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Feijóo se quita la careta

El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, en una rueda de prensa.
10 de marzo de 2022 22:35 h

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No consta una palabra suya contra el aborto, pero tampoco a favor. No hay en sus declaraciones un apoyo explícito al recurso del PP contra la ley de matrimonio homosexual, pero tampoco una sola crítica. No encontrarán un ataque directo a la estrategia desplegada por Pablo Casado, pero tampoco un solo elogio conciso. Así es él. Ambiguo, equívoco, impreciso y hasta oscuro en sus planteamientos. Unos dicen que se llama pragmatismo; otros, que es una forma de ocultar a conciencia su verdadero rostro.

El moderado de la derecha política, el político que sabía cómo plantar cara a Vox, el amigo de los nacionalistas, el buen gestor, el referente entre los referentes del PP, el hombre al que un ataque de responsabilidad contenida hasta ahora le ha empujado a salvar del abismo a la derecha española… Alberto Núñez Feijóo. Tanto se ha escrito ya de su imprecisión, de su doble cara y de su habilidad para camuflar lo que es y presumir de lo que carece, que todo lo que se añada sería ya pura redundancia.

Hoy toca mejor detenerse entre quienes hace dos días babeaban con Pablo Casado y hoy hacen filigranas a toda velocidad para ganarse ¿la confianza? del gallego que se convertirá, por aclamación, el 2 de abril, en presidente del PP nacional. Los hay que están sentados en la bancada popular del Congreso, los hay entre quienes dirigen importantes cabeceras y los hay también entre la “canalla” habitual de la política. 

Fue conocerse la noticia de que Mañueco había alcanzado un acuerdo con Vox que dará a la ultraderecha la presidencia de las Cortes de Castilla y León, además de la vicepresidencia del gobierno y tres consejerías y empezar el festival del humor de los comentaristas. Los mismos que decían que el gallego no permitiría alianzas con la derecha ultranacionalista, dicen ahora que ese pacto hay que anotarlo en el debe de Casado, que no tiene nada que ver con Núñez Feijóo y que él se enteró prácticamente por la prensa de lo pactado. Habrá quien se lo crea y habrá quien empiece ahora a descubrir quién y cómo es el gallego. Un político cuyos hechos desmienten a sus palabras. Un veterano, cuya imagen se ha labrado a golpe de mensajes perfectamente calculados en todos estos años.

Su estreno en las relaciones con Vox es la primera en la frente y no es cualquier debut. Es la normalización de la ultraderecha, es otorgarle poder a quienes esparcen el discurso del odio, señalan a las minorías, criminalizan a los migrantes, niegan la violencia machista, rechazan el estado de las autonomías, reivindican el centralismo y defienden medidas excluyentes que contradicen principios democráticos básicos. 

Que la ultraderecha regrese tras más de 40 años a un gobierno, aunque sea regional, no es una buena noticia para Castilla y León, ni para España, ni para Feijóo, que por fin se ha quitado la careta, pese a que hace dos días decía que no compartía el discurso de Vox y que el PP no tendría nada que ver con un partido antiautonomista, euroescéptico, populista… Hoy ya todo es fruto de un “acuerdo perfectamente legítimo”, según sus últimas palabras.

Da igual si es cierto o no, como cuentan algunos cronistas, que Feijóo pidiese a Mañueco que cerrarse el pacto antes de que él fuese aclamado en el cónclave de Sevilla de la primera semana de abril porque la entente le pertenece a él y le perseguirá para siempre. Así será aunque lo haya urdido en medio de una guerra y la conmoción general por las bombas, los refugiados ucranianos y las severas consecuencias económicas que vendrán. De momento, el PP europeo ya ha tomado nota y calificado de “capitulación” su pacto con la ultraderecha. Y no es baladí porque lo que ha hecho, por acción u omisión, es justo lo contrario a la senda por la que ha transitado la derecha europea para evitar la normalización de partidos como Vox.

Ante ustedes, el verdadero Feijóo, que no es el mismo que el que aparece en los retratos pintados por encargo.

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