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Para un subidón de ánimo

Ana R. Cañil

La doble campaña, el cansancio y la proximidad de las vacaciones que nunca llegan extienden el desánimo. Las prisas y la velocidad de los acontecimientos no nos dan tregua para reflexionar sobre el camino recorrido. Una lástima. Deberíamos aprender a disfrutar de los pequeños éxitos, como decía alguna balada boba pero real. Basta un repaso breve de lo que nos ha sucedido desde otro punto de vista diferente al del lamento para animarnos. 

Los movimientos ciudadanos y los indignados -una lucha de David contra Goliat que persiste- han evolucionado de pasitos en el camino a convertirse en zancadas, si miramos a los alrededores y contemplamos el tamaño del adversario. 

-RENTA BÁSICA. ¿Quién iba a pensar hace tan solo cinco años que el debate sobre una renta básica del Estado para los ciudadanos que cubra al menos las necesidades vitales, iba a estar sobre la mesa? Ya sea en sus diferentes modalidades -universal, para los más desfavorecidos, complemento del Estado del bienestar-, ya es un concepto que se cuela como un derecho humano en los foros internacionales. Los neoliberales y la derecha más recalcitrante tienen que responder con alternativas o descalificándolo, pero tienen que retratarse. 

-TASA TOBIN. Cuando en el año 2000 ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana) recuperó la propuesta del economista norteamericano James Tobin de crear una tasa sobre las transacciones financieras (corría 1971) para controlar la volatilidad de los capitales, los servicios de estudios de la gran banca y no digamos los de los fondos de inversión poco menos que se carcajearon. Es cierto que ahora aún se regocijan, pero ya no lanzan carcajadas, solo sonrisas.

El hecho de que la Tasa Tobin haya sido recuperada como idea no solo como control de los capitales, sino además para recaudar fondos y emplearlos para luchar contra la pobreza, ha obligado a las organizaciones internacionales y a los foros que pretendan mostrar una pincelada de humanidad hacía sus semejantes, a que Tobin y su tasa sean una posibilidad real a futuro. Hasta en alguna rueda de prensa, algún gran banquero o financiero responde a ello sin que le dé un soponcio. Al contrario, guardan las formas, porque la idea está recogida en programas económicos no solo de los “radicales de izquierdas” sino en los de la vieja socialdemocracia.  

-DESAHUCIOS. Hay conquistas aún más cercanas, aunque las anteriores deberían ser caballo de batalla prioritario para los solidarios del planeta. Los desahucios, que junto al paro es la lacra más dolorosa de esta crisis en la que nos han estancado las políticas de austeridad sin alma. ¿Qué hay más tremendo que perder tu vivienda, tu hogar aunque solo sean cuatro tabiques físicos pero donde has metido todas las ilusiones de tu futuro y el de tus hijos, tu nido?

Escribir en estos términos sobre lo que significaba un desahucio en un diario financiero o en las páginas económicas de cualquier medio de información general, era recurrir a la demagogia y al tono lacrimoso. Quien no pagaba su hipoteca tenía que irse a la calle, so pena de establecer unos precedentes que poco menos harían quebrar a la banca de este país y romper el criterio de que hay que pagar. No solo no bastaba con irse debajo del puente, había -y hay que- que seguir pagando pese a la devolución del piso, arrastrar a padres o hermanos que te avalaron. Dación en pago eran tres palabras malditas, para Economía, Banco de España, grandes corporaciones.  

Hoy, además de que muchos ayuntamientos ofrecen alternativas habitacionales para los desahuciados, los bancos intentan negociar antes del desahucio -si bien es verdad que nunca pierden- por temor al desgaste en imagen, gracias a las protestas de la PAH (Plataforma Afectados por la Hipoteca) y a las de miles de ciudadanos que se han movilizado a lo largo del país.

Solo han pasado ¡tres años! desde que Ada Colau compareciera ante la Comisión del Congreso de los Diputados para explicar lo que estaba sucediendo (y que el PP no quería ver). Unos meses antes, la primera vez que la catalana acudió al Parlamento con la Iniciativa Popular (IPL) firmada por más de 1.400.000 personas, nadie de los diputados del Gobierno quería recibirla. Hoy es la alcaldesa de Barcelona.   

-LA DESIGUALDAD: Palabra maldita para el PP, ha sido un dolor de muelas para los populares pensar que tenían que pronunciarla y aún así, cuando lo hacen es como si les arrancaran un diente por cada letra. Era un concepto inexistente para ellos. Apostaban una vez más a que de lo que no se habla no existe. Hasta que la realidad les ha roído los pantalones cuando el debate se ha extendido por todo el mundo -incluida la recalcitrante Bruselas, el FMI, la OCDE- gracias a que un economista francés de nombre Thomas Piketty puso negro sobre blanco, en números, la desigual distribución de la riqueza y su evolución cruel en un mundo donde cada vez más, unos pocos acumulan lo que podría alimentar al resto del planeta.

Se sabía, los datos estaban ahí, no había más que recorrer los “barrios ricos, barrios pobres” sin siquiera tener que bajar a África para verlo, pero el francés se los puso en el espejo donde se afeitan cada día. Pese a los intentos para desmantelar y desacreditar su método de trabajo -fallidos por ahora- la idea de lo cruel de la desigualdad se ha incrustado en la piel hasta de los adolescentes. Otra cosa es la velocidad a la que se logre avanzar, pero al menos la toma de conciencia existe.

-Incluso en el asunto más trágico de los últimos tiempos, la crisis de los refugiados -hablemos ya de una crisis humana, no humanitaria-, el empuje ante la vergüenza que ha traído el Gobierno del PP a la sociedad española, más solidaria que sus dirigentes, les ha doblado el brazo. Poco, mal y a última hora, pero un ministro del Interior nacido en la Edad Media ha hablado ya de traer a 1.000 refugiados a finales de verano. Sí, en campaña y muy lejos de la cifra de 16.000 que comprometió con Bruselas, pero... de seguir peleando depende que se cumpla.  

La lista para el chute anímico podría ser más larga. Los logros han sido modestos comparados con los resultados, pero aquellos locos del 15M o los yayoflautas hoy forman parte de un movimiento de nombre más respetable, “los indignados”, que han pasado no solo a ser motivo de estudio sino a tener en consideración para cualquier dirigente que aspire a gobernar. Los que no quisieron verlo venir ya se están quedando en el camino. Eso sí, encerrados en unas urnas con cristales cada día más amarillentos, como engendros de los botes de laboratorio, amarillentos y algo cutres, a la espera de ser diseccionados por estudiantes que aún no se han fugado.  

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