La apuesta de Sánchez por el reencuentro acaba con la mayoría independentista en Catalunya y da carpetazo al procés
En Hacerse todas las ilusiones posibles y otras notas dispersas, Josep Pla escribió que “el primer drama del catalán consiste en el miedo a ser él mismo” y otro aún más grave es que el “catalán no puede dejar de ser quien es. A veces huye de sí mismo y otras, cuando sigue dentro de sí, se refugia en otras culturas, se extranjeriza, se destruye (...) A veces parece sufrir de manía persecutoria y otras de engreimiento. Alterna constantemente la avidez con sentimientos de frustración enfermiza”.
Catalunya es como es y durante los últimos 40 años, ha sido mayoritariamente independentista. Este domingo ha dejado de serlo. Los partidos soberanistas han perdido la mayoría del Parlament, lo que hace que la histórica victoria del PSC de Salvador Illa se agrande y facilite la gobernabilidad. O no. Porque todo depende de ERC, que es quien tiene la llave y quien ahora tendrá que decidir si forma o no parte de un tripartito con socialistas y comunes. El debate entre las dos almas de los republicanos está ya abierto y también el del liderazgo de un Pere Aragonés, que pierde 13 escaños y un 7% de los votos respecto a hace tres años. De momento, su candidato anuncia que se irá a la oposición y cierra, a priori, la puerta a un tripartito, lo que deja en el aire la gobernabilidad.
Lo cierto es que, los socialistas han podido gobernar la Generalitat cuando ERC ha decidido darles apoyo. Ocurrió con Pasqual Maragall y con José Montilla. Y de no hacerlo con Salvador Illa, la situación de bloqueo será inevitable y la posibilidad de repetición electoral, una realidad que perjudicaría a los republicanos y beneficiaría un Puigdemont, que ha sumado tres escaños más respecto a 2021.
Mientras deciden, los socialistas ya pueden pavonearse de que la apuesta de Pedro Sánchez por la convivencia, el reencuentro, los indultos y la amnistía haya tenido su recompensa, a pesar del desgaste acumulado en el resto de España, que ni se rompe ni ha multiplicado el número de independentistas, como auguraba una inflamada derecha. Gana Illa y gana el presidente del Gobierno, que se jugaba todo el crédito y hasta la legislatura este 12M.
Y es que si había unas elecciones con lectura nacional, estas eran sin duda las de este domingo porque marcaban un antes y un después en el segundo mandato de Sánchez por la dependencia del PSOE de los partidos independentistas. No en vano, la legislatura había entrado en una especie tiempo muerto hasta que las urnas clarificaran este 12M un escenario que permitiera retomar la agenda legislativa y un horizonte de estabilidad. No tanto por los resultados porque el PSC partió siempre como favorito sino por la fortaleza o debilidad en que quedara el independentismo tras el envite de Sánchez con la amnistía y su llamada política del reencuentro.
El tiempo le ha dado la razón a un presidente que con el veredicto de las urnas da por finiquitado el procés, después de enfrentarse no sólo a la voraz oposición de la derecha sino a buena parte de los referentes históricos de su partido y la mayoría de la opinión publicada por su entente con el independentismo. Y no sólo eso. Si Puigdemont cumple su palabra, Sánchez también podrá anotarse el tanto de haber jubilado al molt honorable, ya que dijo que se retiraría si no lograba ser investido president de la Generalitat, un escenario harto improbable. Los resultados son también un aldabonazo para un presidente que afronta las elecciones europeas dispuesto a quebrar los pronósticos más adversos.
Sánchez vuelve así a hacer de Sánchez, tras sus cinco días de reflexión en los que amagó con dejar el cargo y dar por inaugurado un nuevo ciclo en Catalunya en el que el independentismo deja de ser hegemónico. Falta por despejar, eso sí, cómo afectarán los resultados a la cohesión de la mayoría que hizo posible la investidura de Sánchez. Ni ERC ni Junts se lo pondrán fácil, pero tampoco parecen estar por la labor de retirar el apoyo que prestan al PSOE en el Congreso de los Diputados. La primera pantalla a salvar será la de los Presupuestos Generales de 2025, que serán los que puedan estabilizar definitivamente el mandato.
Las elecciones europeas son ahora un plebiscito, según los socialistas, no para el Gobierno sino para el PP, que este domingo aspiraba sólo a superar a Vox tras asumir buena parte de su discurso. Si para el PSOE, Feijóo está en la irrelevancia en dos territorios como Euskadi y Catalunya, en el PP se dan por satisfechos tras recuperar terreno después de sumar 12 escaños a los pírricos tres que tenían, superar a Vox y pasar de la octava a la cuarta posición del tablero. En Génova creen que su presidente recupera oxígeno para las europeas, en las que se juega mucho más que Pedro Sánchez, pero decir que su formación se consolida “con claridad” en Catalunya como “alternativa constitucionalista” es todo un ejercicio de realismo mágico cuando no llega ni al 11% de los votos.
Alivio en todo en el PP y alivio también en Sumar que, aunque sigue perdiendo posiciones en todos los territorios, son decisivos para la gobernabilidad de Catalunya. La expectativas eran bajas, ya que los comunes –la franquicia catalana– se arriesgaban a perder hasta la mitad de los diputados, según las encuestas, pero los seis diputados logrados al final suponen una pérdida de dos escaños. Una caída menor que los dos estrepitosos fracasos en Galicia y País Vasco, donde en un sitio quedaron fuera del Parlamento y en el otro se quedaron con un diputado. Decir que son optimistas antes las europeas es decir mucho teniendo en cuenta el histórico que acumulan y que el 9J se miden por primera vez a nivel nacional con Podemos y la candidatura de Irene Montero.
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