Los sectores ultraconservadores siguen luchando por apuntalar su poder en contra del Papa. Francisco se enfrenta a una nueva cruzada después de la reunión celebrada el pasado fin de semana en Roma, un encuentro que congregó a cardenales, obispos y responsables eclesiásticos de la ultraderecha eclesial, obsesionados con la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar, abierta por Bergoglio hace ahora dos años. La principal conclusión ha sido la de calificarle de “hereje” y animar a la desobediencia.
Una auténtica cumbre de críticos con las reformas de Francisco, capitaneada por los cardenales Raymond Burke y Walter Brandmüller, que encendieron a los congregados en un hotel romano cuando afirmaron que “al Papa podemos desobedecerle, su autoridad no es mágica, sino que deriva de su obediencia a Dios”. “Cualquier acto de un Papa, dado que es un ser humano, que sea herética o un pecado, en sí misma es nula”, señaló el purpurado norteamericano.
Ambos ya son de sobra conocidos por operar entre los sectores más conservadores con el objetivo de frenar lo que consideran una “herejía” que puede llevar a un “cisma” en la Iglesia católica. Pero junto a ellos también estuvieron presentes otros cardenales, como el chino Joseph Zen –quien hace pocas fechas acusó al Papa de “vender” a los católicos chinos por negociar con Pekín un acuerdo– o el obispo Athanasius Schneider, famoso por obligar a los católicos de Kazajistán a comulgar de rodillas y directamente en la boca.
La reunión tuvo lugar coincidiendo con el segundo aniversario de la publicación de Amoris Laetitia, la exhortación papal publicada tras el Sínodo de la Familia de 2016 en la que, entre otras cosas, abre la puerta a permitir que los divorciados vueltos a casar por lo civil puedan recibir la comunión. Una realidad que afecta a pocas familias, y que en el ámbito social está ampliamente superada, pero que los sectores más aferrados a la doctrina tradicional de la Iglesia no están dispuestos a admitir.
El Papa no responde
Así, en su Declaración final, el congreso celebrado en Roma sostiene que “de acuerdo con la auténtica confesión de fe, un matrimonio consumado solo puede disolverse con la muerte”, lo que supone “una norma aplicable siempre y sin excepción”. “Los divorciados y vueltos a casar que viven juntos no pueden recibir la Comunión”, culmina el escrito, firmado por los dos cardenales, movimientos pro-vida italianos y la asociación Amigos del cardenal Caffara –uno de los cardenales, fallecido recientemente, que firmó hace más de un año el documento denominado Dubia, en el que le piden al Papa que rectifique–.
“Como demuestra la historia, es posible que un pontífice romano, haciendo uso de su poder total, pueda caer en la herejía, o faltar a su primer deber de salvaguardar y preservar la unidad de la fe y la disciplina de la Iglesia”, subrayó Raymond Burke en una intervención fuertemente aplaudida por los críticos de Francisco.
El cardenal norteamericano, a quien Francisco relevó por su deriva ultraortodoxa al frente de la Orden de Malta, una de las más antiguas del mundo y con verdadero poder en el Vaticano, defendió en su discurso la legitimidad de levantarse contra un Papa que cometa “herejías”. “Primero, uno corrige el presunto error o dejación de obligaciones directamente al pontífice. Si este no responde, entonces se procede a la corrección pública”.
Antes que Burke, el cardenal Brandmuller arremetió contra Amoris Laetitia y los dos sínodos que aprobaron, por mayoría de dos tercios, sus tesis. “La Iglesia no es una sociedad constituida democráticamente”, denunció el purpurado, quien sugirió que los cuestionarios distribuidos durante el Sínodo a los obispos fueron “manipulados”.
Aunque Bergoglio no ha contestado públicamente a los ultraconservadores, sí lo ha hecho uno de sus principales colaboradores, el cardenal Rodríguez Maradiaga. El purpurado hondureño, coordinador del grupo de cardenales que trabaja en la reforma de la Curia, pasó por Madrid este fin de semana. Preguntado sobre el particular, Maradiaga mostró su “tristeza” por la postura de estos cardenales. “Considerar que es una herejía es una equivocación muy grande, que no solo contradice al Papa, sino a dos sínodos”. “Francisco tiene mucha paciencia, y estos hermanos están perdiendo su tiempo”, recalcó.