Al día siguiente de que Rajoy anunciara que se iba y que no iba a usar de su dedazo para nombrar un sucesor, o ese mismo día, ya una ni se coloca en el tiempo, una cadena de tele me invitó a comentar “el duelo entre Cospedal y Soraya” que se avecinaba para alcanzar el máximo poder. “No desestiméis que se cuele un tercero, un hombre”, afirmé.
No lo hice porque en aquel momento supiera el potencial de respaldos que tenía Casado sino porque tenía serias dudas de que el Partido Popular fuera a ser el caldo de cultivo para hacer saltar el techo de cristal que sigue separando a una mujer del liderazgo de un partido con posibilidades de llegar al Gobierno. Siempre pensé que para Rajoy era muy cómodo mantener a dos mujeres que le sacaran las castañas del fuego en el segundo nivel, que le fueran fieles y no pensaran en hacerle la cama, y que estuvieran enfrentadas entre ellas para que así se controlaran la una a la otra y le fueran con el cuento al jefe, o sea a él. Un hombre ha sido elegido para liderar el PP y, échense encima los que deseen, así las cosas, se mantienen como estaban. El techo de cristal no es algo consciente ni palpable ni racional, es simplemente el fenómeno por el que se sigue confiando más en un hombre que en una mujer para determinadas posiciones de poder o responsabilidad y nada tiene que ver con la preparación o capacidad. No sé muy bien como ahora ese compañero periodista, forofo del PP de antaño, tan amigo de restregarnos lo preparados y lo opositados que estaban todos, va a defender el triunfo meritocrático del chico al que le costó 14 años sacarse la carrera de Derecho, y eso con toda la sospecha de que no lo hizo en buena lid, contra las abogadas del Estado. Casado completa así el cuarteto de líderes políticos del cambio generacional que sigue sin ser un cambio general, de género me refiero. Ya tenemos los destinos políticos de España copados por los treintañeros, a excepción del presidente del Gobierno que ya calza los cuarenta y, sin embargo, ninguna mujer se ha abierto paso en la primerísima fila del poder. Y no olvidemos que los cuadros orgánicos han rectificado la decisión de los militantes no sabemos si forzando un divorcio con muchos de sus votantes. Cosas.
El triunfo del muchacho que Rajoy llamó para darle un toque de juventud y modernidad al PP -ya ven la modernidad de las ideas del joven- puede que sea muy bueno para los ánimos de los militantes y cuadros del partido -a la fuerza ahorcan- pero aún queda por demostrar que sea capaz de devolverles el poder, que es lo que en último extremo ansían. Casado puede suponer el divorcio final en la gran obra de reunificación de la derecha llevada a cabo por Aznar, puesto que es una solución pastiche para una llaga que la formación lleva muy dentro. El nuevo líder no es la regeneración -véase la fotografía de la comida final- ni la ruptura con el PP anterior sino el engranaje con el PP que Rajoy había intentado soslayar y orillar cuando las cosas se pusieron realmente feas. Cospedal se va y deja a sus fieles con Casado y es muy posible que Soraya tenga que ir desfilando más pronto que tarde porque las hostilidades eran de tan alto grado que sus seguidores necesitarán su marcha para poder cambiarse de chaqueta con cierta holgura. Eso o se queda y sigue la lucha sin cuartel, pero en un partido con la estructura del PP eso es muy complicado.
El resto del eje de abscisas del panorama político español queda también desplazado con la elección. La salida es muy favorable para los socialistas, en mi opinión, ya que se lleva el margen de inicio ideológico del PP mucho más a la derecha de lo que estaba y deja bastante espacio al PSOE para crecer por el centro. Por otra parte, el discurso que hasta el momento ha hecho Casado es perfecto para mantener la tensión de la izquierda y para movilizar a su electorado llegado el momento de votar en unas generales. Recuerden que ya no se tratará de cambiar el gobierno sino de mantener un gobierno progresista y no saben cómo saca eso del ostracismo a muchos.
Luego está Rivera que ha pasado del cielo demoscópico a morder el polvo de la realidad en un cambio tan acelerado que ha debido hacer que el aterrizaje no fuera dulce. ¿Dónde se va a colocar ahora el líder que adapta su volumen al espacio como los gases? Las banderas, españolas por supuesto, las consignas de dureza con el independentismo y el liberalismo más radical van a discurrir ahora por dos discursos de dos líderes tan semejantes que obligará a repasar los videos para no confundir a uno con otro. Como diría el otro, apenas les separa la bragueta y las cosas de cintura para abajo, las vueltas con el aborto y la moral marcada por la Iglesia, la eutanasia o cuatro cosas más que, por cierto, maneja con más desenvoltura el PSOE que los ciudadanos naranjas y que les dejan poco espacio. Hay quien da por seguro que ellos mismos se reajustarán, porque aquí lo que importa es el poder y porque confían en que Casado se centrará una vez conseguido su objetivo, pero todo es un porvenir que debería realizarse con demasiada premura. No hay mucho tiempo antes de las generales en las que Casado se medirá por primera vez como candidato... si antes unos problemillas judiciales que a los populares no les han interesado ni lo más mínimo no le vuelven a poner la zancadilla. A saber, si ahora el fuego amigo se le vuelve en contra y empiezan a aparecer todos los cabos de cómo consiguió aprobar en seis meses lo que no había logrado en 14 años. Todo está por ver.
Estigmatizaron a Soraya por ser la candidata preferida por la izquierda, desde luego menos montaraz que el caballero es en sus posturas, pero no se dan cuenta de que tácticamente Casado es un caramelo para el crecimiento de la base electoral de un PSOE que ahora gobierna. Y veamos también si todo sigue como ha marcado el Congreso o si el PP implosiona ante la imposibilidad de cerrar la sima abierta entre los dos grandes bloques que ahora mismo lo integran. Nos entretendremos. No hay duda.