Pandemia de violencia e injusticia sobre mujeres y niñas
Este domingo, 11 de octubre, además de ser el día central de un largo fin de semana, de debatirse sobre las medidas relativas al control de la expansión del coronavirus, de discutir sobre si el estado de alarma procede o no, de argumentar sobre la respuesta judicial a este y otros temas, domingo también víspera del llamado Día de la Hispanidad –acto militar incluido–, además de encerrar otras cuestiones de actualidad, resulta que también ha sido el Día Internacional de la Niña. Algo que, desafortunadamente, ha pasado bastante desapercibido en la mayor parte de los medios de comunicación, tanto en las áreas de información como de opinión.
Algo en lo que no quiero incurrir yo también. Y por ello dedico esta columna a esta cuestión.
Comenzaré recordando que en este 2020 se cumplen 25 años de la trascendental Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, adoptada en la correspondiente Conferencia Mundial sobre la Mujer de Naciones Unidas, en la que de manera específica se refirió por vez primera a los derechos de las niñas y en la que se desplegó un ambicioso plan para promover tales derechos y los de todas las mujeres.
Unos años más tarde, el 19 de diciembre de 2011, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió declarar el 11 de octubre como Día Internacional de la Niña, con el fin de reflejar los desafíos a los que las niñas se enfrentan en todo el mundo y promover su empoderamiento y el cumplimiento de sus derechos humanos. Derechos entre los que se encuentran algunos tan básicos e imprescindibles como los de tener una vida segura, educada y saludable.
Por otra parte, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, adoptada en 2015 y de la que tanto se habla en otros terrenos, contempla entre sus 17 objetivos, como Objetivo 5, el de “Igualdad de Género”, además de incluir este logro y el empoderamiento de la mujer como parte integral de cada uno de los restantes objetivos.
Todo esto y mucho más será necesario para lograr la tan ansiada y justa igualdad, pues la situación de muchas mujeres y niñas es realmente grave e insoportable, constituyendo una enorme injusticia globalmente extendida, aunque, desde luego, con desiguales intensidad y efectos. Baste decir que en todo el planeta, casi una de cada cuatro niñas/adolescentes/jóvenes de entre 15 y 19 años no tiene empleo ni estudia ni recibe capacitación alguna, en tanto que, para los niños de esta edad, solo uno de cada diez se encuentra en tal situación –lo cual también es injusto–. Baste también recordar que en el 60% de los países las hijas están discriminadas legalmente o de hecho respecto a los hijos en orden a heredar tierras y otros bienes. O que las Naciones Unidas tienen previsto que para el próximo año 435 millones de mujeres y niñas vivirán con menos de 1,90 dólares al día y que 47 millones de ellas habrán sido situadas en la pobreza a consecuencia de la COVID-19, en algo que, por tanto, está ocurriendo ahora mismo.
Insistamos una vez más en subrayar que una de cada tres mujeres en todo el mundo ha padecido y sigue padeciendo violencia física o sexual. Sin olvidar el drama del matrimonio infantil –forzoso, claro– que insistentemente se denuncia y que sigue perpetrándose en muchos países, contra la libertad de niños y niñas –muchas más niñas, desde luego– e impidiéndoles decidir su futuro, colocándolas en posición de especial vulnerabilidad a la violencia y relaciones sexuales forzadas y a embarazos precoces de alto riesgo con tasas de mortalidad atroces, arrojando todo ello datos tan estremecedores como los que proporciona la ONG Plan Internacional: que cada dos segundos una niña es forzada a contraer matrimonio, lo que llevará a que en 2020 sean 140 millones de niñas; que el 14% de las niñas en países en vías de desarrollo se casarán antes de los 15 años y que una de cada tres se casará antes de los 18.
A este desolador panorama ha de añadirse que ONU MUJERES constata que, como era bien previsible dada la injusta realidad que conocemos, la pandemia de la COVID-19 no es una cuestión exclusivamente sanitaria, sino que tiene importantes efectos sociales y económicos generales, además de otros particulares sobre las mujeres y las niñas –en todo el planeta, también aquí–, tanto por razón de ejercer profesiones en la primera línea de respuesta como por ser las que mayormente prestamos los servicios de cuidados también en nuestros hogares y comunidades y que en muchos casos desarrollamos nuestra actividad productiva en la economía informal, particularmente perjudicada por las medidas adoptadas contra la expansión del virus.
Además de los efectos en la salud –mayor riesgo de contacto e infección– y en la economía personal –pérdida en muchos casos del medio de vida por razón de los confinamientos y otras derivadas–, ONU MUJERES constata que, en el marco de la pandemia sanitaria, la violencia contra mujeres y niñas se ha incrementado en todo el mundo y que quienes la sufren están más aisladas de los recursos que pueden prestarles ayuda.
De ahí que, con el fin de reducir este negativo impacto, se haya elaborado una propuesta de programa mundial de prevención y gestión de la pandemia de COVID-19 con perspectiva de género, en el marco del cual se han planteado las siguientes cinco prioridades a nivel mundial: la reducción de la violencia de género, incluida la doméstica; la protección social y paquetes de estímulo económico que tengan en cuenta a las mujeres y las niñas; conseguir que las personas apoyen y practiquen el reparto equitativo de las tareas de cuidados; liderazgo y participación de las mujeres y las niñas en la planificación y toma de decisiones en la respuesta ante la COVID–19; datos y mecanismos de coordinación que incluyan perspectiva de género.
No se puede negar que en los últimos 25 años se han producido avances y que, en general, las vidas de las niñas son hoy algo mejores que en el pasado, como constata Naciones Unidas, pero sigue siendo absolutamente imprescindible que en todo el planeta, en todos los niveles territoriales, políticos y sociales, se desarrollen las condiciones para que todas las niñas y jóvenes, y todas las mujeres, tengan las oportunidades para ser dueñas de sus vidas en libertad e igualdad.
Esta pandemia no va nada nada bien, está presente en toda la historia de la humanidad y tiene, entre muchos otros, los tremendos efectos que he citado. Cada segundo, miles de inmensas injusticias evitables pero determinantes del futuro de millones de niñas y mujeres. Evitémoslas, pues. Cuidémonos todas aquí y en todo el resto del mundo.
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