Vox vuelve a la irrelevancia en Ceuta arrinconado por sus “excesos” un año después de su éxito electoral

Gonzalo Testa

7 de enero de 2021 23:23 h

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Vox ha dado en un año la vuelta completa al tablero político en Ceuta y ha acabado solo. Orgullosamente solos, pregona el portavoz local de la extrema derecha desde que el PP regional rompió su alianza de “estabilidad” y volvió con el PSOE. “No es que Vox esté solo, es que para el futuro de esta ciudad y de España solo queda Vox”, no deja de repetir Carlos Verdejo en una ciudad en la que el 10 de noviembre de 2019 los de Santiago Abascal lograron el 35,5% de los votos, tres veces más que en el conjunto de toda España (15,2%). 

En las generales de 2015 solo habían reunido 356 sufragios (1,3%). Cuatro años después se hicieron con el escaño local en el Congreso y uno de los dos del Senado. Así rompieron dos décadas de hegemonía del PP ceutí, que solo mantiene un senador, el profesor David Muñoz Arbona, un novato en política que saltó a la fama al recibir al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, en la Cámara Alta con una bandera de España, un retrato de Felipe VI y una corona de baratillo colocados en su escaño.

Fue un “efecto arrastre”, considera el politólogo y ex portavoz de Podemos en Ceuta Julio Basurco: “Su magnífico resultado en 2019 no se debe a ningún mérito de sus representantes, sino al momento de crecimiento y acaparamiento mediático a nivel nacional y a los enormes frutos que, tratándose de un partido reaccionario, podía dar tal coyuntura en una ciudad conservadora como Ceuta teniendo en cuenta, además, el gran desgaste del PP local”.

En un mes el PP de Juan Vivas viró a la derecha para retomar el control de una circunscripción que este siglo había dominado con hasta un 67% de respaldo electoral. El presidente de la Ciudad, que llegó a su cargo en 1999 gracias a una moción de censura que sumó al PP y al PSOE para expulsar al GIL, había empezado su primera legislatura autonómica en minoría apoyado también en los socialistas, pero tras la irrupción de Vox abjuró de sus compromisos de campaña.

Vivas sacrificó por la “gobernabilidad” su promesa de no aliarse con “un peligro para la convivencia” en una ciudad con alrededor de un 49% de la población de la comunidad cristiano-occidental, otra tanta árabo-musulmana y, redondeando, un 2% hindú y hebrea, repartido casi a partes iguales y que tiene un gran peso económico y político. Vivas aguantó los envites.

El primer tropezón de Vox fue a finales de enero, cuando perdió a dos de sus seis diputados en una Asamblea de 25, donde el PP tiene nueve, siete el PSOE, dos el Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía y uno Coalición Caballas. Los diputados María del Carmen Vázquez y José María Rodríguez -que fue uno de los fundadores del partido en Ceuta- se fueron “espantados” tras la divulgación de mensajes xenófobos de WhatsApp atribuidos a los líderes del partido. En febrero la formación de extrema derecha perdió a su senador electo, el médico Juan Ros, a quien dejó caer sin apenas defensa tras ser detenido e investigado por violencia machista ejercida contra su esposa.

A pesar de todo, nada podía con su inercia al alza. Vox consiguió echar a todos los socialistas de la estructura administrativa y colocar en la Vicepresidencia Primera de la Mesa de la Cámara a Francisco Javier Ruiz, un policía nacional en excedencia que llevaba meses rogando por ingresos superiores a los 1.400 euros mensuales de su indemnización como diputado raso. “La III Guerra Mundial tendrá que comenzar algún día. Y será contra el Islam”, había supuestamente escrito como 'Pachi Trepa', el pseudónimo que presuntamente oculta su identidad en los WhatsApp privados de la Gestora, donde alertaba de que un ejemplo de lo “enfermas” que están Ceuta y España es “que haya españoles que digan que tenemos que tragar moros por cojones”. 

Allí también se repudiaba la “mierda de Ceuta de las Cuatro Culturas” de Vivas, a quien Vox pidió también la Gerencia de la Radio Televisión Pública y que dejara de subvencionar a entidades como Mujeres Progresistas, Enfermos Sin Fronteras y Cardijn. El portavoz de Vox, Carlos Verdejo, pedía entonces “el fin de los chiringuitos” y “la purga de los socialistas, un partido criminal desde su fundador”.

La mayor manifestación de lo que va de siglo en Ceuta, más de 6.000 personas, repudió el 28 de febrero la deriva del Gobierno ceutí, pero Vox siguió ganando pulsos. El relato del Ejecutivo local viró y cargó cada vez más explícitamente contra Marruecos, los inmigrantes en general y los menores extranjeros no acompañados en particular como 'tumores' de la ciudad, líder en tasas de paro, fracaso y abandono escolar y población en situación o riesgo de pobreza o exclusión social.

“Solo aman a una parte de Ceuta, no a toda”

El alineamiento del PP y Vox en Ceuta encajaba con los pactos de ambos partidos (y Ciudadanos) en Andalucía, Murcia o Madrid hasta que Pablo Casado corrigió el rumbo de su partido en el Congreso: “No somos como usted porque no queremos ser como usted”. Vivas, que había sido el último barón autonómico en sumarse a la extrema derecha, fue el primero en alejarse de ella harto de una crispación social y política sin precedentes en la ciudad. “Solo aman a una parte de Ceuta, no a toda”, resume la consejera de Hacienda, Kissy Chandiramani, sobre la distancia entre ambos partidos.

