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Es la guerra, son las guerras

Ucranianos se refugian en el metro de Kharkiv.
25 de febrero de 2022 22:48 h

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Jueves 24 de febrero. Un despertar temprano. Andrés Gil confirma en elDiario.es que Putin ataca Ucrania. Los trasnochadores habíamos dejado a tropas rusas avanzando ya desde Crimea. Ucrania ha cerrado su espacio aéreo y el aeropuerto de Kharkiv. Expertos analistas contemplaban como remota la posibilidad de una ofensiva total sobre Ucrania al completo, aunque los habituales profetas del pasado digan haberla visto. La guerra está empezando, empiezan así. 

Tuiteo desde la madrugada pues sobre la guerra recién desatada, todo lo demás queda desplazado. Salvo los testimonios de la periodista Olga Rodríguez Francisco, que está viviendo en directo y en primera persona las consecuencias de otra guerra, la española. Villadangos, León, busca a 85 personas desaparecidas en 1936, entre ellos el bisabuelo de la periodista. Pasan los años, muchos, las guerras acaban pero dejan huellas de dolor e injusticia clamorosa.

A través del móvil, tengo la oportunidad de oír mensajes de terror de un par de mujeres ucranianas a sus familiares. No entiendo las palabras; el miedo y la estupefacción, con absoluta claridad. Descubriré también que el país en conflicto reproduce en la diáspora tensiones no resueltas tampoco allí.

Emociones. Las redes, con noticias de los medios, son un hervidero de ellas, con fuerte predominio de la visceralidad y la simplificación. Comienza una guerra de duras consecuencias, con seguridad, y sorprende a la ciudadanía con las defensas bajas en racionalidad. Con unas confusiones sobre etiologías ideológicas de los participantes de asustar, múltiples errores en los puntos de partida. Clamemos por nutrir los análisis racionales, pero hay algo en esa pierna inerte que cuelga en el camión de ejecutados en Villadangos y en las voces desde una Ucrania bajo el daño de las armas que las une a través del tiempo. En nuestra propia memoria, la de algunos. Ahora entiendo mucho mejor el relato de mi madre de su 1936, empezando a vivir y en el temor a morir. La espera en los refugios, la bomba que acabó con la amiga que no alcanzó a protegerse. Son las guerras, se quedan ahí. Reviven cuando rebrotan una y otra vez y recuerdan su objetivo: matar y morir como argumento para conseguir la razón de la fuerza.

Los medios se aplican. Quien sabe y quiere se lanza a informar sin descanso por las redes también. TVE renace en servicio público. Toda la jornada con programación especial. Anna Bosch, corresponsal en París, Londres, Nueva York o Moscú, llama la atención sobre una gran preocupación que compartimos muchos compañeros: “La verdad ya ha muerto. Los periodistas tenemos un gran reto: saber qué información es verdadera y cuál es un bulo interesado o de Ucrania, o de Rusia, o de EE.UU o de la OTAN”. Ésa es una sensible diferencia. No es la verdad la primera víctima de las guerras, es que la mentira es arma de guerra y de guerras, hasta de las batallas cotidianas. El cúmulo de noticias falsas sobre Ucrania, con imágenes falsas también, es verdaderamente apabullante. Hay varias listas.

Tanto despreciar la información internacional por supuestamente lejana y aburrida y llega el día en el que se comprende que aquello no sucede allí, que “allí” la mayoría de las veces es aquí. Tan aquí que una calle como la de cualquiera de nuestras ciudades puede verse invadida por tanques de otro tiempo en el suelo de este continente. Sabiendo que no van de paso.

La guerra de Ucrania ocurre en Europa y afecta a Europa. En gran medida. No se esperaba de Putin esa invasión pero lo ha hecho y es responsable de muertes, miedo y dolor y los resultados que pretende. ¿Estamos seguros sin embargo de que busque una expansión imperialista? ¿Es, quizás, defensiva? Conforme pasan las horas, y y habiendo alcanzado los rusos ya la capital, Kiev, en menos dos días, las informaciones se vuelven más inciertas y si cabe más preocupantes. Rusia exige al gobierno de Ucrania –del que dice es antidemocrático- que entregue las armas. El propio Vladimir Putin anima al ejército ucraniano a que dé un golpe de Estado y deponga al presidente Zelenski y añade que con ellos será más fácil llegar a un acuerdo. Ucrania se declara dispuesta a negociar un estatus de neutralidad.

