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Caza de ateos en la comunidad musulmana de la conservadora Malasia
La inofensiva fotografía de un grupo de jóvenes durante una reunión lúdica abrió una campaña de acoso por parte de las autoridades conservadoras de Malasia, donde ser ateo, como los protagonistas de la instantánea, está prohibido para miembros de la etnia malaya, de fe musulmana.
Un estudiante universitario que apenas supera la veintena acusa al Gobierno de obligarle a seguir un camino en su vida que, por su convicción, se niega a tomar.
“Me fuerzan a ser hipócrita. A aparentar compartir un pensamiento con el que no coincido para evitar problemas”, declara a Efe el joven malayo, que pide condición de anonimato para evitar posibles represalias.
A principios de agosto, una veintena chavales organizó una cita privada a través de la red mundial “República atea”, con más de 1,7 millones de seguidores en todo el mundo, y subió la foto del grupo a la red social Facebook.
Los asistentes posan, con sonrisa y ropa informal, mientras realizan el símbolo de la paz.
“Conozco a gente que ha recibido amenazas de muerte por aparecer en esa imagen”, apunta el estudiante en una cafetería del cosmopolita centro de Kuala Lumpur, acompañado por un amigo que también se considera ateo.
“Como malasio de etnia malaya nacemos bajo el credo musulmán conforme a las leyes establecidas que nos prohíben apostatar (...) esto entra directamente en conflicto con las libertades individuales”, apunta el compañero, que también opta por no ser identificado.
La población de la multicultural Malasia, con cerca de 30 millones, está dominada por la etnia malaya -que supera el 50 por ciento del total de habitantes-, seguida de lejos por descendientes chinos (24%), hindúes (7%) y minorías indígenas (11%), entre otros.
El Artículo 160 de la Constitución de Malasia estipula que todos los malayos son musulmanes; y, en otra sección, garantiza la libertad religiosa para los grupos restantes.
Ambos chavales aseguran que sus padres prefieren ignorar su estilo de vida, aunque afirman han tenido problemas de índole dogmática con algunos familiares, incluidos hermanos mayores, especialmente durante el mes musulmán del Ramadán.
Tras la publicación del retrato en grupo, Shahidan Kassim, ministro del Departamento para el Primer Ministro, reclamó a las autoridades que identificaran y persiguieran a todo aquel malayo que se identificara como ateo.
“Tenemos que traerlos de vuelta al camino correcto”, aseguró por entonces el dirigente político.
Religiosos islámicos aún más conservadores recordaron, en declaraciones a medios locales, que el castigo impuesto en la ley islámica o Sharia contra la apostasía de un musulmán es la muerte.
Una medida radical que rechazaron representantes gubernamentales, quienes, sin embargo, insisten en “atajar” el asunto.
“No hay un grupo formal de ateos. No hay una asociación, es peligroso identificarse como tal. A lo que más se puede parecer es a un grupo de apoyo para ofrecer entre nosotros ayuda moral frente a los posibles problemas sociales que conlleva nuestra manera de pensar y actuar”, asegura el dúo.
Asociaciones defensoras de los derechos humanos, como Human Rights Wacht o Amnistía Internacional, han alertado sobre el proceso de islamización que registra la sociedad malasia.
Aunque no existe una ley para castigar el ateísmo, los malayos considerados ateos podrían ser internados en centros de reeducación religiosa.
La federación de Malasia tiene un sistema jurídico dual por el cual algunas materias, como la religión musulmana, son legisladas por los diferentes gobiernos estatales.
En más de la mitad de los catorce estados del país, las autoridades locales imponen castigos corporales regidos por la Sharia y cuentan con una especie de policía de la moral islámica, conocidos como “Jawi”.
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