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¿Puede un país como España, lastrado por años de recortes en investigación, producir una vacuna contra la COVID-19?

Una investigadora en un laboratorio.

Sergio Ferrer

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Desde el inicio de la pandemia se han hecho comparaciones entre países en su lucha contra la COVID-19. Algunas se centraban en datos incompletos, como los casos y muertes detectados. Otras, en la rapidez de reacción y las medidas adoptadas. Unas pocas se alejaban más en el tiempo para analizar cuánto se habían preparado en los últimos años para enfrentarse a una emergencia sanitaria de este calibre. El gasto nacional en I+D es un indicador más que invita al análisis.

La siguiente gráfica recuerda a la evolución de la pandemia en muchos lugares. En realidad es el presupuesto que Corea del Sur ha dedicado a I+D desde 1996. Hoy es el país del mundo que invierte un mayor porcentaje de su PIB en ciencia: un 4,32% en 2018, según datos de 'R&D World'.

Con casi 90.000 millones de dólares gastados en I+D en 2018, el país asiático también sale bien parado si miramos el gasto bruto. Es el quinto país del mundo que más dinero invierte, tras EEUU, China, Japón y Alemania, y por delante de India. Esto a pesar de que sus 51 millones de habitantes lo convierten en el menos poblado de esta lista de seis países, responsables del 70% del presupuesto mundial.

La situación de España es opuesta a la surcoreana. Tras alcanzar un pico con un presupuesto en ciencia equivalente al 1,40% del PIB en 2010, la crisis hizo mella y hundió el gasto hasta el 1,19% en 2016. El 1,24% actual retrocede la inversión en I+D al año 2006 y representa unos 15.000 millones de euros.

Esto ha llevado a investigadores y asociaciones a impulsar la protesta virtual #SinCienciaNoHayFuturo. España no sueña con ser Corea del Sur: se conforma con acercarse al 2,2% medio de la Unión Europea. Esta, por su parte, propuso en 2002 alcanzar el 3% de inversión para 2010 en un intento por competir con las economías asiáticas. Más tarde pospuso este objetivo hasta 2020, de nuevo sin éxito.

En general, la pandemia de COVID-19 pilló a contrapié a la mayoría de países europeos, España incluida, mientras que Corea del Sur ha sido alabada por su actuación. ¿Hasta qué punto están ambos hechos relacionados?

“La inversión en I+D tiene un papel significativo en la respuesta y es necesario aumentarla, pero otros factores son igual de importantes”, explica a eldiario.es el investigador de la Universidad de Sevilla Thomas Zacharewicz. Pone como ejemplos el liderazgo político, la “cultura de proximidad” –la importancia que da cada país al contacto social, más o menos individualista–, el uso de mascarillas, el grado de aislamiento geográfico e incluso el nivel de educación.

Considera que “la causalidad no es tan directa”, pero sí cree que la inversión en I+D “tiene un papel importante a largo plazo”. Es por eso que el investigador defiende aprovechar la crisis del coronavirus para llevar a cabo una “reforma estructural” de la ciencia en Europa.

“Hay una incongruencia entre los halagos que ha recibido el sector científico desde el inicio de la crisis y la realidad de la financiación en, al menos, la última década”, asegura. Zacharewicz no solo considera preocupante que el gasto de I+D en España esté al nivel de 2006, sino que la tasa de ejecución presupuestaria ronde el 50%.

“Estos datos ilustran tendencias estructurales que hacen que las declaraciones de intenciones del Gobierno sean poco creíbles”, dice. Se refiere a las palabras del Ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, que en abril aseguró que existía la posibilidad de que España descubriera la “primera vacuna útil” contra el coronavirus. El pasado martes en el Consejo de Ministros defendió los 12 proyectos españoles financiados por fondos públicos, de los cuales cinco ya han iniciado los ensayos en fase preclínica (en animales).

