¿Herencia universal también para los hijos de Botín?
Leo que Sumar propone una “herencia universal” de 20.000 euros para todos los jóvenes sin distinción de renta, y me salta automático el resorte habitual en estos casos: “¿Cómo, que le vamos a dar 20.000 euros a los hijos de Ana Botín o a los nietos de Amancio Ortega?”. Ya se sabe que Botín y Ortega son siempre el comodín para criticar cualquier propuesta de nueva prestación o derecho que se pretenda universal. Tan universal como, por cierto, la educación, la sanidad o las pensiones, todas al alcance de los Botín y Ortega sin tanto escándalo.
Para comprobar que no soy el único que tira de comodín, tecleo en Google: herencia universal Ana Botín, a ver cuántos artículos y comentarios utilizan el mismo argumento. Y para mi sorpresa, el tercer resultado que me ofrece el buscador (hagan la prueba) es una noticia sobre Botín y herencias, sí, pero algo diferente: “Ana Botín traspasa a su hijo mayor una de sus firmas patrimoniales de fincas agrícolas”. Así me entero de que el primogénito de la presidenta del Santander es un especialista en inversiones inmobiliarias y banca de inversión, consejero de varias compañías, y que sus otros dos hijos han seguido también “los pasos de la estirpe familiar” y trabajan en banca internacional.
Bum. Estábamos hablando de “herencia universal”, y nos topamos con las herencias particulares, las de quienes vienen ya heredados de casa. La propia Ana Botín, que es hija, nieta y bisnieta (han leído bien) de banqueros. Y lo mismo si miramos hacia la familia Ortega, donde la hija del fundador de Zara preside hoy la empresa. Sospecho que si nos ponemos a revisar consejos de administración encontraremos muchas otras sagas. Y tampoco hay que irse al IBEX: todos conocemos notarios hijos (y a veces nietos) de notarios, jueces salidos de familias con tradición en la judicatura, tantas otras profesiones que no se heredan, pero sí se hereda el capital económico, social y cultural para prepararte durante años las oposiciones más exigentes, acumular estudios superiores o “emprender” con red, sin miedo a estrellarte.
Les contaré un secreto: los mejores puestos en la empresa privada, los mejor pagados, no se consiguen en una entrevista de trabajo, con un buen currículum y no sé cuántos masters: lo decisivo es tener buenos contactos. Y normalmente esos contactos son parte del capital familiar. En mi terreno, el cultural, hay ciertas actividades para las que es condición necesaria contar de partida con un piso de la familia, ya que durante años vas a ganar tan poco que no podrás pagar un alquiler.
Somos una sociedad profundamente desigual, y es precisamente en el momento de echar a volar, tomar decisiones, estudiar, decidir una carrera, preparar unas oposiciones o empezar un proyecto personal, cuando más se nota esa desigualdad de origen: cuando una minoría de jóvenes “hereda” sin esperar a que muera ningún padre ni abuelo, disfrutando del patrimonio familiar y de todo ese otro capital intangible; mientras a la inmensa mayoría se les anima a que estudien duro, que llegarán muy lejos. Y si no lo consiguen, “haber estudiao”.
Esos 20.000 euros son calderilla para los vástagos de los Botín, Ortega y demás; pero pueden ser decisivos para mi hija o la tuya. No les va a resolver la vida, por supuesto, pero sí facilitará algunos pasos. Si además la medida contempla que los más ricos financien con sus impuestos la “herencia” de los que más la necesitan, ya no suena tan mal. Y su universalidad es la garantía de que llegue a quienes más la necesitan, como se ha comprobado con otros derechos y prestaciones vinculadas a la renta y que terminan en callejones burocráticos.
La propuesta de Sumar genera dudas, y muy razonables, más allá del comodín Botín. Dudas también en la izquierda (¿por qué no dedicar todo ese dinero a reforzar la educación pública o el derecho a la vivienda?), y en quienes preferiríamos una Renta Básica Universal. Además, está condenada a sufrir incomprensión y caricaturas en un tiempo de brocha gorda como este. Pero abre un debate que tenemos pendiente, el de la desigualdad y la redistribución. Si el precio a pagar es darle una paguita a los hijos o nietos de Botín, yo lo firmo.
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