instrumentos, uno de ellos (no necesariamente el más importante), la arbitraria distribución de las colaboraciones económicas de las administraciones con los medios de comunicación. Aunque es cierto que la permeabilidad ante esa influencia es desigual y que esa desdichada práctica no es exclusiva de nuestra Comunidad (diferentes informaciones en este medio lo han tratado ampliamente).
El control de la situación era tal que, pese al estallido de la enorme burbuja de corrupción del PP a escala nacional, pareció durante un tiempo que Castilla y León “no estaba en el mapa de la corrupción” (Herrera dixit). Pero sí lo estaba y con toda la mochila que supone 30 años ininterrumpidos al frente de la Junta. Los colosales casos de corrupción saltaban al debate público nacional y el castillo de naipes se comenzaba a desmoronar, combinado con la pérdida de la mayoría absoluta del PP en las Cortes tras las últimas elecciones. Casos como el de la “trama eólica”, la “solar”“, la ”perla negra“ (hablando de patentes de corso), ocupan un lugar de dudoso honor entre los mayores escándalos relacionados con la corrupción en España.
Más arriba cité a Capone, italoamericano de estirpe napolitana. En el debate sobre el estado de la Comunidad de esta misma semana, supimos por el portavoz y secretario general del PSOE que muchos empresarios nominaban a esta tierra desde hace años como “Sicilia y León” (la asociación de ideas es evidente). Supimos también que las cifras económicas eran peores que en el resto de España, que casi la mitad de la despoblación de estos años se concentraba aquí –una descapitalización de la gente más joven y preparada, que a su vez hace más difícil cualquier cambio–. Como ya sabemos que el modelo de los servicios públicos es el del Hospital de Burgos, o el de una misérrima atención a la dependencia.
Y de repente nos dimos cuenta también de que en el PP de aquí volaban los cuchillos y que Herrera no era tan majo y campechano, que ante la mínima dificultad le salía un perfil faltón y avinagrado; y también nos enteramos de que el presidente tenía familia viajera, más concretamente radicada en Panamá.
Todo lo que está sucediendo estos meses está sacudiendo a la opinión pública, leoneses y castellanos están como despertando de un largo sueño hipnótico. Y al abrir los ojos se están dando cuenta de que Hamlet exageraba en cuanto a cómo olía Dinamarca. Son demasiados años, son demasiadas cosas. Es tiempo ya de abrir las ventanas y de una alternativa política decente para Castilla y León.