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Argullol: Parece que viene un mundo oscuro pero el ser humano es imprevisible
Confinado en su casa del centro de Barcelona, el filósofo Rafael Argullol reflexiona en una entrevista con Efe sobre la pandemia de coronavirus y sostiene que, aunque, aparentemente, “lo que tenemos en inminencia es un mundo oscuro”, el ser humano es “imprevisible”, capaz de un nuevo Renacimiento.
Profético con un título como “La razón del mal”, de 1993, con fragmentos que llevan al lector a la primavera de 2020, el escritor sostiene que lo que se ha empezado a denominar “nueva normalidad” se parece mucho “a un mundo oscuro, porque se están aceptando como propios comportamientos que hace dos días hubiéramos dicho que eran demenciales y distópicos”.
“Ahora bien -prosigue-, tenemos un indicio de esperanza, porque la parte más brillante del Renacimiento, en Italia, en Florencia, apareció justo después de la peste negra. Es decir, lo que tiene de bueno el ser humano es que es imprevisible, que tanto puede ir en una dirección como en otra”.
Y ahonda en ello: “Podemos tener indicios de una nueva edad oscura o quizá, si somos capaces de hacer una catarsis, enfrentarnos a un nuevo Renacimiento”.
Con altibajos, pero escribiendo bastante todas las tardes, Rafael Argullol sigue reivindicando en estos días que, a pesar de que “es lógico tener miedo, no hay que entrar en estado de pánico, ni quedar paralizado, porque la vida es insegura, frágil, nadie nace con un certificado de seguridad, aunque lo habíamos olvidado”.
Rememora que hace ya unas cuantas semanas propuso para superar este período una suerte de lema o consigna: “Coraje, compasión y espíritu libre”.
Argumenta que se necesita coraje para afrontar el momento; compasión, “que es la forma de compartir el dolor, el placer, todo”; y espíritu libre, “un factor muy importante, porque en la medida en la que nosotros dejamos que nos guíen se puede llegar a una pérdida colectiva de libertad”.
Este hecho, a su juicio, “es muy peligroso, porque nos podemos considerar seguros, pero, si estamos vigilados, controlados, casi diríamos que prisioneros de nosotros mismos, vamos mal”.
Para Argullol, “se puede dejar mucho por el camino, atendiendo el binomio entre seguridad y libertad”.
“En la medida -apunta- en la que nosotros vendemos la libertad a cambio de la seguridad, hay que ir con cuidado, y más si a esa seguridad se le llama salud, que es un aspecto muy importante, porque podemos perder mucho”.
Advierte el pensador barcelonés que “es posible que vivamos una vida en la que se controlen los virus a base de seguimiento, de gran vigilancia, pero hay que ver lo que se gana y lo que se pierde desde el punto de vista de la libertad. Desde luego, si se sobrevive a base de perder la libertad, soy de los que opino que no vale la pena”.
Respecto a su novela, “La razón del mal”, en la que en una ciudad occidental y cosmopolita se produce un fenómeno extraño que acaba convirtiéndose en una amenaza, Rafael Argullol no esconde que la obra “apunta a muchísimos de los aspectos que ahora estamos viviendo” y agrega que la literatura “siempre tiene algo de visionario o intuitivo”.
Releyéndola, asevera que hay circunstancias que allí se relatan que coinciden con lo que está ocurriendo, aunque la situación tecnológica sea muy distinta, pero “una epidemia tiene siempre una vertiente simbólica, que puede afectar a lo moral, lo político, lo espiritual. Ahora falta saber en qué dirección nos vamos a mover”.
A la vez, reclama que se piense por qué “hemos llegado hasta aquí, hasta los desequilibrios que hemos causado en la naturaleza, en el cosmos, que reflexionemos a fondo sobre unas necesidades que son superfluas y que hemos creído imprescindibles. La plaga no creo que sea un castigo, pero sí hay una relación directa con muchos de los abusos que se han llevado a cabo en el entorno por parte de un capitalismo feroz”.
Sobre las nuevas tecnologías, reconoce que pueden jugar un “papel ambivalente, porque pueden permitir la comunicación, pero, por otro lado, la nueva normalidad que se propone puede ser algo gélido, frío, completamente extraño en la tradición del ser humano”.
Europeísta convencido, muestra su tristeza porque la pandemia “ha confirmado que Europa está lejos de ser una nación en construcción como debería ser. Estoy decepcionado, pero ya lo estaba antes, porque desde hace años que no ha tenido un pensamiento ilusionante que la guiara, ni tampoco grandes dirigentes, estadistas que marcaran la línea”.
Para Argullol, “no ha habido un predominio de la cultura sobre la burocracia y la administración, con lo cual, si no hay una rectificación, la gran salida que es Europa para todos nosotros no se producirá”.
Respecto al papel de los intelectuales en la actualidad, no obvia que “el llamado intelectual está en una situación complicada”, porque “vivimos inundados de tertulianos, gente que opina sin saber de lo que opina, y el intelectual debería estar bien anclado en los conocimientos y luego tendría que atreverse a intervenir en la actualidad, un equilibrio difícil”. “Pediría responsabilidad y valentía”, precisa.
Por Irene Dalmases.
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