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Equipo Selena o equipo Hailey, con Aniston o con Jolie: por qué seguimos enfrentando a las mujeres

Sea real o no, es habitual que de manera pública se busque rivalidad entre mujeres que han compartido pareja.

Marta Pastrano López

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La polémica entre la cantante Selena Gómez y la modelo Hailey Baldwin ha vuelto a escena. Gómez, exnovia del cantante Justin Bieber, y Baldwin, su actual pareja, se han empeñado en varias ocasiones en desmentir esa teórica rivalidad, pero un vídeo de TikTok que la cantante compartió con sus seguidores y que fue supuesto motivo de burla para Hailey encendió de nuevo a los diferentes clubs de fans. A pesar de que en el pasado se difundió una foto de ambas abrazadas que recorrió el mundo y han asegurado que “todo es respeto y amor”, su relación está continuamente bajo la lupa en busca de una rivalidad.

No es la primera vez que el mundo se divide en bandos a raíz de una supuesta enemistad entre dos mujeres por un hombre, como sucedió con el “equipo Jennifer Aniston” o “equipo Angelina Jolie” tras ser ambas pareja de Brad Pitt, en el que el público tomaba partido por una u otra como si sus vidas se vieran afectadas por ello. Sea la enemistad verídica o no, es muy habitual que de manera pública se busque la rivalidad femenina que domina el relato en este tipo de historias. Sin embargo, el papel de los hombres, Brad Pitt y Justin Bieber en estos casos, no parece ser tan relevante. 

Coral Herrera, escritora y comunicadora feminista especializada en amor y relaciones, tiene claro el origen de estas rivalidades: la educación que reciben las mujeres dentro del sistema patriarcal. “Nos educan a través del ego para ver que nuestra valía reside en la medida que los hombres nos dan ese reconocimiento”, afirma. Considera que las mujeres pelean por los hombres “como si ellos fueran la llave de la salvación”. Así, parece que para que una mujer tenga estatus tiene que ser amada por un hombre.

Este mismo patrón siguió el triángulo entre Shakira, Gerard Piqué y Clara Chía, la nueva pareja del futbolista. La cantante, en cambio, parece haberse posicionado en un verso de su nueva canción: “Dile a tu nueva bebé que por hombres no compito”. Con ese mensaje en el tema que ha lanzado junto con Karol G ,TQG , Shakira se desvincula de cualquier competición por el que era su pareja. No obstante, Coral Herrera cree que ese mensaje sigue aún atenuado por esa estructura patriarcal: “Se desvincula, pero da pie a que las mujeres se metan con las demás”.

Desde nuestra infancia recibimos constantes mensajes sobre cómo debemos comportarnos. Las películas de Disney, que han incitado la competencia entre mujeres como algo natural, son un ejemplo: en La Cenicienta, las hermanastras peleaban para casarse con el príncipe; en Blancanieves, La Bella Durmiente o La Sirenita, las villanas eran mujeres que odiaban y envidiaban a otras mujeres, mientras que el hombre era su salvador. Las princesas Disney eran mujeres sumisas que se encargaban de las tareas del hogar. En cambio, si lo que querían era poder, su papel era el de villanas.

Herrera cree que no se dan las referencias necesarias: “Si me hubiesen contado que Cenicienta se juntó con compañeras empleadas del hogar y formó un sindicato, sería otra historia, pero me contaron que esperó a que la salvara un hombre”.

Un tabú

En La rivalidad femenina y cómo acabar con ella, escrito por Elisabeth Cadoche y Anne de Montarlot, se contextualiza el tema desde sus orígenes hasta la diferencia de la rivalidad entre el género masculino y femenino a lo largo de la historia. “Nos dimos cuenta de que era un tema tabú. No era adecuado admitir que podías competir con una amiga, una hermana o, peor aún, con tu propia hija. Por lo tanto, queríamos entender de dónde venía la rivalidad, tanto para desmitificarla como para evitar perpetuarla”, afirman las autoras.

Para ellas, el origen de estas rivalidades tiene algo de mito y algo de realidad. “Se cree que es un mito inventado por el patriarcado que puede así dividir y vencer pero eso es una pequeña parte de la realidad. De hecho, cuando profundizamos un poco más, nos damos cuenta de que todas las mujeres se sienten en competencia en un momento u otro de sus vidas”, afirman.

Cuando se compara con el género masculino, las autoras afirman que la rivalidad entre los hombres se acepta, incluso se valora. “Se vuelve un componente indisociable de su masculinidad y su poder. En cambio, en las mujeres, la rivalidad no tiene cabida. Una mujer es cariñosa, colabora, es solidaria. De lo contrario, es una bruja o una histérica”. En este punto coincide Coral Herrera, que sostiene que las mujeres, aisladas y enfrentadas, rivalizan por el amor de un hombre que se privilegia y beneficia de ello. “Lo incentivan para posicionarse como machos. Les da prestigio”, añade.

Cadoche y Montarlot asumen que este tipo de enfrentamientos “puede comenzar en la infancia, donde compites por la atención de los padres y el amor con tu hermana. Continúa en la edad adulta donde podemos ver a otras mujeres como una amenaza: nos 'robarán' el hombre, el trabajo...”. Para las autoras “no hay suficiente espacio para las mujeres en los negocios, por lo que si llega otra mujer, nos portaremos mal con ella, imaginando que si toma un pedazo del pastel, nos lo quitará”. Es hora de adoptar una mentalidad de la abundancia para una mayor cabida para las mujeres en la sociedad, afirman.

Cambiar los relatos para combatir la rivalidad

Todas estas historias mediáticas, que también se dan en lo privado, hacen que en vez de una unión entre mujeres se provoque una lucha como si solo hubiera lugar para una sola mujer. Como oposición a esa idea, surgió el concepto de “sororidad”, definido por la RAE como la relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento. Es una alianza necesaria que propicia la confianza y el apoyo recíproco y, a pesar de existir desde hace siglos, es una palabra que no resuena con frecuencia en la relación entre las mujeres.

En el libro de Cadoche y Montarlot se habla del concepto de sororidad como una forma de comprensión que va más allá de la solidaridad, y que consiste en la puesta en común de recursos y el reconocimiento de otra mujer como una hermana. El movimiento #MeToo, que ayudó a las mujeres a terminar con el silencio que reinaba en su sufrimiento, expandió este concepto. “Lo que era íntimo se convirtió en universal y las unió y conectó como pocas veces antes”, escriben las autoras.

Para Coral Herrera, el comienzo para acabar con esta rivalidad sería una autocrítica de los medios de comunicación: “Ellos perpetúan los mitos y el patriarcado. Tienen la responsabilidad de presentar otros modelos de relación entre mujeres”. Para la experta hay una gran carencia de referentes. “Hay que cambiar los relatos. No se puede hablar de revolución educativa si no hay una revolución mediática ni cultural”, concluye.

Las autoras de La rivalidad femenina y cómo acabar con ella coinciden, alegando que “cuando pensamos en rivalidades famosas, la prensa sensacionalista la construye por todos lados y antes de tener la oportunidad de apreciarse, las dos mujeres ya están en competencia. Esas mismas revistas ya están pidiendo a sus lectores que elijan equipo”.

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