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La Generación Nocilla se reúne 17 años después para hacer balance: “Rompimos con el escritor gañán”

Los protagonistas, en Sevilla en la exposición 'Instrucciones para escribir el Siglo XXI'.

Alejandro Luque

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El asesino siempre vuelve al lugar del crimen, y la Generación Nocilla a la ciudad donde fue alumbrada como tal. Así podría resumirse la reunión celebrada hace unos días de tres de los autores que encabezaron ese movimiento en el encuentro Bookstock de Sevilla, en el que recordaron cómo se creó esta etiqueta, cómo fue su irrupción en el panorama literario español y qué ha quedado de ella en la actualidad. Los escritores Agustín Fernández Mallo (quien debutó con la novela Nocilla Dream, que dio nombre al grupo), Eloy Fernández Porta y Jorge Carrión participaron con la también novelista Laura Fernández en un animado debate que quiso subrayar la singularidad del fenómeno.

Cabe recordar que el origen de todo fue la cita de nuevos narradores Atlas Literario Español que Seix-Barral y la Fundación José Manuel Lara convocaron en junio de 2007. En todas las sesiones se manifestaba un claro deseo de que de allí saliera cualquier tipo de proclama o manifiesto generacional, pero la cristalización de ese empeño, como cabía esperar, no vino de los escritores, más bien reacios a hacerse fotos de familia, sino de la prensa: la periodista Elena Hevia acuñó el rubro Generación Nocilla, y Nuria Azancot lo fijó en un reportaje poco después.

“En su momento, me pareció efectista”, recordaba Carrión. “La misma idea de usar el término generación, que en España remite al 98 y el 27, resultaba anacrónico. Lo que surgió fue una red de intereses y sensibilidades que no era nacional, no era española. Pero sobre todo no se entiende lo que pasó en el cambio de siglo sin internet”.

Letras periféricas

Fernández Mallo evocó también aquel tiempo en que “yo vivía en Mallorca, no en un centro de poder literario. Tenía un trabajo extraño en el que pasaba 50 y pico horas a la semana en un búnker bajo tierra, con todo lo que de Homer Simpson tiene eso, y en mis tiempos libres escribía. Pero la idea de escribir una novela ni siquiera se me había pasado por la cabeza”. Ni siquiera conocía a escritores, ni sospechaba que hubiera gente haciendo cosas más o menos afines a las suyas, hasta que descubrió el blog del cordobés Vicente Luis Mora –otro de los grandes elementos de cohesión del movimiento– y la encontró. “Lo importante era que ya se podía hacer literatura desde otros lugares, ya no se necesitaba estar en los cafés y los cenáculos de Madrid. Pero todavía era solo algo que estaba empezando, un fuego que no se sabe adónde va”.

Este coruñés, que escribió Nocilla Dream “en un hotel de Tailandia, con la cadera rota”, no dio crédito al éxito inesperado de su experimento narrativo, y mucho menos de que éste diera pie a una “generación”. “Me quedé chocado, era algo muy marciano. Pero también un arma de doble filo, porque gente que se arrimó a nosotros para medrar también iban a achacar su fracaso posterior a mi novela. Pero la primera reacción fue reírnos. Nos enteramos por la prensa de que éramos eso”.

Fernández Porta apuntó que, frente a las vías tradicionales de entrada en el mundo literario español (la Filología y el Periodismo, y en menor medida el Derecho) aquel momento, que él prefiere llamar Afterpop, abrió las puertas a gente procedente de la ciencia, lo que implicó “un cambio en las referencias y los temas de conversación, que tuvieron mucho eco en revistas como Lateral o Quimera”.

Aparatos teóricos

La reacción de las editoriales no se hizo esperar: allí había algo de lo que de repente todo el mundo hablaba, y ninguna quería perder comba. Carrión recuerda que un amigo de La Central de Barcelona le avisó de que Claudio López Lamadrid, entonces poderoso editor de Random House, acababa de comprar su obra Australia. A Fernández Mallo el teléfono le echaba humo, directamente. “Me llamaron todas, y Alfaguara me compró directamente toda la trilogía de Nocilla. Eso fue importante, no para que escribiéramos, porque nosotros ya lo hacíamos antes de que las editoriales nos prestaran atención, pero sí para que la obra fuera relevante. Cuando ocurre algo así, todo se reposiciona”.

Carrión plantea por qué intentos comerciales anteriores, como la llamada Generación Kronen de los Mañas y Loriga, no tuvo el mismo calado, y se responde que “eran autores que no estaban maduros ni tenían una poética, y se hundieron”. Fernández Porta y Fernández Mallo coinciden con él en que otra clave fue que “aportamos un aparato teórico muy fuerte. No recuerdo que nadie hiciera eso antes, salvo quizá Ferlosio. Nuestros textos aún se leen y se mantienen”.

Giro hacia el realismo

“Yo me sigo sintiendo en minoría”, comentó Carrión a la hora de abordar el lugar que ocupa hoy aquella Generación Nocilla en el panorama español actual, lastrado en su opinión por “el realismo, el discurso sobre la clase media y la burguesía y el uso de la autoficción. La literatura inconformista y existencial sigue siendo minoritaria. Me parece fundamental que haya una especie de locos en un laboratorio de I + D en nuestras letras, mientras que la literatura española ha sido tradicionalmente teoricofóbica”.

“Queriendo o sin querer, rompimos el mito romántico del artista inspirado en su cueva por unas musas, al que nada teórico le influye y todo es etéreo para él”, concluyó Fernández Mallo. “Cuando entré en la literatura me quedé espantado. Yo venía de algo serio, de la Física, y me encontré aquella serie de señores que hacían sobremesas infinitas de gintonics contando batallas absurdas. Me parecía imposible que fueran profesionales, no de las letras, de cualquier cosa. Sin querer, rompimos con el escritor gañán, ese que decía ‘yo paso de pensar, me levanto por la mañana, me tomo un gintonic y hago una novela de puta madre’”.

El escritor, no obstante, se muestra con Carrión “menos optimista con el giro que desde la crisis de 2008 ha dado nuestra narrativa hacia el realismo social, nada experimental y en ocasiones directamente panfletario, del pastor que guía a las ovejas, que es justo lo que no queríamos hacer cuando empezamos. Los únicos cambios positivos en estos años han sido son la irrupción del cuerpo y la literatura escrita por mujeres”.

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