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Partos violentados y la mayoría silenciosa feminista
Una mujer embarazada de 42 semanas, a pesar de haber sido corroborado un perfecto bienestar fetal, ha sido llevada por la policía previa orden judicial a parir al hospital (más información aquí).
¿Su crimen? Haberse creído una persona adulta y capaz y haber ejercido sus derechos de autonomía y consentimiento informado, decidiéndose por realizar un manejo expectante en lugar de una inducción tal y como proponía el hospital y por optar por un parto domiciliario asistido por una comadrona, avalado por la evidencia científica en mujeres de bajo riesgo.
Esta mujer, que cuando fue arrebatada de su domicilio ya estaba de parto y dilatando, al llegar al hospital debido a la tensión y a la situación no sólo dejó de dilatar, sino que su cérvix se fue cerrando, como sucede en todas las mamíferas cuando sentimos una amenaza o no nos sentimos lo suficientemente cómodas para parir.
El parto terminó en cesárea por falta de dilatación. El hospital, que aplicó toda la violencia institucional a su alcance en forma de policía y orden judicial hacia una mujer supuestamente para evitar un riesgo para el bebé, acabó practicando una intervención de cirugía abdominal mayor que multiplica los riesgos de mortalidad en madres y bebés (más información aquí y aquí). Ahí es nada.
Las respuestas institucionales no se han hecho esperar y una vez más, han puesto de manifiesto el desconocimiento científico y la falta de cultura de derechos humanos imperante en España. La ministra de Sanidad Maria Luisa Carcedo compara parto en casa con movimiento antivacunas, obviando toda la evidencia científica que demuestra que parir en casa es una opción segura y en consecuencia directamente promovida por países del nuestro entorno europeo.compara parto en casa con movimiento antivacunasparir en casa es una opción seguradirectamente promovida por países del nuestro entorno europeo
Por su parte, hacen lo propio las asociaciones de jueces cerrando filas a favor de vulnerar los derechos humanos, a pesar de los mandatos expresos de la OMS o del Alto Comisionado de Derechos Humanos del Consejo Europeo.
Trasladando ahora el foco hacia el movimiento feminista, éste se llena la boca con el famoso “no es no”, “solo sí es sí”, “mi cuerpo mi decisión”… pero cuando llega el momento de defender a las mujeres víctimas de violencia obstétrica, noticias que deberían hacerse virales no aparecen por ningún lado, los apoyos brillan por su ausencia y el silencio feminista es abrumador.
No sólo eso, sino que se ponen de manifiesto las manidas fobias hacia todo “lo maternal” y asociaciones de renombre cuya actividad se basa prácticamente en su totalidad en criticar el hacer judicial patriarcal, en protestar las sentencias de Juana Rivas, de la manada, etcétera, al ser interpeladas en casos como este en Oviedo, ofrecen por penosa respuesta que “si hay una orden judicial por algo será”.
Una vez más estos hechos ponen de manifiesto la maternofobia que permea el movimiento feminista y la poca conciencia en el mismo de que la salud no es sólo sexual, también es reproductiva, y que a las mujeres no sólo se nos impide no ser madres en libertad (de ahí la importancia de un aborto libre, seguro y gratuito) sino que también se nos impide ser madres en libertad (en el caso que nos ocupa, mediante la violencia obstétrica).
Hago un llamamiento a una revisión profunda desde el movimiento feminista para no dejar tiradas a las mujeres que han elegido ser madres de forma adulta y consciente y han decidido ejercer sus derechos fundamentales humanos a la autonomía y al consentimiento informado.
“No es no”, “Si es sí”, “Mi cuerpo, mi decisión” y “Mi parto, mi decisión”.
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