“Cuanto más nos miramos hacia dentro, más nos parecemos todos”. Esta frase me ha agitado el corazón. Simpleza que remueve por su profundidad. Es el espíritu de un documental que todos deberíamos ver, al menos, una vez. Y eso es lo que quiero, que lo vean. ¿Cómo? Se lo cuento al final.
Puedo hablarles de inclusión y equidad, de obligatoriedad legal, pero… deberían verlo con sus propios ojos y escucharlo con sus propios oídos. Si su mundo o el de su familia es el de la discapacidad, ya saben a todo lo que me refiero. Sin embargo, no es la discapacidad algo privado. No es “un problema” de la familia. Aunque la Constitución siga llamándonos a las personas con discapacidad “minusválidas”.
Con la rapidez que se cambian otras cosas en el Congreso cuando se quiere… Las familias no tienen que pelear, realizando una dura carrera de fondo, por la educación de sus hijos, como le sucedió a Rubén Calleja, un niño con Síndrome de Down, cuya familia tuvo que luchar una década para que se respetara su derecho a una educación inclusiva, hasta que la ONU dictaminó en 2020 que España había violado ese derecho.
Realizado por la cineasta chilena Cecilia Barriga, el documental aborda el sentido profundamente humano de la educación inclusiva. Nos conmina a generar ese movimiento social que la haga realidad.
El movimiento invita a todo el que quiera a organizar una proyección. Simplemente hay que rellenar un breve formulario, tener un lugar para la proyección, y el equipo les manda una copia de la película, con todo el material informativo, guía para el coloquio, photocall, etc.
Siempre se habla del dinero, de lo que cuesta, pero, muchas veces, lo que más cuesta es que nos escuchen, que nos comprendan. ¿No dicen que con voluntad todo se logra? Y muchos sabemos de esa voluntad. Sabemos de la voluntad de las familias, de tantos profesionales que se dejan la piel… y de tantos otros que siguen mirando para otro lado. “Quererla es crearla”.
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