Federico Trillo, el muñidor judicial del PP
“Si le dejas solo en una habitación es capaz de apuñalarse a sí mismo”. La frase que retumbó en la sede del PP en Génova se atribuye a José María Aznar o a Francisco Álvarez-Cascos, pero tiene un solo protagonista, Federico Trillo (Cartagena, 1952). Esta premisa explica bien la carrera meteórica del que fuera exministro de Defensa y próximamente relevado embajador español en el Reino Unido tras el informe del Consejo de Estado que responsabiliza a su gabinete del accidente del Yak-42 en el que murieron 62 militares españoles en 2003.
Brillante estudiante, se licenció en Derecho en Salamanca. Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, consiguió el número uno de su promoción en el Cuerpo Jurídico de la Armada y, posteriormente, en la oposición al cuerpo de letrados del Consejo de Estado. Miembro del Opus Dei, su profundo conocimiento del Derecho junto a sus habilidades para la negociación y todo un entramado de contactos y favores debidos en diferentes estancias de la judicatura le otorgaron el papel de estratega jurídico del Partido Popular.
Sus inicios en política datan de 1982, cuando entra en el gabinete jurídico de la entonces Coalición Popular, liderada por Manuel Fraga. Cinco años después, ya era miembro de la Ejecutiva Nacional. Hoy sigue siendo vocal de libre designación en el máximo órgano de dirección del partido entre Congresos.
Si existe una cloaca en el mundo de la judicatura nadie como Trillo sabe nadar en ella. Una de las razones por las que a pesar de su polémico paso por el Ministerio de Defensa entre 2000 y 2004 fuese premiado con una de las “embajadas sensibles”, según fuentes del Ministerio de Exteriores, a pesar de no ser diplomático. El propio Mariano Rajoy reconoció los tejemanejes de Trillo con un agradecimiento público en un mitin de campaña del PP en Valencia en noviembre de 2011: “Gracias. Te has estado ocupando de temas... en fin, no vamos a calificarlos”. Tras la mayoría absoluta del PP, tres meses después Trillo fue nombrado embajador.
Los movimientos en la oscuridad comienzan durante la época del felipismo. Trillo hace gala de sus contactos en el ala más conservadora de la judicatura para impulsar los ataques judiciales a través de todos los instrumentos jurídicos hábiles en el caso Filesa, de financiación ilegal del PSOE, o los desfalcos del director de la Guardia Civil Luis Roldán, entre otros, con apoyo de los medios de comunicación reunidos en lo que dirigentes del PSOE bautizaron como la caverna mediática.
Durante esta época no tuvo dudas de ayudar y jalear al juez Baltasar Garzón para desgastar al PSOE en los procesos por la guerra sucia de los GAL contra ETA, aunque posteriormente lo apuñalaría repetidas veces para lograr que soltara la investigación de la corrupción del PP en el caso Gürtel.
Caso Naseiro
Pero su victoria más valorada en el PP en ese momento fue el archivo del caso Naseiro sobre la supuesta financiación ilegal del partido. Trillo movilizó todas sus conexiones para lograr que las escuchas de la policía fueran declaradas irregulares por el Tribunal y para manchar mediáticamente la trayectoria del juez Luis Manglano.
Los jueces ordenaron eliminar las grabaciones donde se podía escuchar a Vicente Sanz, entonces presidente de la Diputación de Valencia por el PP: “Estoy en la política para forrarme”. El extesorero del PP Luis Bárcenas declaró ante el juez que el dictamen jurídico utilizado en la defensa de los imputados en el Caso Naseiro fue encargado por Trillo al abogado Manuel Cobo del Rosal y pagado con fondos del Partido Popular procedentes de la caja B.
El cierre del caso Naseiro revalorizó a Federico Trillo ante un José María Aznar, que recién llegado a la presidencia del PP veía que su imagen y su posición al frente del partido no se veían cuestionadas. Aznar le premió primero con la presidencia del Congreso y más tarde con el Ministerio de Defensa. Trillo correspondió ejerciendo una política “sin complejos”.
