¿Qué comieron los leones ‘devoradores de hombres’ de Tsavo? Los pelos conservados en sus colmillos revelan su dieta
A principios de la década de 1990, el zoólogo Thomas Gnoske identificó los cráneos de los dos leones en los archivos del Museo Field de Historia Natural en Chicago. Se trataba de los restos de la pareja de machos adultos que en 1898 mataron a una treintena de personas en Kenia, la mayoría trabajadores indios que participaban en la construcción de un puente ferroviario sobre el río Tsavo. Los felinos, cuya historia fue muy popular en los diarios de la época y posteriormente fue contada en la película Los demonios de la noche, se convirtieron en una apasionante materia de investigación científica a partir del año 2001, cuando los primeros análisis de los restos revelaron nuevos aspectos que ayudaban a explicar aquel extraño comportamiento.
Entre los detalles que observó Gnoske en aquellos primeros análisis estaban los miles de pelos fragmentados y compactados de sus presas que se habían acumulado en las cavidades de los dientes rotos de los leones. “Al examinarlos, noté que había algunos pelos pequeños atrapados entre otros restos en la superficie”, relata el investigador a elDiario.es. “Esto me dio una pista de que podía haber más material debajo de la superficie y que probablemente representara lo que ese león había estado comiendo antes”.
Dos décadas y media después, gracias a las sofisticadas técnicas de análisis de ADN antiguo, sus sospechas se confirman y un equipo en el que ha participado el propio Gnoske ha podido reunir una cantidad suficiente de micropelos para identificar la especie a la que pertenecían. En un trabajo publicado este viernes en la revista Current Biology, el equipo ha determinado que los leones “devoradores de hombres” de Tsavo depredaron al menos seis especies: jirafas, órix, antílopes acuáticos, ñus, cebras y, por supuesto, seres humanos.
Una dieta singular
Los autores han examinado una muestra separada de cuatro pelos individuales y tres mechones de pelos extraídos de los dientes de los leones y se han centrado en el ADN mitocondrial (ADNmt). En los seres humanos y otros animales, el genoma mitocondrial se hereda de la madre y se puede utilizar para rastrear linajes matrilineales a lo largo del tiempo. “Y como es mucho más pequeño que el genoma nuclear, es más fácil reconstruirlo en especies presas potenciales”, señala Alida de Flamingh, investigadora de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign y primera autora del artículo.
Nuestro análisis mostró que los leones históricos de Tsavo cazaban jirafas, humanos, órix, antílopes acuáticos, ñus y cebras
Entre los datos de más valor, los científicos han podido confirmar que los leones compartían el mismo genoma mitocondrial heredado de la madre, lo que respaldaba los primeros informes que sugerían que eran hermanos, y su ADNmt también era compatible con un origen en Kenia o Tanzania. El equipo ha certificado que los leones habían consumido carne de al menos dos jirafas, junto con una cebra que probablemente era originaria de la región de Tsavo.
Los investigadores también se sorprendieron al hallar material genético de ñus, pues la población de esta especie más cercana a finales de la década de 1890 se encontraba a unos 80 kilómetros de distancia. “Esto sugiere que los leones de Tsavo podrían haber viajado más lejos de lo que se creía anteriormente, o que los ñus estaban presentes en la región de Tsavo durante esa época”, asegura De Flamingh.
Por otro lado, la ausencia de ADN de búfalo y la presencia de un solo pelo de este animal, identificado mediante microscopio, es un detalle de gran valor para los científicos, puesto que una de las principales hipótesis para explicar sus ataques a humanos es que las poblaciones de ganado vacuno y de búfalos en esta parte de África estaban devastadas por la peste bovina, lo que les obligó a buscar alternativas.
