Pedigrí democrático
El Gobierno finalmente ha logrado, de nuevo, que los números le salgan y permitan la aprobación de los Presupuestos Generales. Es un éxito indudable en el camino de completar la legislatura.
El voto periférico vuelve a ser decisivo. En ese voto se integra EHBildu. Su apoyo no era esencial, pero da nuevos bríos a las acusaciones de la derecha.
En cuanto la coalición EH Bildu anunció el apoyo a los presupuestos generales, Pablo Casado, líder del PP, se quejó de que el Gobierno de coalición se pliega a los herederos de ETA. Es un discurso que le da votos en ese caladero profundo del populismo más simple, por eso lo utiliza constantemente.
Casado no quiere explicar a sus posibles votantes que EH Bildu es una coalición en la que están presentes fuerzas políticas diferentes como Eusko Alkartasuna, una escisión del PNV, el grupo político Aralar, o parte de Izquierda Unida de Euskadi, de la que precisamente viene el parlamentario Oskar Matute.
Casado no puede acusar de nada relacionado con ETA a Oskar Matute, pero sí puede hacerlo con Arnaldo Otegi, quien tras mostrarse compungido y solidario con las víctimas el pasado mes de octubre, tiene aún recorrido de penitencia democrática y deberá ir pensando en su sustitución. Por eso los dardos de Casado se concentran en Otegi y en el partido de Otegi, Sortu, que es la evolución de lo que era Herri Batasuna.
Hay quien piensa que “contra ETA vivíamos mejor”, y en ese camino algunos, como Macarena Olona de Vox, son capaces de atacar con saña al ex alcalde socialista de San Sebastián, mil veces amenazado por ETA, que se enfrentó con un arrojo que otros entonces no tuvieron, a expertos en kale borroka, lo que solivianta hasta a la presidenta de Covite, la hermana del asesinado, y utilizado por Vox, Ordóñez. La utilización de argumentos espurios provoca una fetidez insoportable que desvirtúa la política.
Años después de la disolución de ETA, el discurso político de EHBildu comienza a expresarse en Madrid de una manera diferente. ERC y EH Bildu encuentran cercanía en el lenguaje social, progresista y de izquierda y, por eso, mantienen una buena sintonía. Ese lenguaje social de tintes izquierdistas les acerca a la coalición gobernante y permite acuerdos transversales.
El PNV tenía esa misma sintonía con Convergència i Unió, pero esta saltó por los aires, desapareció como un azucarillo en el agua en el terremoto del procés y todo el conflicto posterior. Hoy el PNV no tiene aquella antigua sintonía con el entramado político que sucedió a CiU, que también permitía acuerdos transversales. Esos acuerdos transversales de CiU y PNV funcionaron como una bisagra política que permitió, por ejemplo, la elección en las Cortes Españolas como presidente del Gobierno de José María Aznar, después de que este aceptara reformar el Concierto Económico y otros acuerdos con los “separatistas dispuestos a romper España”.
Hoy el negociador gubernamental, el ministro de la Presidencia Félix Bolaños, llama por teléfono al negociador del PNV, Aitor Esteban, en plena rueda de prensa de este, pero ese detalle no quiere decir que haya prisas, ni nervios. Los números ya daban. La cuestión era sumar y lograr una amplia mayoría en un acuerdo tan fundamental como los presupuestos. Son nuevos tiempos, y todos han de amoldarse a ellos.
El primero el Partido Popular, un partido de Estado, que quiere ser derecha democrática, moderna y europeísta, y está expulsado electoralmente de dos autonomías tan importantes como la catalana y la vasca y no termina de encajar adecuadamente el surgimiento de la ultraderecha a su vera.
Pablo Casado ha protagonizado recientemente un divertido sainete con su presencia, involuntaria o no, en una misa en honor del dictador Franco. El sainete ha tenido un mayor recorrido gracias a la intervención de la portavoz del PP en el Parlamento Europeo, Dolors Montserrat, quien en carta dirigida al presidente de la Eurocámara ha creído necesario explicar el pedigrí democrático de su partido, “uno de los principales impulsores y defensores de la democracia española, contribuyendo (sic) de manera decisiva a la transición tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975”.
Pero, por si la portavoz del PP en la Eurocámara necesitara alguna precisión más, me permito recordarle que en su propia web, en la del PP, se explica que “los orígenes del Partido Popular se remontan a Alianza Popular, una formación que nació en el marco de la Transición como una unión de distintas corrientes de la derecha democrática y reformista”.
Y así fue. Los llamados entonces “siete magníficos”, crearon Alianza Popular, el embrión del Partido Popular. Pero, había trampa democrática. Algunos de aquellos “magníficos” tenían un pasado que los enlazaba directamente con la responsabilidad política y jurídica del Movimiento Nacional de Franco. El Movimiento Nacional, fue la estructura político-administrativa única que bajo las órdenes directas de Franco, le permitió extender su dictadura durante 40 años, responsable de crímenes, ejecuciones, detenciones y de una represión extrema a los perdedores de la guerra y a los contrarios al régimen, y estos sí defensores de la democracia. Todo quedó olvidado con la Transición. Borrón y cuenta nueva.
Por ejemplo, uno de aquellos “magníficos” de los siete que crearon Alianza Popular que luego derivó en el Partido Popular, Enrique Thomas de Carranza, fue jefe provincial del Movimiento Nacional. Otro, Gonzalo Fernández de la Mora, consejero general del Movimiento Nacional. Cruz Martínez Esteruelas, secretario primero del Consejo Nacional del Movimiento, o Licinio de la Fuente, también jefe provincial del Movimiento Nacional. Seguramente los nombres le suenan a Casado, son aquellos dirigentes de “distintas corrientes de la derecha democrática y reformista” que mencionan en la web del Partido Popular, y que su portavoz en el Parlamento Europeo puede hacer llegar al presidente de esa institución europea en una nueva comunicación.
Por no hablar del más conocido de los “siete magníficos”, Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y encargado de explicar lo inexplicable a la prensa internacional, cuando el Consejo de Ministros comandado por Franco, del que formaba parte, condenó a muerte en 1963 al dirigente del PCE Julián Grimau, que fue fusilado, 27 balas y tres tiros de gracia, y ministro de Gobernación cuando en 1976 la policía mató a cinco obreros en una iglesia de Vitoria.
La portavoz del PP puede contárselo al presidente del Parlamento Europeo y explicarle el pedigrí democrático con el que nació Alianza Popular, luego transmutada en Partido Popular.
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