A ojos de Basurco “el grueso de los votantes de Vox son ex del PP en busca de una ‘derecha renovada y sin complejos’, es cierto, pero una cosa es eso y otra un fanatismo obsesivo que resta seriedad a la hora de presentarte como un gestor creíble, por lo que es posible que muchos vuelvan a ‘casa”. 

La miembro del Ejecutivo, hindú, una comunidad vituperada como la musulmana y hebrea en los chats privados de la cúpula de Vox, ha dado la “bienvenida” a “la ‘derechita cobarde’ que no se parece a la extrema que quiere devolvernos a las trincheras”. El portavoz del PP, Carlos Rontomé, secunda el giro. “Cuando tengo que elegir entre prender la mecha a esta ciudad o pactar los Presupuestos con otros partidos, me quedo con lo segundo”, avisa tras negarse a asumir las exigencias de Vox de dejar de subvencionar a toda entidad ligada a la comunidad musulmana, feminista o dedicada a atender a inmigrantes, víctimas de violencia de género o medios de comunicación “chislachis”.

El viraje del PP ha devuelto a Vox a la irrelevancia aritmética parlamentaria, pero Basurco considera que no se puede “hablar aún de ‘fracaso’, por más que haya perdido a dos de sus diputados o el Gobierno del PP haya decidido, esta vez, apoyarse en el PSOE para aprobar sus Presupuestos”. “Quedan cerca de tres años para otras elecciones y puede pasar de todo, pero sí creo que está perdiendo apoyos porque a sus limitaciones a la hora de desenvolverse política y mediáticamente hay que sumarle”, advierte, “un elemento fundamental que, si bien en determinadas dosis le ha sido beneficioso hasta hace poco, le ha empezado a perjudicar debido a su exceso: la islamofobia”. 

El ex dirigente local de Podemos, que remarca la “irresponsabilidad” de Vivas por la “calamidad” de “unirse a Vox”, no es el único que cree que el PP “ganará su particular competición con la ultraderecha si se presenta como un partido centrado y firme en sus convicciones, pero alejado de exabruptos y excesos”.

En la Junta Directiva de los de Vivas también los hay convencidos de que Vox “tocó techo” hace un año en Ceuta. “Sus problemas internos, las tensiones sociales que han generado sus excesos… Estar cerca de nosotros les daba imagen de partido de gobierno sin responsabilidades negativas y al final se quedarán con el 25% ó 30% de votantes que en este tipo de partidos de soluciones fáciles a problemas complejos defiende que, cuanto más montaraces, mejor”, escrutan veteranos en el análisis político.

Estas Navidades el PP ha consentido un gesto político sin precedentes en la Asamblea regional: la “reprobación” de la senadora de Vox, la enfermera Yolanda Merelo que sustituyó a Ros, por su “crueldad infinita” al presentar en una pregunta al Gobierno central como un amotinado en su habitación del Hospital a un ciudadano marroquí en estado vegetativo desde hace cinco años. El PSOE preveía sacar también justo después de Reyes a la ultraderecha de la Vicepresidencia Primera de la Cámara regional, cargo al que el policía nacional Francisco José Ruiz renunció tres días antes de que le echasen “los socialcomunistas y promarroquíes”. El timón de RTVCE es el último bastión del que Vox no ha sido desalojado, pero Vivas ha deslizado entre líneas que accederá a las peticiones de los socialistas para hacerlo con el fin de que su entente llegue a 2023.

“La dimensión populista se ha tragado a Vox”, estima uno de sus fundadores en la ciudad

El profesor de instituto José María Rodríguez es “muy de derechas”. Lo dice siempre. Lo recordó en la rueda de prensa en la que anunció, a finales de enero, que dejaba el Grupo Parlamentario de Vox en la Asamblea tras publicarse decenas de mensajes de Whatsapp islamófobos de los ex compañeros de cúpula del partido que había promovido sin apenas medios desde 2013 en Ceuta como alternativa “liberal” al PP.

Él también cree que aquella opción “ha tocado techo” en la ciudad a costa de “recoger fotos a costa del populismo, de central en el discurso en la valla y la inmigración olvidando todo lo demás”.

El presidente de Vox en Ceuta, Juan Sergio Redondo, lo tenía muy claro allá por 2018, la época de la que datan todos los mensajes escritos y de audio que, en su sucesivas tandas, se han ido filtrando a lo largo de este año a los medios: “Lo que nos va a dar votos para poder estar en la Asamblea y atajar la corrupción y acabar con los desmanes es poner permanentemente sobre la mesa el tema de la inmigración, de la inseguridad… El tema de los MENAS, de los atracos, de los robos, de la delincuencia. Eso es lo que tiene aquí a la gente hasta las narices”, advertía a sus compañeros de Gestora.

“En privado se dicen muchas burradas”, contextualiza Rodríguez los impropios atribuidos a una dirección de Vox que repudió interna y después públicamente por “demasiado vertical” y exageradamente “simplista” en sus planteamientos. “La dimensión populista se ha tragado a Vox en Ceuta, donde apenas ha realizado pocas o ninguna propuesta de calado sobre los problemas más importantes de la ciudad”, estima.

La hipérbole ha impedido, considera Rodríguez, que los (“pocos, es verdad”, asume) caballas árabo-musulmanes que “en algún momento” se aproximaron a Vox aumentasen o aceptasen dejarse ver. “La evolución del partido ha sido tal que comprendo que no se quedase nadie y que antes nadie se hiciera cargo de la presión social que hubiese supuesto sintonizar nuestro discurso económico modernizador, que ha acabado devorado por el trazo grueso de blindar lo ‘español’ con un solo credo o etnia”, interpreta.