Una carrera con más de un ganador

¿Existe de verdad esta posibilidad? Investigadores consultados por este medio alaban el trabajo de Luis Enjuanes e Isabel Sola, así como el de Mariano Esteban y Juan García–Arriaza. Ambos grupos pertenecen al Centro Nacional de Biotecnología (CNB–CSIC), que en marzo recibió un empuje de 4,5 millones de euros para investigar tratamientos y vacunas contra el SARS-CoV-2.

“Ambos grupos cuentan con muchos años de experiencia en el desarrollo de vacunas, incluso contra otros coronavirus como es en el caso del grupo de Enjuanes”, explica la investigadora de la Universidad Autónoma de Madrid Martina Bécares. “Tienen posibilidades de desarrollar un candidato valioso”, dice, y recuerda que no son los únicos proyectos en marcha en España.

La investigadora aclara que “estamos en un entorno globalizado”: se trata de una carrera mundial, por lo que “posiblemente” otros países como China, EEUU o Alemania puedan adelantarse. “No hay que olvidar que el desarrollo de una vacuna implica no solo su desarrollo, sino hacer costosos ensayos clínicos en los que se quedan más del 99% de los candidatos iniciales”.

Llevar una vacuna al mercado no solo lleva mucho tiempo: también requiere de grandes sumas de dinero, lo que obliga a la colaboración público-privada. “Los grandes ensayos clínicos suelen estar promovidos por las grandes compañías farmacéuticas, y si estas ven datos prometedores comprarán los derechos y continuarán los ensayos en humanos”, comenta Bécares.

María Mercedes Jiménez Sarmiento, investigadora del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, considera que la carrera por la vacuna contra la COVID-19 necesita “más de un caballo ganador”, con distintos grados de eficacia para cada individuo y población. “El proceso de obtención es tan elaborado y contiene tantas fases imprescindibles para valorar la eficacia y la seguridad que nos dará tiempo y será bueno que haya más de una”, explica. “Creo que podremos tener una vacuna española”.

Un “milagro” tras décadas de inversión mínima

¿Pueden los casi 30 millones de euros inyectados por el Gobierno para investigar la COVID-19 compensar años de recortes? “La ciencia es una carrera de fondo”, advierte Bécares. “Los grupos españoles [mencionados en este artículo] tienen 30 años de experiencia sobreviviendo con bajos presupuestos”.

Jiménez lamenta que los expertos españoles en coronavirus hayan tenido que sobrevivir con inversión mínima, 'acusados' de hacer ciencia básica sin aplicación práctica aparente. “La sociedad espera soluciones rápidas que podrían llegar antes si previamente se hubieran establecido bases de inversión suficientes y consolidadas”.

Por todo ello, Bécares considera que “cualquier opción de la ciencia española [contra el coronavirus] puede considerarse un milagro”. La financiación “urgente” de proyectos relacionados con la COVID-19 “puede suponer un salvavidas momentáneo, pero esas ayudas deberán mantenerse en el futuro”, añade la investigadora. De forma similar, Jiménez confía en que se aprenda de la crisis para “recuperar y consolidar” la inversión en I+D.

Además, desarrollar una vacuna contra la COVID-19 efectiva y segura es solo la primera parte de la película. “España no cuenta con un tejido industrial que permita la producción masiva”, explica Bécares. “Existen muchas pequeñas empresas con capacidad, pero no a tan gran escala”.

La alta demanda global también puede ser un reto. “En los últimos años ha habido en España problemas de desabastecimiento de vacunas contra la tuberculosis, hepatitis A y B, desarrolladas hace tiempo y sin las condiciones de rapidez que se requieren hoy”, asegura Bécares.

La financiación en I+D no es un seguro de vida contra pandemias. Suecia es el país de la UE con un mayor gasto en este campo (3,32% en 2018); Dinamarca, el cuarto (3,03%). Sin embargo, sus resultados contra la COVID-19 no podrían ser más diferentes. Por muchos factores que entren en juego, la inversión en ciencia sí está ligada al desarrollo de tratamientos y vacunas.

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