Aunque el objetivo de este estudio no es determinar las causas que llevaron a los leones a comer humanos, después de tantos años de estudio, Gnoske se atreve a compartir algunas impresiones. “La epidemia de peste bovina ciertamente afectó a los leones en la región de Tsavo en la década de 1890, porque acabó con el búfalo africano, la presa principal de los leones en esa región”, asegura. “La teoría de los dientes rotos realmente no se sostiene de la manera en que una vez teorizamos. Las lesiones como las encontradas en el primer devorador de hombres realmente no afectaron ni limitaron su dieta o capacidad para cazar. De hecho, las especies encontradas incrustadas en sus dientes superan en diversidad, todo lo que actualmente conocemos para un león individual”.
Ciencia responsable y ética
En cuanto al ADN humano encontrado en las muestras, los autores han identificado el pelo de un individuo, pero se han negado a describirlo o analizarlo más a fondo para el estudio actual por razones éticas. “En primer lugar, el análisis de datos solo rastrea una de las muchas líneas ancestrales (línea materna directa) de esta persona”, señala la autora principal. “En segundo lugar, es posible que todavía haya descendientes en la región hoy en día y, para practicar una ciencia responsable, estamos utilizando métodos basados en la comunidad para ampliar los aspectos humanos del proyecto”. Los métodos antropológicos requieren discusiones con instituciones y grupos locales sobre el proyecto, así como informar sobre la historia colonial humana detallada de esta región geográfica, lo que está más allá del alcance de este estudio actual, insiste.
Esta metodología podría potencialmente utilizarse en pelos de dientes rotos de carnívoros más antiguos de hace cientos o miles de años. El método abre una nueva vía de investigación sobre el pasado
En general, los autores se muestran entusiasmados por ampliar esta metodología para analizar más a fondo las diferentes capas de pelo compactado de las cavidades dentales y aplicarlo en futuros estudios. “Se puede pensar en las capas de la misma manera que los geólogos piensan en las capas del suelo, donde las capas más profundas representan tiempos históricos y las capas de la superficie son de la deposición del suelo actual”, explica De Flamingh. “De manera similar, las capas más bajas en las partes inferiores de la cavidad dental representan presas comidas en el pasado y las capas en la parte superior de la cavidad son de presas comidas recientemente”.
En opinión de los investigadores, este tipo de análisis puede brindar información sobre el conflicto entre humanos y leones que aún afecta a muchas comunidades en la región y en general en África. “Nuestros resultados brindan información sobre la ecología y la dieta de los leones en el pasado, así como sobre los impactos de la colonización en la vida y la tierra en esta región”, resume Ripan Malhi, que dirige el grupo de investigación. Él y su equipo están convencidos de que los pelos en capas pueden permitirles retroceder en el tiempo para reconstruir la dieta de los leones a diferentes edades. “Esta metodología podría potencialmente utilizarse en pelos de dientes rotos de carnívoros más antiguos de hace cientos o miles de años”, concluye. “El método abre una nueva vía de investigación sobre el pasado”.
“Una proeza técnica”
El genetista Carles Lalueza-Fox, especialista en ADN antiguo y director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, considera que este trabajo es una aplicación extremadamente original de un tema que parece ficción pero que ocurrió de verdad. “El trabajo se enmarca dentro de un nuevo campo científico que yo he llamado Museómica”, explica a elDiario.es. “Este campo consiste en la recuperación de material genético de especímenes de museo, que permite información histórica sobre las especies del mundo natural pero también, como en este caso, de sus presas”, resume. “A mí me parece una proeza técnica; los pelos son muestras pequeñas y complicadas, aunque tengan poco mas de 100 años”.
Me parece una proeza técnica; los pelos son muestras pequeñas y complicadas, aunque tengan poco más de 100 años
En cuanto a los reparos éticos del equipo para analizar el ADN humano, Lalueza-Fox reconoce que cada vez hay que ir con más cuidado con posibles implicaciones éticas en este terreno, pero considera que, si no hacen una identificación individual, quizás su posición es exagerada. “Podrían haber mirado la población a la que pertenecían y no creo que hubieran podido llegar a un nivel menor de localización que el Este de África para situar su origen”, opina. “Y habría sido una información suficientemente generalista”.
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