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Y a Sánchez se le acabó la paciencia

La ministra de Igualdad, Irene Montero, en una imagen de archivo
30 de enero de 2023 22:41 h

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Ha pasado más de un siglo y aún es el símbolo del fracaso de la técnica frente a la naturaleza. La historia es conocida. Abril de 1912: un transatlántico choca contra un iceberg y se hunde en mitad del océano. Mueren 1.800 de los 2.200 pasajeros que viajaban a bordo. Desde entonces, se han conocido todo tipo de teorías sobre el hundimiento del Titanic. Una de ellas es que se debió a un incendio en la sala de máquinas que debilitó el casco e hizo que el barco no soportase el impacto del hielo. Otra, que fue culpa del capitán, que conducía la nave de forma imprudente y demasiado rápido. El barco de pasajeros más famoso de la historia que naufragó durante su viaje inaugural tampoco tenía medios ni botes salvavidas suficientes, lo que disparó el número de víctimas.

El Gobierno de coalición no es un transatlántico ni de momento está hundido, pero sí seriamente tocado, tras chocar con un iceberg como el de los efectos indeseados de la ley del solo sí es sí, cuya aplicación lleva contabilizadas casi 300 víctimas, todas aquellas que han visto revisadas a la baja las penas de su agresores sexuales o violadores. Habrá muchas más. El goteo es diario y es insoportable. No en vano, a un 94,2% de los encuestados por el Barómetro de la Sexta les preocupa mucho o bastante la rebaja de las penas e incluso un 62,2 % de los votantes de Unidas Podemos se declara partidario de reformar la ley del solo sí es sí

Sobre de quién fue la culpa se ha escrito demasiado. Que fuera del Ministerio de Igualdad, del de Justicia o del Gobierno entero ya es lo de menos. Lo que importa es la consecuencia de un texto que nació para aumentar la protección de las mujeres y para que no tuvieran que pasar por el calvario probatorio de demostrar si se resistieron lo suficiente o si no habían bebido más de la cuenta,  y no para aliviar la pena de sus agresores como está ocurriendo. 

La semana próxima se cumplirán dos meses desde que el presidente del Gobierno anunció en el día de la Constitución durante un corrillo con periodistas que afrontaría los ajustes técnicos necesarios para frenar ese chispeo inaguantable. Desde entonces, y más intensamente en las últimas tres semanas,  los socios de coalición llevaban negociando una posible revisión, a la que se resistía la ministra de Igualdad, autora intelectual de la norma. Con discreción y sin  filtraciones. Pero una información del pasado sábado en La Vanguardia que anunciaba la decisión del Gobierno de cambiar la ley hizo saltar por los aires el debate interno y la prudencia mutua entre los socios: que si Irene Montero se ha quedado sola con el “no es no”; que si el PSOE pretende acabar con el corazón de la ley -el consentimiento- por presiones de la derecha judicial y política; que si solo se busca aumentar las años de prisión en las horquillas más bajas para acabar con la alarma social; que si basta con 10 medidas de urgencia con las que paliar la rebaja….

En este momento, el acuerdo parece inalcanzable y crece por segundos la tensión entre los socios. ¿Se romperá el Gobierno? La fisura es sin duda de las más profundas que ha habido en los tres años de mandato, pero de ahí a que salte por los aires la coalición hay un trecho que de momento nadie parece estar dispuesto a recorrer. Desde La Moncloa sostienen que lo que ya se ha roto, en todo caso, ha sido el Grupo Parlamentario de Unidas Podemos, porque Yolanda Díaz se ha alineado con quienes defienden la urgencia de reformar el texto y que en el mismo sentido se ha pronunciado IU. 

Más País, Compromís, PNV y ERC, que suelen coincidir con los morados en gran parte de sus posiciones, han pedido con matices que se corrija la ley. Y esto podría suponer que si el PSOE, como ha anunciado, presenta de forma inminente una proposición de ley sin alcanzar antes un acuerdo con su socio de coalición, Unidas Podemos se quede solo en el Parlamento con el “no”, además de partirse por la mitad durante la votación. 

Que Irene Montero siga o no en el Gobierno después de ese hipotético escenario depende exclusivamente de ella, pero por muy obvio que resulte que está ante la tesitura de aceptar el retoque o salir por coherencia del gabinete, hay dudas razonables de que transite por esa senda. Mucho menos que lo haga Yolanda Díaz, que perdería la única infraestructura con la que cuenta para impulsar su plataforma electoral. 

La única certeza en este momento es que a Pedro Sánchez se le agotó, aunque tarde, la paciencia y que no soportará más tiempo el desgaste provocado por la alarma social que ha desatado la revisión de sentencias. Hoy ya sí está convencido de que la ministra de Igualdad se ha quedado en un reducidísimo espacio que ni siquiera comparte la mayoría de sus votantes. “Si hay que asumir errores, se asumen y se explican. Estamos determinados a hacerlo”, es la consigna que circula desde el ala socialista del Gobierno a 24 horas del cara a cara entre Sánchez y Feijóo en el Senado, donde a buen seguro este asunto iba a ser utilizado por el líder del PP contra el presidente del Gobierno. Todo cuenta y todo sea por evitar un hundimiento como el del Titanic.

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