Irak y Perejil
Durante su periplo en el Ministerio, con el apoyo del PSOE, puso en marcha la renovación de los servicios secretos españoles, que quedó en un simple cambio de nombre de CESID a CNI, y donde no se resolvían las lagunas en el control judicial de las actuaciones de los espías, pese a las enmiendas de los grupos de la oposición. Además de su estrepitoso fracaso en la gestión del accidente del Yak-42 y el engaño en la identificación de los cadáveres, Trillo protagonizó la esperpéntica invasión del islote Perejil frente a las costas marroquíes.
Posteriormente, Jorge Dezcallar, exdirector del Centro de Nacional de Inteligencia (CNI), acusó en su libro a Trillo de presionar para hacer inmediatamente los funerales de siete agentes españoles en Irak sin que se hiciera la identificación de los cuerpos, la misma operativa que se siguió con los fallecidos del Yak-42.
Sobre la participación de España en esta guerra, Trillo llegó a admitir que la información que les llegó sobre las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein y que justificaban el conflicto “no era completa ni verdadera”, tras la publicación del informe Chilcot.
Caso Gürtel
Con la vuelta del PSOE a la Moncloa con José Luis Rodríguez Zapatero en 2004, Trillo volvió a convertirse en el arquitecto de la estrategia judicial del Partido Popular. Como portavoz en la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados y comisionado del PP ante el Tribunal Constitucional, no había cargo en el Consejo General del Poder Judicial, en el Tribunal Supremo y en el Constitucional que no pasara por su negociado.
En la oposición volvió a situarse frente a uno de los principales retos del Partido Popular, el caso Gürtel. Con los antecedentes del caso Naseiro, Trillo sacó toda su artillería para desprestigiar a Cándido Conde Pumpido, fiscal general del Estado desde 2004 hasta 2011, al que continuamente acusó de “sectarismo y partidismo”, y atacó a las dos fiscales anticorrupción acusándolas de ocultar pruebas y actuar en colaboración con el juez Baltasar Garzón. Con este último, Trillo se ensañó públicamente y no paró hasta que tras varias demandas y recursos fuera condenado por las escuchas relacionadas con la investigación de Gürtel y expulsado de la carrera judicial.
Papel aparte fue su rol en la caída del presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, con rezos de por medio o su visita a la tienda de ropa Forever Young para diseñar un contratataque jurídico y acabar con el sastre José Tomas, que aseguraba que a Camps le había pagado la trama Gürtel con trajes.
Para entender el papel de Trillo y su influencia en la judicatura española, solo hay que ver el papel de algunos magistrados españoles. Un caso palmario es el de Enrique López, considerado por el PSOE como un agente del PP. Aupado al Consejo General del Poder Judicial en primer lugar por el PP, cuando fue propuesto por los populares para el Tribunal Constitucional en 2011, Trillo se negó a seguir adelante con cualquier negociación para la renovación del alto tribunal si Alfredo López Rubalcaba no aceptaba a López.
Trillo consiguió doblegar a los socialistas y Enrique López se convirtió en magistrado del Constitucional hasta que dimitió porque la policía lo detuvo borracho conduciendo su moto de madrugada. Azares de la vida judicial, a Enrique López, le tocó en turno ser el juez del caso Gürtel. Afortunadamente para la Justicia, López fue recusado.
También fue el responsable de la ofensiva del PP contra el Estatut de Cataluña. El recurso de inconstitucionalidad lo firmó junto a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, hoy arrepentida de una actuación judicial que ha impulsado al independentismo catalán.
Estudio Jurídico Labor
Ya como embajador del Reino Unido, a través de la investigación de la Trama eólica, se descubrió que Trillo había seguido haciendo negocios con su despacho de abogados Estudio Jurídico Labor, del que tiene un 70% de las acciones –el resto lo controlan sus hijos–, a pesar de que era diputado de las Cortes. Entre 2004 hasta 2013 su bufete facturó 4,55 millones de euros. El exministro aseguró que tenía permiso del Congreso y que no había incompatibilidades.
Especialista en William Shakespeare, hizo su tesis doctoral sobre el poder político en los dramas de Shakespeare, aunque luego se descubrió que no hablaba inglés. Una frase del personaje de Polonio en Hamlet define perfectamente su carrera: “Con un cebo de mentiras, pescas el pez de la verdad”.
El informe del Consejo de Estado del Yak-42 ha sido la última puntilla de una carrera llena de intrigas y maniobras oscuras. Como metáfora final del desatino, Trillo ha pedido su reingreso en el Consejo de Estado.