Se veía venir
A la falta de imparcialidad objetiva de origen del presidente del Tribunal desde el momento en que se hizo público el whatsapp del senador Cosidó, se ha ido añadiendo una falta de imparcialidad de ejercicio en la dirección del juicio. Era prácticamente inevitable que así ocurriera. Cuando se ha tenido una complicidad tan intensa con los dirigentes del PP que pilotaban la renovación del Consejo General del Poder Judicial, en la que Manuel Marchena ocupaba un lugar capital, era imposible que tal complicidad no se acabara haciendo visible en la dirección del juicio.
Tanto va el cántaro a la fuente..., reza un conocido refrán. Es lo que vino a decir International Trial Watch (ITW) en una una nota que hizo pública en el día de ayer. “La actitud desconsiderada y limitativa del presidente de la sala con las defensas ha llegado esta semana a su grado máximo de aparente pérdida de imparcialidad objetiva”. No solo se ha podido constatar a lo largo del juicio una diferencia de trato de los testigos policiales y de los testigos ciudadanos, sino que además se ha llegado a emitir una “nota de prensa oficiosa de la sala”, que supone una “reprimenda extra procesal” a la defensa de Jordi Cuixart. Con dicha nota se interfiere en la estrategia de la defensa, algo que “escapa diametralmente de la imparcialidad objetiva que debería regir el arbitrio del tribunal y podría derivar en una limitación del derecho de defensa”.
En mi opinión, el momento máximo de pérdida de imparcialidad objetiva se produjo al comienzo del juicio, en la declaración como testigo del ex presidente del Gobierno Mariano Rajoy. El testigo tiene obligación de contestar a todo lo que se le pregunta que sea pertinente para la formación de un juicio por parte del Tribunal. No puede responder con evasivas. Y mucho menos ocultar información o no transmitir toda la información relevante con la precisión con que tiene que hacerlo. El presidente del Tribunal permitió, sin hacer la advertencia oportuna, que el ex presidente del Gobierno escurriera el bulto. Y no en un asunto menor, sino en todo lo relativo a la comunicación que a través del Lehendakari Iñigo Urkullu, mantuvieron Mariano Rajoy y Carles Puigdemont.
Después tuvimos información por el testimonio del Lehendakari de la duración y la intensidad de la comunicación entre el presidente del Gobierno y el president de la Generalitat, quedando claro de manera patente que Mariano Rajoy había faltado a la obligación de decir toda la verdad sobre lo que se le había expresamente preguntado.
Mariano Rajoy no podía transmitir la información de la misma manera que la transmitió Iñigo Urkullu, porque su posición en el proceso de comunicación había sido muy distinta a la de este. Pero sí tenía obligación de informar de cuándo empezó el proceso de comunicación, cuánto había durado, de qué se había discutido. Su testimonio era insustituible, porque su posición en todo el proceso era la más decisiva. La misma información proporcionada por el presidente del Gobierno tiene un valor que no la puede tener cuando la proporciona otra persona. Y a lo largo de la declaración de Mariano Rajoy hubo indicios sobrados de que no estaba contestando como tiene obligación de contestar un testigo en un proceso penal. Y el presidente del Tribunal lo toleró haciendo dejación de su obligación de dirigir “imparcialmente” el juicio.
Después han sido numerosas las ocasiones en que se ha podido apreciar la diferencia de trato entre unos testigos y otros a la que hace referencia ITW en la nota ya aludida. Para mí, la más expresiva de todas es la que tuvo lugar en la sesión en que declaró como testigo el teniente coronel de la Guardia Civil, Daniel Baena. El presidente del Tribunal le permitió que hasta en cuatro ocasiones se refiriera a la existencia de un “clima insurreccional”, que había convertido Catalunya en un “polvorín” que podía haber estallado en cualquier momento, algo que, “afortunadamente”, no ocurrió.
En contraposición, el presidente del Tribunal ha sido tajante a la hora de impedir que los testigos de la defensa pudieran emitir opinión personal de ningún tipo.
Está pasando lo que tenía que pasar. La pérdida de imparcialidad de origen no puede ser subsanada en ningún caso mediante la imparcialidad de ejercicio. Pero es que, además, no lo está siendo.