De un tiempo a esta parte, todos los caminos conducen a Podemos. Todas las conversaciones acaban en Podemos. Todos tienen en la boca a Podemos. Todos tratan de parecerse a Podemos. También los que no quieren que se les confunda con Podemos. Incluso los que detestan a Podemos. Especialmente los que más les critican. No quieren ser Podemos pero quieren lo que Podemos tiene. Ese no sé qué que le hace irresistible. El efecto Podemos. El efecto dominó de Podemos que genera una reacción en cadena en el resto. Todos se mueven al ritmo que marca Podemos, al ritmo de la marca Podemos. Los de un lado de la pista y los de otro.
La parejita bipartidista es sorprendentemente la que más le baila el agua, la que más trata de copiar los pasos de Pablo Iglesias y sus bailarines. Al mismo tiempo que les ponen a parir, tratan de imitarles a toda costa. De golpe y porrazo se les llena la boca con la palabra “regeneración”. Ahora de pronto se han acordado de limpiar el sistema y regenerar la democracia. Los que la han arrastrado por el lodo. Los que la han emponzoñado, ahora quieren ser los deshollinadores. Manda güevos, Trillo dixit.
PP y PSOE bailan pegados como Sergio Dalma y se esfuerzan por tocar la música de Podemos. A su manera, claro, que diría Sinatra. El PP ve que le echan de la pista y pide la canción de la regeneración para intentar mantenerse en el concurso de baile. Para ganarlo haciendo trampas. La regeneración es la coleta que le han puesto al pucherazo que quieren dar en las municipales para disfrazarlo de renovación política. Para disimular su caída y para disimular la triquiñuela ante los espectadores. En esto aparece Gallardón prometiendo una espectacular reducción de aforados que sabe que no puede cumplir. Por si cuela. Pero no cuela.
El PSOE ni disimula. Ha buscado un Pablo Iglesias en sus filas y le ha salido un Pedro Sánchez. Si hay un partido que se mueve a la estela de Podemos es el socialista. Saben que se desangran por la herida de los recién llegados. Rubalcaba se tuvo que ir porque llegó Iglesias. Y ahora Pedro Sánchez no hace más que repetir que él es “nueva política”. El mantra de Podemos. Pero cuando lo canta un antiguo consejero de la Cajamadrid de Blesa y un hombre que tiene a Felipe “Gas Natural” González como referente, la melodía suena desafinada. Tampoco cuela.
Al otro lado de la pista están los eternos aspirantes. UPyD hace como que no va con ellos porque no quiere admitir que Podemos ha ocupado el espacio que han perseguido todos estos años sin éxito. Ese espacio indefinido que no es ni de izquierdas ni de derechas. Pero el votante socialista ve a Rosa Díez como a una tránsfuga y a la derecha le gusta que se llame a las cosas por su nombre. Por eso al partido magenta no le ha terminado de funcionar. A Podemos sí porque hay una izquierda harta de perder y un votante socialista harto de que le tomen el pelo. Rosa Díez no se quiere enterar, yeyé, de que Podemos la ha enterrado. No se quiere enterar, yeyé, de que Podemos le ha quitado el sitio. Rosa Díez es de Podemos y no lo sabe.
Y en la izquierda, IU, EQUO, etc, quien más, quien menos, está esperando a Podemos. Esperando a Godot a ver si confluye o va por su cuenta. Entretanto, la izquierda es muy de enredarse en debates internos. De siglas, de ideas, de egos. Debates algunos muy necesarios, otros cansinos. Con el rabillo del ojo, algunos le hacen ojitos a los Iglesias, Errejón y Monedero a ver si les sacan a bailar, para luego hacerse los interesantes. Pero no están en posición de hacerse querer sino de que Podemos les saque a la pista para ganar. Creo que a Podemos le vendría bien hacerlo para aprovechar las bases y la estructura que ellos no tienen. Además es de justicia histórica. Y ayudaría a modular el endiosamiento que puede provocar un éxito tan vertiginoso. Que todos te quieran o quieran parecerse a ti, incluso los que te odian, envanece. Cuidado.
Cuidado con dejarse querer tanto que al final te lo crees. Podemos puede permitirse marcar el ritmo porque ahora suena su canción. Todos pierden y Podemos gana. Es el único que puede esperar a los fallos de los contrarios. A ellos se les perdonan los suyos, la indefinición, las contradicciones, los resbalones, los silencios. Pero cuidado también con creerte infalible y cuidado porque están en la cresta de la ola, la ola sigue creciendo y cuanto más alta más peligrosa. Están generando la misma ilusión que el PSOE del 82 y ya sabemos cómo terminó aquello. Si no saben surfear la ola con cabeza, si se les sube a la cabeza, no solo ellos, también la izquierda y la ciudadanía más luchadora sufrirán una caída de la que pueden tardar otros 30 años en levantarse.