Los estadounidenses han hablado y no creo que haya sido el voto ideológico el que ha primado. Que un candidato como Trump haya arrasado en las elecciones, además de una mala noticia, es una prueba evidente de que la gente con problemas complejos quiere soluciones simples. El estadounidense, entre derechos humanos y una promesa de bajar el combustible a la mitad de su precio, ha elegido lo segundo. El votante americano ha elegido el dedo y no la luna. Da igual que Trump sea un delincuente condenado por varios delitos, que agrediera sexualmente a mujeres de su entorno o que alentará y enviara a una marabunta furiosa a invadir el Congreso con trágicas consecuencias, la pela es la pela. La elección de Trump legitima las agresiones e insultos constantes a Pedro Sánchez. Pero es que además, muchos han votado a la mentira mirándola a los ojos, son conscientes de que Trump les ha mentido y no cumplirá sus promesas, porque simplemente son inviables económicamente. Este es el peligro que importará la ultraderecha en España. Feijóo Abascal o Alvise, han visto cuáles son las necesidades que tiene mayoritariamente el pueblo, que necesita mentiras grandes por ridículas que sean que sustituyan todo lo tradicional. La irrupción de la ultraderecha en el mundo sigue un patrón: violencia, desconsideración, insultos, normalización y banalización del fraude y desfalco y leña al mono, se llame Kamala o Pedro, pero hay que tumbar al puching ball de turno y colocar, aunque sea a una zanahoria para que nos “gobierne”. Se trata siempre de ellos, de los poderosos, de los que tienen y quieren el dinero, es solo eso.