Cambiar de móvil con frecuencia agrava la crisis climática
- La renovación acelerada de teléfonos móviles, portátiles o lavadoras implica la emisión de casi 50 millones de toneladas de CO al año, según el cálculo de la confederación ecologista European Enviromental Bureau
La obsolescencia programada de aparatos tecnológicos tiene una alta factura climática. La renovación acelerada de teléfonos móviles, portátiles o lavadoras implica la emisión de casi 50 millones de toneladas de CO al año, según el cálculo de la confederación ecologista European Enviromental Bureau.
Los smartphones y los portátiles se cambian cada poco tiempo. Tienen una vida media en Europa de tres y 4,5 años respectivamente. En este contexto, cada curso se venden unos 210 millones de teléfonos y otros 27 millones de ordenadores.
El consumo creciente de productos electrónicos supone grandes emisiones de gases de efecto invernadero. No solo por la electricidad que consumen al funcionar, sino, más bien, por lo que conlleva su fabricación: actividades que demandan mucha energía como la extracción de minerales o el mismo proceso en fábrica. Hasta un 75% de las emisiones asociadas a los smartphones se lanzan antes de que el usuario utilice por primera vez el teléfono, según este documento.
Detrás del alto ritmo de consumo a base de sustituir móviles y portátiles están casi 27 millones de toneladas de los gases responsables del calentamiento global de la Tierra. Alargar un año el funcionamiento de estos aparatos evitarían 3,8 millones de toneladas de CO (al frenar la velocidad de producción y demanda) de acuerdo con los cálculos del EEB. La confederación hace una equivalencia para esta cantidad de gas: 1,8 millones de coches menos en las carreteras.
Para EEB, este ahorro anula la justificación de renovar rápidamente los aparatos electrónicos debido a que los nuevos modelos utilizan menos energía: “Con pocas excepciones, es mejor repararlos y mantenerlos en uso el mayor tiempo posible. Ahorra energía y recursos que, de otra manera, serán consumidos”, concluye el estudio.
Reparar y seguir usando
“Diseñar productos más duraderos es una estrategia clave para ahorrar materiales y reducir los desechos”, explicaba el Centro Conjunto de Investigación de la Unión Europea en su guía sobre eficiencia de materiales aplicada a los smartphones en su última versión de mayo de este año.
Sin embargo, mientras la normativa obligará en 2021 a los fabricantes a hacer televisiones, frigoríficos, lavavajillas, lavadoras y productos de iluminación más duraderos y más fácilmente reparables, los teléfonos móviles todavía no están sujetos a la regulación sobre ecodiseño de la Unión Europea.
De hecho, el año pasado, Italia impuso una multa millonaria a los fabricantes de teléfonos Apple y Samsung, precisamente, por haber obligado a los usuarios de sus modelos a incorporar actualizaciones que mermaban el funcionamiento de los aparatos, lo que desembocaba en la aceleración en el cambio de teléfono.
La organización Amigos de la Tierra –que desarrolla un programa contra la obsolescencia programada que llama alargascencia– no limita esta renovación casi obligada de productos tecnológicos a los teléfonos u ordenadores. Microondas, aspiradoras o lavadoras también han visto recortados sus años de rendimiento, cuentan. “Productos poco duraderos, difíciles de reparar y reutilizar”, los definen. El estudio de EEB también se ha fijado en algunos de ellos. Según su cálculo, la vida esperable de una aspiradora en la Unión Europea está en 6,5 años y la de las lavadoras en 11. Su producción cuesta 21,4 millones de toneladas de CO cada año.
“No podemos afrontar la renovación cada pocos años de todo estos productos. Necesitamos productos que duren más tiempo y que puedan repararse si se estropean”, ha resumido Jean-Pierre Schweitzer, el encargado de economía circular del EEB.