Un payaso en la memoria histórica: El Rámper, el “hijo cantor de la clase obrera” que rescata a las víctimas del franquismo
Las tablas del olvido crujen a destiempo cuando Jesús Bienvenido sube a escena como ‘El Rámper’. La magia del circo hilvana un espectáculo músico-teatral que abre los cajones de la represión fascista y saca del armario a las víctimas del franquismo. “Si no te araña, no es carnaval”, dice el autor. Y el “hijo cantor de la clase obrera” es un payaso en la memoria histórica. Una faena que desgarra las cunetas de las coplas carnavaleras. Una forma, acaso, de pintar la cara a la tiranía de la desmemoria.
“Cuento la historia de este país, no la de Cádiz o del Carnaval, es la historia de España, la que no hemos conocido porque nos la han enterrado”, retrata Jesús Bienvenido (Cádiz, 1976) en conversación con elDiario.es Andalucía. Un viaje al pasado reciente que ‘El Rámper’ trae a la actualidad de una tierra marcada a sangre por la violencia golpista que suma cifras de víctimas desde julio de 1936.
“Es una historia que, con otro disfraz, se repite en el país entero”, anuncia ante su aterrizaje en Sevilla, en el Teatro Pathé, viernes 24 y sábado 25. La apuesta teatral avista las “60 representaciones” pegando el pellizco tricolor en las entrañas. “No esperaba tanto, como en Madrid, sabía que iba a funcionar porque llevamos ya un recorrido pero no que iba a gustar tanto”, confiesa Bienvenido.
“Se corre la voz y la gente quiere ver El Rámper”, apunta de un personaje que protagoniza además el documental Cádiz, más allá del olvido (Producciones Singulares). Y sobre una función compuesta desde el compromiso social y el marcado estilo de un creador que, entre la artillería del pasado carnaval gaditano, hizo virales las letras dedicadas a las lenguas cooficiales de la comparsa infantil 'Las hijas de Neptuno'.
Golpistas contra el Carnaval
Un autor del Cádiz de la II República crea la exitosa murga ‘Los Rámpers catastróficos’ en referencia a su apodo. En esa figura encuadra Jesús Bienvenido a ‘El Rámper’, con el influjo de la añeja y prolífica leyenda carnavalera Manuel López Cañamaque (1882-1953) y un mote inspirado a su vez en el famoso payaso Ramón Álvarez Escudero, el mejor artista de variedades en las décadas de los 20 a los 40 del siglo XX en España.
El libreto hila la escena “a través del lenguaje circense, que es mágico, poético” y propicia que la representación “camine por un marco algo más liviano que el público entienda mejor”, explica. Un enfoque que viste también a ese “personaje ficticio” que refleja y revive a las decenas de autores, directores e intérpretes de la murga y el coro de aquellos años que sufrieron la represión franquista. “Algunos fueron asesinados”, apunta.
Un escenario social que muta de aquella “eclosión cultural” de la clase obrera que prohibió Franco, como escribe el historiador Santiago Moreno, a la pedagogía del terror que desvela El verano que trajo un largo invierno, libro de Alicia Domínguez. Dos trabajos de investigación que arman el discurso histórico de la obra. “Todo lo que hago en ‘El Rámper’ está sustentado en sus tesis”, agradece Bienvenido.
“En los años de la II República el carnaval había sido muy libre y la represión y los asesinatos fueron en venganza”, por escribir y cantar “de temas políticos pero, sobre todo, religiosos”, resume. Una libertad creativa cuyas costuras saltan hoy con las tijeras “del odio” que enarbola el “franquismo sociológico” y la memoria nostálgica de la dictadura.
Arte contra el odio
“Al principio de –representar– ‘El Rámper’ venía gente que se levantaba y se iba, que no aplaudía, que decidía castigarme con el silencio… y yo me preguntaba en qué momento el Carnaval de Cádiz ha vendido esto, en qué nos hemos equivocado, porque el carnaval nace de la clase obrera y tiene que defender a la clase obrera”, en palabras de Jesús Bienvenido.
“Si lo que quieres es una letra bonita de La Caleta, eso no es carnaval y a lo mejor estamos haciendo un perfil de aficionado que no tiene nada que ver con esto”, reflexiona. “Los autores buscan letras que levantan al público, y eso es concursero y te da premios, pero no entran en estos temas”, señala. Y “si no te araña, no es carnaval”, reitera, como escribe para que lo diga El Rámper.
“El arte es exponerse, si no, no estás haciendo arte”, asume. Como ocurre ahora con el asedio “genocida” de Israel a Palestina, advierte. “Es el día a día, la rutina y naturalizamos lo que sale en la tele y no somos capaces de plantarnos”. El pueblo va camino a ser “inmune” al odio, dice. Un peligro global. Y la cultura es “una manera de llegar al interior de la gente de una forma directa, de llegar al corazón y humanizar estos temas”.
Los artistas “tienen esa responsabilidad”, subraya. También en las tablas del Teatro Falla. “Yo del Carnaval no me he ido nunca, sigo escribiendo con mis niñas aunque sea a través del carnaval infantil”, puntualiza al caso. Una suerte de “experimento”, quizás más puro “y sencillo”, desde el que “cantar y aprender”. Un ejercicio educativo que evoca también la obra de teatro ‘El Rámper’, donde el “hijo cantor de la clase obrera” expone la cara pintada de un payaso en la Memoria que saca del olvido a las víctimas del franquismo.
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