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Rumbo de colisión

Calvo: el PSOE hablará con mucha gente pero las líneas rojas están muy claras

Antón Losada

Se acaban las excusas. Terminado el carrusel municipal, no va a quedar más remedio que ponerse con la cuestión de investir a un presidente en un Parlamento que lleva dos meses y medio electo y, hasta la fecha, solo ha producido una bochornosa y esperpéntica sesión constitutiva y una pelea de patio de colegio por ver quién se sienta en las filas delanteras o traseras de la clase. No queda ninguna coartada creíble para seguir manteniendo esta inacción absurda, que algunos pretenden hacer pasar por magistral estrategia, pero no pasa de burdo intento de dejar pasar el tiempo, a ver si los otros se equivocan o alguien arregla lo mío gratis total.

Si la esperanza era que el tiempo encarrilase la legislatura, hasta ahora los resultados solo podían conducir a la melancolía. Tras los episodios municipales y autonómicos, la legislatura ha cogido un desasosegante rumbo de colisión. Los números no salían hace una semana, ahora cuadran aún menos y las perspectivas de que puedan descuadrarse más no se despejan; más bien al contrario.

Si todavía queda alguien en el PSOE convencido de que pueden torcer la voluntad de populares y naranjas, como la derecha se la retorció a ellos en 2016, su fe resulta enternecedora pero también tremendamente estúpida. Las llamadas por su abstención a populares y naranjas, lejos de meterles presión, actúan como gasolina para sus bases. Aportan la prueba definitiva de que, efectivamente, dejar gobernar a Pedro Sánchez equivale a entregar España a su particular eje del mal: nacionalistas y podemitas.

El PSOE ha facilitado más alcaldías a Ciudadanos que el propio Partido Popular, los socialistas han regalado Pamplona a la derecha a cambio de prohibirse a sí mismos hablar siquiera con Bildu, mientras la derecha se repartía los cargos tranquilamente con Vox en defensa de la Constitución y se fumaba un puro después para celebrarlo. Sólo falta que alguien les haga un dibujo. Empeñarse en querer ver en Ciudadanos un partido de centro no obrará el milagro. Albert Rivera pelea por liderar la derecha, no por ser un hombre de Estado.

Que la debilidad de Podemos aumenta con el paso de los días es un hecho. Pero también lo es que su inestabilidad crece. No hay peor socio que uno débil e inestable. Pablo Iglesias necesita un éxito como el aire que respira. Pero dárselo pone en peligro los apoyos de Coalición Canaria y el PNV. Lo de los canarios se puede arreglar. Pero dar por hecho el apoyo de los vascos no deja de ser una asunción heroica. Como ya hizo con Mariano Rajoy, el PNV votará la investidura si ve viable la legislatura. Si no la entiende asegurada, no unirá su destino al de Sánchez y menos a un año de las elecciones vascas.

El problema no reside en la investidura, sino en la legislatura. Pedro Sánchez puede salir investido sin los votos de ERC y JxCat pero no puede gobernar sin el apoyo de uno de los dos. Cuanto más se tarde en dejar de demonizarla y aceptar esa evidencia, más tiempo se perderá y más difícil será desandar lo andado en la dirección equivocada. Ni los neoconvergentes ni Carles Puigdemont están o estarán por la labor de acordar. Solo los republicanos parecen dispuestos a romper ese círculo vicioso, según el cual, no puede haber gobierno porque hay presos y porque no hay gobierno, no puede haber solución para los presos.

Negarse a negociar siquiera la alcaldía de Barcelona con ERC no parece el mejor camino para sentar a los republicanos en una mesa de negociación para pactar un proyecto de legislatura ¿O es que acaso alguien cree en serio que se puede gestionar el conflicto catalán dejando fuera a los nacionalistas catalanes?

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