Ningún otro evento ha afectado a la economía mundial durante este siglo como la pandemia de la COVID-19. Ni siquiera la crisis financiera de 2008. Y aún desconocemos los efectos que tendrá en el medio y largo plazo. En este contexto de indicadores económicos negativos y amplias medidas restrictivas de la movilidad (que han generado niveles colectivos relevantes de ansiedad, estrés e incluso miedo entre la población e inversores en general), una cuestión sobresale: ¿afectará a la decisión de votar por parte de la ciudadanía? El derecho a votar en democracia es un acto individual, que presenta beneficios y costes. Si los primeros superan a los segundos, la persona verá este acto como un curso de acción valioso y, en consecuencia, votará. Pero la pandemia puede estar incrementando los costes, a consecuencia del aumento en las probabilidades de contagio, con lo que el resultado de este cálculo puede variar.
Para responder a la pregunta anterior, planteamos un ejercicio empírico a partir de las elecciones autonómicas del 12 de julio de 2020 en el País Vasco. El coronavirus generó en esta Comunidad Autónoma más de 14.000 afectados y 1.500 fallecidos hasta ese momento, pero la incidencia no fue igual en todos los municipios. En concreto, de los 251 municipios de la región, 220 (87%) han tenido contagiados, produciéndose en 115 de estos (42% sobre el total) también muertes por coronavirus. Afortunadamente, en 31 (13%) municipios no se registraron ni contagios ni fallecimientos por coronavirus. Esto supone un (cuasi)experimento natural, que permite comparar e identificar cómo ha variado la participación en las elecciones de estos dos primeros tipos de municipios respecto a los últimos, aquellos en los que no hubo contagios (que supondrá el grupo de control frente al que comparar los efectos).
Mapas: Municipios con contagiados y fallecidos por COVID-19 en el País Vasco. Julio 2020
Como hemos adelantado, nuestro objetivo es evaluar cómo varió la participación electoral, respecto a años anteriores y a municipios no afectados directamente, a consecuencia del miedo que la ciudadanía tiene a ser contagiada por la enfermedad. Y ese miedo es más palpable cuanto más cerca esté el votante de los focos de infección.
Para cuantificarlo, hemos conformado una base de datos que contiene información sobre las elecciones regionales desde 2005 a 2020 en el País Vasco. Planteamos un modelo que trata de estimar qué factores explican que en un municipio determinado haya un nivel de participación en función de variables sociodemográficas, características del municipio y, por supuesto, las relativas a la expansión del COVID-19 en el municipio. Aplicando un estimador en diferencias (difference-in-difference), controlando tendencias previas y aplicando placebos para confirmar robustez en las estimaciones, los resultados son los siguientes:
En primer lugar, en los municipios donde ha habido casos de COVID-19, la participación electoral cayó en un promedio de 3,2 puntos porcentuales (siempre respecto a aquellos municipios donde no hubo ni fallecidos ni contagiados, que son el grupo de control), lo que supone una caída media del 4,7% respecto a las elecciones de 2016. Y esta reducción es mayor cuanto mayor es la tasa de infectados en el municipio.
En segundo lugar, en aquellos municipios donde ha habido fallecimientos por la pandemia, el efecto sobre la abstención es mayor. Concretamente, la participación electoral se redujo en un promedio de 4,5 puntos porcentuales, lo que supone una disminución del 6,7% respecto a 2016. Al igual que antes, este efecto es mayor cuanto mayor sea la tasa de fallecimientos en el municipio.
En definitiva, el miedo a votar causó una reducción en la participación ciudadana. Y este efecto fue mucho mayor cuando los votantes observaron más cercanamente los efectos negativos de la pandemia, sobre todo por el fallecimiento de vecinos.
¿Qué podemos concluir?
Estos resultados muestran el efecto que el miedo a ser contagiado ha tenido en la participación en las elecciones. Nuestros resultados son consistentes con un análisis similar de Fernández-Navia, Polo-Muro y Tercero-Lucas, quienes estiman una caída de 2,5-3,8 puntos porcentuales al medir el efecto de los infectados en la participación. No obstante, encontramos un efecto mayor al medir también el efecto de los fallecidos en la participación.
En cualquier caso, estos aumentos de la abstención tienen importantes implicaciones para las democracias modernas, pudiéndose traducir en pérdidas de inclusión política, representación y legitimidad de los sistemas democráticos a consecuencia del miedo al contagio. Por tanto, podríamos hacer tres recomendaciones de política pública: 1) incrementar la seguridad ante el contagio en los centros de votación; 2) utilizar formas no-presenciales de votación (conscientes de los riesgos que estas pueden presentar); y 3) reforzar las medidas para superar cuanto antes la pandemia y prevenir nuevos rebrotes. Los beneficios de estas medidas transcienden a su valor económico, puesto que también protegen la salud de los sistemas democráticos.
Varios son los procesos electorales que se avecinan próximamente (plebiscito en Chile, presidenciales en Estados Unidos, etc.) y que se realizarán en diferentes etapas de la pandemia en sus respectivos países. Si los resultados de este trabajo se mantienen, la abstención será mayor que en elecciones previas, en especial, en aquellas ciudades en las que el coronavirus ha tenido mayor incidencia. ¿Quién ganará por ello? La democracia, seguro que no.
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Nota: El contenido de este artículo forma parte del Trabajo Fin de Máster elaborado por Miguel Vázquez-Carrero, defendido en septiembre 2020 en la Universidad Carlos III de Madrid. Una versión del mismo se puede encontrar en los documentos de trabajo de la revista Covid Economics (vol. 50), del Center of Economic Policy Research.
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