La caída de Bankia --si es que hay caída-- no sólo arrastra a Rodrigo Rato --si es que lo arrastra--. Se lleva muchas cosas consigo. Arrastra, en parte, un modelo fracasado de partidos políticos que se apoyan en cajas de ahorros para financiar sus actuaciones desmedidas. En este caso se trataba de las dos grandes cajas del Partido Popular, por cuyo destino pugnaban los barones madrileños y valencianos cuando Blesa estaba en Caja Madrid y se dibujaba un futuro tras Olivas en la Comunidad Valenciana.
La entidad sufrió una caída del 30% en Bolsa la pasada semana (aunque luego se recuperó por el apoyo directo del Gobierno) y la retirada de mil millones en depósitos. Una pescadilla que se muerde la cola.
moreCuando la entidad se estrenó en Bolsa, el 20 de julio pasado, lo hizo a un precio de 3,75 euros por acción. Este jueves, en plena estampida de inversores, se pagaba a apenas 1,17 euros por título. La evolución de las acciones en estas semanas ha sido dramática. Para un cliente normal, de esos que compran acciones porque tienen ahorros en la entidad y entonces todo parecen ventajas, entre un momento y otro hay una pérdida de 2,58 euros por acción. Traducido, de cada 100 euros gastados en acciones sólo hubiera podido recuperar unos 30.
Tras el derrumbe del jueves, el viernes Bankia había recuperado 23,5% de su valor. El 7 de mayo, cuando se supo que Rodrigo Rato dejaba la entidad, las acciones se pagaban a 2,38 euros. Este viernes, tras el repunte, la acción se quedó en 1,76 euros. Pero en este mundo de las finanzas los muertos a veces resucitan a espaldas de los clientes normales. Quizá por eso Bankia decidió al ir a salir a Bolsa que no cobraría comisiones sólo a aquellos clientes que tuvieran 2.000 euros fijos en la cuenta, para 'limpiar' a esos clientes normales y quedarse sólo con los de cuentas de tres ceros.
La pregunta para los malpensados es rápida: ¿cuánto hubiera ganado alguien que hubiera vendido sus acciones antes de la caída y hubiera recomprado en su punto más bajo? Suponiendo que no hubiera habido chivatazo alguno adelantando la decisión de Rato, que ya es mucho suponer, un inversor bien informado, de esos que compran acciones porque quien gestiona su cartera lo considera rentable, hubiera vendido a 2,38 y comprado a 1,76 apenas una semana después. Traducido: por cada cien acciones vendidas y recompradas hubiera ganado 62 euros. El negocio es redondo, para algunos.
Cuando salieron a Bolsa pusieron en el mercado 824.572.253 acciones, con posibilidades máximas de añadir un 10% más, según el folleto informativo que editaron entonces. Son los riesgos, dirán algunos, de invertir en Bolsa. Y no les falta razón.
Los tentáculos de Bankia
Pero la ecuación se complica cuando es la propia entidad la que también invierte en Bolsa ¿Y en qué invierte una entidad como Bankia? Depende. Hace un año, cuando la tormenta no se intuía, la entidad repartió con su matriz sus inversiones.
El acuerdo era que el ahora nacionalizado BFA aportaría el negocio bancario y el nada despreciable 12,1% de IAG, la multinacional resultante de la fusión de Iberia y British Airways. Pero el Banco Financiero y de Ahorros, ahora apadrinado por el Estado a través del Banco de España, mantendría su 15% en Mapfre, la mayor aseguradora del país, un 10,3% en su filial americana, su 5,4% en Iberdrola, el 20% en Indra o el 5,6% en la cadena hotelera NH. Y eso son sólo algunos ejemplos. La cuenta de BFA se completa con la mitad de Globalvía, con casi un 40% de Inversis, un 20% de Mecalux, más de un 18% del Grupo SOS, casi un 30% de Realia, casi un 20% de Deoleo, un 9% de Metrovacesa, un 4% de BME...
Hace apenas tres meses, en febrero, el folleto continuado presentado a la CNMV recogía los resultados del año en que Bankia había saltado al ruedo bursátil señalando que Mapfre e Iberdrola fueron las compañías “que más resultados aportaron a la cuenta de pérdidas y ganancias consolidada” de BFA, además de destacar “la positiva evolución en los resultados de algunas compañías participadas, como IAG, Global Vía o NH Hoteles durante los primeros seis meses del ejercicio”. El cuadro que acompaña a esa página, expresado en centenares de millones, no hacía presagiar lo que pasaría en mayo.
Eso en cuanto a BFA, pero en el informe previo al bautismo bursátil de Bankia también se detallaban las entidades en las que participa, concretamente entre las páginas 74 y 87. En total más de un centenar de filas en una extensa tabla de empresas que abarcan desde energía fotovoltaica hasta aseguradoras, pasando por una enorme cartera inmobiliaria o viajes y hostelería. Destaca también su participación en la sanidad privada con Ribera Salud (50%), Centro Médico Maestranza (86%) o Plurimed (92,48%). De hecho, Ribera Salud, empresa que gestiona hospitales privados en Valencia, intentó estrechar lazos con Capio, la multinacional nórdica que gestiona conocidos hospitales privados en Castilla-La Mancha y Madrid. Un negocio redondo en tiempos de recortes a la sanidad pública e implantación del copago.
Hablamos de una entidad sacudida en la Bolsa, con un futuro en el aire y cuya matriz ha sido nacionalizada. Una entidad que, pese a eso, posee importantes porcentajes de destacadas corporaciones nacionales de diversos sectores. Ambas partes, Bankia y BFA, caras de una misma moneda, ambas con intereses multimillonarios en empresas de importancia comercial y estratégica.
¿Y con qué dinero invierten? Con el que tiene, que es el de sus clientes. Porque con el que no tiene no puede. Es decir, con las viviendas no vendidas tras el estallido de la burbuja o con aquellas casas embargadas a quienes no pudieron pagar, no pueden invertir. Lo que es un drama social es, en términos económicos, una losa para estas entidades: son deudas pendientes que no pueden cobrar y que apenas tienen valor con un mercado saturado.