Lluvia de encuestas
La demoscopia española vive, sin duda, una edad de oro. Entre trackings, encuestas, observatorios y medias de sondeos salimos a media docena de pronósticos diarios. Un fenómeno probablemente sin precedentes en las democracias occidentales modernas. Más que ganas de saber qué puede pasar, ya parece auténtica ansiedad colectiva. Nadie se fía de los datos de nadie.
La publicación de encuestas busca, en no pocas ocasiones, crear un determinado estado de opinión. Pero semejante aluvión puede que acabe generando más bien un estado de confusión. Esta exuberancia de gráficos de intención de voto, asignación de escaños, transferencias de voto, valoración de líderes, preferencias de coaliciones o presidentes o sentimientos ante la convocatoria electoral puede que tenga al votante medio algo aturdido, puede que incluso mareado.
Chaparrón a chaparrón de datos y curvas se van conformado dos grandes bloques demoscópicos. Las encuestas que publican medios de tendencia más bien conservadora apuntan a una clara mayoría absoluta, resultado de la suma del PP y de Vox, con Núñez Feijóo por encima de los seis puntos de ventaja sobre Pedro Sánchez y sumando más diputados que ambos partidos del gobierno de coalición, con un PSOE superando por poco en centenar de diputados y con Vox situada como tercera fuerza, por encima de Sumar, aunque con una distancia que cae dentro de los márgenes de error y perdiendo ambos escaños con respecto a 2019.
Los sondeos publicados por medios de tendencia menos conservadora o más progresista también vaticinan una victoria popular, aunque con una ventaja más próxima a los límites de los márgenes de error de los estudios. La suma del PP y de Vox no alcanzaría los escaños de la mayoría absoluta y no tendría muchas opciones donde buscar la media docena de señorías que le faltan para completarla. La izquierda lo tendría también muy difícil, pero podría llegar a completar la mayoría. El PSOE estaría más cerca que lejos de superar la barrera de los 120 diputados. Sumar y Vox andarían en una lucha cerrada por ver cuál se hace con el tercer puesto, aunque, como pronostica también el otro bloque demoscópico, la distancia se mueve en los márgenes de error de las muestras y la perdida de diputados con respecto a las pasadas generales se mantiene.
Ambos bloques demoscópicos coinciden en algunos datos. La fidelidad de voto y la movilización continúa siendo superior entre los votantes de derecha y ultraderecha, en términos bastante similares a los que reflejaban las encuestas del 28M. En cuanto a la transferencia de voto, los electores que el PP le quita al PSOE por el centro, los socialistas los compensan, en parte, recibiéndolos desde el espacio de Sumar y Yolanda Díaz tiene problemas para compensar esa pérdida reactivando a los abstencionistas en la izquierda. El voto útil parece tirar más en la izquierda que en la derecha, donde los intercambios entre PP y Vox tienden a equilibrarse.
La derecha tiene bastante decidido ir a votar y a cuál va a votar. Esa es su mayor ventaja. En la izquierda, los socialistas no consiguen recuperar a esos votantes del PSOE que siguen sin perdonarle a Sánchez sus pactos con Podemos, ERC o Bildu, pero, paradójicamente, parecen dispuestos a darle una oportunidad a los pactos de Feijóo con Abascal. En cambio, Sánchez sí parece estar reactivando con mayor fortuna sus bases más a la izquierda y estar atrayendo electores que votaron a Podemos, a Compromís o a ERC en los pasados comicios. En el caso de Sumar, aún está tratando de consolidar el espacio que tenía hace cuatro años.
Pensando en el único cara a cara que habrá en estas elecciones, en una cadena privada y con señal privada, no abierta a todos los medios, Núñez Feijóo tiene poco que ganar a su derecha, pero bastante más que perder a su izquierda; mientras que Pedro Sánchez tiene mucho que ganar a su izquierda, pero mucho que perder a su derecha. Dos equilibrios que no son fáciles de mantener y que pueden forzar a cometer errores que se acaben pagando caro. Atentos.
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