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Morirse al otro lado del teléfono

Protesta del personal médico a las puertas de un centro de atención primaria

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Sonia Sainz-Maza tenía 48 años. El pasado abril empezó a sentirse mal. En pocas semanas había perdido 5 kilos. No tenía fuerzas para andar y andaba fatigada todo el día. El médico de cabecera nunca le dio una cita presencial. La medicación recetada por teléfono no le hacía efecto. Siguió perdiendo peso. Y a pesar de su insistencia, el médico nunca consideró conveniente verla en consulta. Le diagnosticó una “lumbociatalgia”. Hasta junio no logró una cita en el Hospital Universitario de Burgos, donde la remitieron a un rehabilitador, que no le daría cita hasta marzo de 2021. ¡MARZO DE 2021! Al salir de la consulta, se dirigió a Urgencias desesperada por el dolor, pero la mandaron a casa con un nuevo diagnóstico: “una tendinitis músculo isquiotibial”.  

El 9 de julio, y tras un intenso peregrinaje telefónico, consiguió que su médico de atención primaria le prescribiera una analítica. Cuatro días después, y sin noticias de los resultados, ella misma telefoneó de nuevo al doctor, que detectó algunos marcadores alterados y le indicó que se trasladase al hospital porque necesitaba una transfusión de sangre como consecuencia de una anemia grave. Ese mismo día obtuvo el fatídico informe: cáncer de colon con metástasis. Ya no saldría de allí. Falleció el 13 de agosto. “Se moría al otro lado del teléfono”, ha lamentado su hermana.

La terrible historia de Sonia ha aparecido este fin de semana en las páginas de la prensa regional de Castilla y León, después de que el líder del PSOE de la región, Luis Tudanca, se hiciera eco del caso en su cuenta de twitter. Podría haber sucedido en Murcia, en Andalucía, en Madrid, en Galicia, en Cataluña o en Canarias porque hace meses que la Sanidad pública no da abasto y que la atención a las personas que padecen enfermedades no transmisibles se ha visto gravemente perturbada desde que empezó la pandemia. 

De hecho, España no es una excepción. El 42% de los países ha suspendido completa o parcialmente los tratamientos de cáncer, según datos de la OMS. Y más de la mitad de los países estudiados (53%) han interrumpido parcial o totalmente los servicios de tratamiento de la hipertensión; el 49%, los de la diabetes; el 42%, los de tratamiento del cáncer, y el 31%, los de emergencias cardiovasculares. Además, los servicios de rehabilitación se han interrumpido en casi dos tercios de los países.

Pero en los Gobiernos y en los cuarteles generales de los partidos no se habla de ello. “Hay noticias del drama, pero no de lo que provoca”, ha dicho estos días el filósofo Emilio Lledó, que vuelve a alertar, esta vez en conversación con Juan Cruz, sobre el “patriotismo de trapo”. La patria es algo mucho más profundo que lo que dice Aznar sobre el régimen constitucional y sus instituciones. Va más allá del bochornoso bloqueo en la renovación del Poder Judicial o de una cómica moción de censura con la que Vox pelea por la hegemonía de la derecha. No empieza en un tablero de ajedrez como los que usa Iván Redondo para definir la siguiente jugada contra Ayuso y no se acaba en una encuesta como las que vaticinan el descalabro de Casado. Y, desde luego, no se defiende con un tuit como los que a diario perpetra Teodoro García-Egea ni con las arrogantes declaraciones en las que Cayetana Álvarez de Toledo anuncia el Apocalipsis, ni con una fiesta narcisista como las que vemos cada semana en el Congreso. La patria se construye con la suma de muchos pocos, con conciencia social y con el reconocimiento de la dignidad humana como la que se le negó a Sonia Sainz-Maza

Su  historia es la historia de cada día en la atención primaria de cada Comunidad Autónoma. Pero no ha merecido una línea en las grandes cabeceras, ni ha sido motivo de interpelación urgente en el Parlamento, ni tendremos jamás los datos exactos  de cuántas como ella han quedado en el camino por culpa de los recortes, de la falta de previsión, de la precariedad laboral de los médicos o de la ineptitud de quienes decidieron un nuevo modelo de atención de los centros de salud. Madrid, como otras autonomías, lo hizo el pasado junio mediante una campaña en la que informó a los usuarios de que en adelante primaría la consulta no presencial para reducir al máximo los riesgos de contagio del coronavirus.

Morir de COVID o morirse al otro lado de un teléfono. De cáncer, de hipoglucemia, de hipertensión o de infarto de miocardio. Esa es la elección.

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