Dando algunos pasos atrás, la imagen es algo más serena.

Putin ambiciona básicamente lo mismo que Biden y que una OTAN moribunda hasta este resurgir. Creada la Alianza Atlántica como estructura defensiva frente al bloque soviético, desde que éste se desintegra intenta ocupar su espacio. “La génesis de este conflicto, de una ”segunda guerra fría“, estaba servida ya en los 90. No estalló oficialmente hasta 2014, cuando Occidente apoyó la protesta del Maidán”, explica el periodista Rafael Poch. “Hay quien dice que no hay documentos que reflejen el compromiso de no ampliar ”ni una pulgada“ la OTAN hacia el este, pero la evidencia documental es abrumadora”, resalta.

Y la palpable evidencia: en 2002, la OTAN celebra la  “cumbre de la transformación”, e  invita a siete países ex soviéticos (Rumania, Bulgaria, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Letonia y Lituania) a adherirse. En marzo de 2004, los siete ingresaron en la Alianza. Voces de peso aconsejaron no intentar incorporar a Ucrania a la OTAN. Nada menos que el sinuoso Henry Kissinger. Y uno de quienes mejor ha explicado el conflicto ha sido el exministro del PP, García Margallo.

La misión actual de la OTAN es defender a sus miembros de quienes no forman parte del grupo. Ucrania no lo es, según se acordó. Pero con ella dentro se cerraría en un cul de sac, un callejón sin salida, a Rusia y dejaría Moscú a tiro fácil de misil. Suecia y Finlandia valoran adherirse a la OTAN, además. Moscú también les ha dicho que “tendría consecuencias”.

No se prevé –en principio, ya saben- que la respuesta al ataque de Rusia sea militar. Porque entonces sí que otra gran guerra estaría servida, pero todo está en el aire. Los líderes europeos acuerdan sanciones, fuertes, y dolorosas, dicen, pero que tienen relativo recorrido en la práctica. “No habrá un solo soldado occidental enfrentándose directamente a soldados rusos en defensa de Ucrania. En el mejor de los casos, Zelenski recibirá ayuda humanitaria y económica, y hasta suministro de armas”, argumenta Jesús A. Nuñez. Quizás lo más decisivo sea la declaración de China, el principal aliado de Putin ahora. Su presidente,  Xi Jinping, pide a su homólogo ruso una solución negociada a la crisis en Ucrania y aboga por “abandonar la mentalidad de la Guerra Fría”. Pero de momento, Putin, lejos de ceder, arrecia su ofensiva como si quisiera forzar la intervención de la OTAN.

Ucrania está sola, sí. Con su miedo más que justificado. Sus ciudadanos son las primeras y más graves víctimas pero no las únicas. De hecho, las sanciones van a ser para Europa vía consecuencias. Económicas, dada la fuerte dependencia de fuentes energéticas como gas, petróleo y carbón que varios países europeos tienen de Rusia. España mucho menos, y sin embargo la apuesta es OTAN al cien por cien. En el comercio, están cerrando empresas en Ucrania, occidentales, españolas. EEUU queda muy lejos y es bastante más autosuficiente en estos terrenos. Se juega menos. Y en el paquete de sanciones que afectan sobre todo a los oligarcas rusos se empiezan a arbitrar excepciones: los objetos de lujo italianos quedan exentos, según ha decidido el primer ministro Mario Draghi

No olvidemos a los refugiados, que ya atascan carreteras para huir y que previsiblemente sufrirán el rechazo habitual de esta sociedad en buena parte desalmada. Si la primera víctima de la guerra es la verdad, como dice el tópico, hace mucho que estamos en guerra. Y de vileza. Y de crueldad.  

De todo este inmenso desbarajuste debería quedar la idea de cómo la humanidad completa, de serlo, tuvo que llorar y rebelarse ya desde aquellos camiones cargados por españoles de mierda con demócratas fusilados. Y la necesidad de abrazar a los ateridos de miedo en Ucrania, y a cuantos dejarán su casa para emprender una vida fuera. Y a los millones de personas que sufrirán las sanciones reales de la diplomacia.

Más aún se impone crecer en madurez y criterio. Para discernir culpas y exigir responsabilidades. Y no repetir mil veces la historia de las trampas más dañinas, justificándose en excusas. Con los ojos de la razón cada vez más abiertos si silban hasta las bombas. Manteniendo el corazón para ver en quienes padecen la irracionalidad al “yo” que somos todos. Y combatir a los culpables.

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