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Ánimo, Israel

Imagen de la ofensiva israelí sobre Gaza.
15 de mayo de 2021 21:56 h

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Toni Cantó nunca ha sido muy inteligente, en su intento por lograr un cargo público bien remunerado nunca ha tenido los escrúpulos entre sus prioridades. Aun así, conociendo su afán por medrar, es un hombre que siempre puede sorprender por su capacidad para hozar todavía más en las entrañas de su miserabilidad. El chaquetero premium de la política nacional no pierde ocasión para enseñar hasta qué punto es uno de los personajes más despreciables en términos morales que ha dado la política en este país, no hay tema que ignore profundamente sobre el que no tenga que dar su opinión indecente. “¡Ánimo, Israel!”, excretó en Twitter comentando una imagen de un bombardeo entre Israel y Hamás. Es un hooligan, inepto e ignorante, que jalea un conflicto que se ha llevado por delante la vida de decenas de niños inocentes palestinos mientras alienta a Netanyahu, como si se tratara de un partido de fútbol al que asistir cantando y animando con una bufanda anudada al brazo.

“¡Ánimo, Israel!”, grita Toni Cantó. Pues esto es lo que anima. Ali Abu Hatab es un niño de 5 años que vivía en un campo de refugiados en Al Shifa, Gaza. Vivía, porque un ataque de la aviación israelí lo asesinó junto a casi toda su familia. Sobrevivió solo un bebé que ya no tiene a nadie. También fueron asesinados sus hermanos Bilal Abu Hatab, de 10 años, y Youssef Abu Hatab, de 11 años, y otros miembros de su familia como Yasmine Hassan, de 31 años. El ataque también se llevó por delante a Abdul Rahman Al-Hadidi, de 8 años, a Suhaib Al-Hadidi, de 14, y a Maha Al-Hadidi, de 36. Venga, Toni, vuelve a gritarlo, “¡Ánimo, Israel!”, que son pocos niños asesinados. Entre las víctimas de los ataques estaban también Suheib, de 14, Yahya, de 11, Abdelrahman, de 8, y Wisam, de 6. Anímalos más fuerte, Toni, que aún pueden con más. Son un ejército poderoso con menos escrúpulos que tú, tienen capacidad para mucho más. Grita más fuerte, Toni. Esta semana los que tienen a Cantó como 'supporter' han matado a 39 niños. Pero matarán más, porque tienen el relato de su parte gracias a propagandistas pusilánimes y mezquinos como el fan del genocidio palestino.

Toni Cantó no es especial, es solo un pobre hombre que ha querido vivir bien sin hacer nada con el escaso talento que la vida le ha dado, y para eso no hay nada mejor que servir al poderoso. Ser siempre un arrastrado lacayo de quien tiene la fuerza para avasallar, amedrentar y aplastar al más débil. Forma parte de la clá que aplaude y anima al que desbroza vidas ajenas con la banalidad del que desde su torre de privilegios asiste al drama del pobre como si fuera una película o un espectáculo deportivo. Hace con Israel lo que haría con cualquier poderoso que aplastase al que menos tiene: es a lo que está acostumbrado a hacer, a ponerse del lado del matón en una pelea desigual. Toni Cantó es uno de esos aduladores babosos del poder que esperan ansiosos a que caigan algunas migajas del banquete que se dan los de arriba, solo necesita las sobras, las regalías del que desprecia al que le lisonjea con desvergüenza para que algún día le permitan compartir mesa como a un igual. El patetismo del que solo tiene como mérito el uso del lametazo.

La moralidad del político valenciano que cambia de partido buscando vivir del cuento es la de esa casta de mandarines que quedaron bien definidos en las memorias de José Manuel Caballero Bonald al referirse a los intelectuales que durante el franquismo fueron sumisos al poder para poder vivir bien, en paz y con jugosas ganancias. Algunos de esos personajes de la cultura que estaban acostumbrados a no perturbar el poder franquista para vivir como buenos burgueses realizaron una fiesta de agasajo a José Bergamín recién llegado del exilio. Arrimarse a los que fueron mejores para aparentar ser algo que nunca fueron y que se les pegara algo de un hombre comprometido. Comenzada la fiesta, y con esa desvergüenza grotesca y cobarde del que quiere oír aquello que jamás se atrevería a decir, le instaron a que despotricase contra el régimen. Bergamín contestó lo que podría servir de epitafio moral de la gente como Cantó: “Yo no hablo mal del señor delante de sus criados”.

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