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El mercado de la visibilidad

La tenista Naomi Osaka, en 2019.
13 de junio de 2021 23:14 h

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El pasado miércoles 26 de mayo, la actual número 2 del mundo del tenis, Naomi Osaka, anunciaba a través de su cuenta de Twitter que no concedería conferencias de prensa porque le creaba ansiedad enfrentarse a los medios. El Torneo de Roland Garros decidió multarla con 15.000 dólares y amenazó con echarla de la competición. El 31 de mayo era la tenista la que informaba que abandonaba ese torneo.

Esta historia nos da pie para pensar cuánto tiempo y esfuerzo deben (debemos) dedicar muchos profesionales a cultivar nuestra visibilidad. Un tiempo y un esfuerzo extra y ajeno al que empleamos en nuestro verdadero trabajo, que poco o nada tiene que ver con él y que en algunas ocasiones incluso puede ser mayor. Algunos escritores deben reservar más tiempo a presentaciones, entrevistas y saraos diversos que a escribir sus libros. Lo mismo sucede con actores, cineastas o músicos. La de películas, conciertos o composiciones que podrían hacer con el tiempo que dedican a ser visibilizados. 

Hasta el más humilde periodista se ve inmerso en una espiral de combate por la visibilidad. En muchas ocasiones dedicas más tiempo a difundir por las redes sociales tus trabajos que a elaborarlos. Incluso a veces creo que es más importante para tu profesión saber hacer bien esto último que escribir los textos. Los periodistas escribimos en algunas horas una columna y luego estamos todo el día difundiéndola, pensando titulares para Twitter, capturas de pantalla para Instagram, observando y atendiendo comentarios en Facebook. 

En realidad, terminamos siendo una marca comercial que incluso se valora por el número de seguidores que se tiene en las redes. Todos sabemos que es un dato fundamental para evaluar a un periodista, escritor, comentarista o tertuliano a la hora de estudiar su contratación. 

Es tan importante la visibilidad que hasta, algunas veces, algunos medios nos dicen a los periodistas que nos pagan “con la visibilidad”, es decir, como conseguimos proyección apareciendo en ese medio, ya no nos pagan. 

De la batalla por la visibilidad ya nadie se libra. La visibilidad se convierte en el principal objetivo de los colectivos. La mayoría de las veces, si les observas, no aprecias ninguna reivindicación ni objetivo concreto, solo ser visibles. Se supone que si eres visible la sociedad siente más empatía hacia tus problemas, las administraciones te hacen más caso, los ciudadanos son más sensibles hacia tu situación. Y, claro está, el principal enemigo de tu visibilidad, son los otros, porque todos no pueden ser visibles al mismo tiempo. 

Sucede también con las administraciones, todas tienen un logo de diseño como si la Agencia Tributaria o el ICO tuvieran que competir con alguien. También lo tienen las ciudades, y las autonomías, las comarcas... En aras de la visibilidad, estos días el alcalde de Madrid ha anunciado que su ciudad es la capital mundial del deporte 2022 gracias a que era la única candidata que se presentó a la elección de una asociación con sede en Bruselas que le cobró 12.000 euros.

El resultado es doble. Por un lado, desde deportistas a periodistas o ayuntamientos deben invertir enormes energías en la visibilidad y detraerla de tiempo y esfuerzo para entrenar, preparar noticias o gestionar servicios de los ciudadanos. Y por otro, los que terminan verdaderamente empoderados son los que otorgan la visibilidad, los medios de comunicación o las empresas propietarias de las redes, que hacen caja con los acceso y los datos, y que apagan al que consideran sin tener que dar explicaciones. 

En el poema Hollywood, Bertolt Brecht decía:

“Para ganarme el pan, cada mañana

voy al mercado donde se compran mentiras.

Lleno de esperanza,

me pongo a la cola de los vendedores.“

Hoy podríamos decir que, para ganarnos el pan, cada mañana nos ponemos en la cola de los que aspiran ser retratados en el photocall de la visibilidad. 

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