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La LOMCE pondrá una prueba o reválida a los alumnos cada tres años

Los niños tendrán su primera evaluación en 3º de Primaria desde este año.

Daniel Sánchez Caballero

Cuando esté implantada del todo la LOMCE, en el curso 2016-17, los alumnos pasarán evaluaciones en 3º de Primaria, 4º de la ESO, 2º de Bachillerato (estas dos últimas han venido a conocerse como reválidas y son necesarias para obtener el título), las pruebas de acceso a la Universidad los que tomen ese camino... como mínimo. Porque en algunas regiones, como Madrid, tendrán –tienen ya– otra en 6º de Primaria y otra más en 3º de la ESO, lo que supone que todos los escolares madrileños tendrán que hacer al menos cuatro pruebas en los 10 años que dura la etapa de educación obligatoria (entre 6 y 16 años) y una o dos más los que accedan a Bachillerato.

“Hacemos muchísimas pruebas que cuestan mucho dinero, pero otra cosa es que les estemos sacando partido”, reflexiona Elena Martín, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. “Creo que es un concepto de calidad de la enseñanza equivocado, basado en que por poner más pruebas se va a mejorar”, añade. 

El objetivo teórico de las pruebas es evaluar a los alumnos para ver su nivel y, sobre todo, sus necesidades, a los profesores y a los centros para detectar qué se hace bien y qué mal. “Comparativamente, hay pocos países en los que haya que pasar una prueba externa para aprobar la Secundaria obligatoria”, afirma Rafael Feito, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.

No solo están las pruebas obligatorias que plantea el Gobierno. De fondo también revolotean los exámenes de PISA, TIMMS o PIRLS, otros exámenes externos que realizan entidades como la OCDE y que, si bien son muestrales y solo pasan algunos estudiantes, tienen una gran trascendencia –al menos mediática y para el Gobierno– y se han convertido en un gran condicionante del sistema educativo global.

Repetidas veces ha afirmado el Ministerio de Educación que entre sus objetivos está mejorar en PISA, el examen de referencia mundial en el que España sale recurrentemente en mitad de la tabla de clasificación de países que realiza la OCDE. Por si hubiera pocas pruebas, la Comunidad de Madrid llegó a realizar en 2013 una “experimental” a alumnos de cinco años.

El riesgo de la mala gestión

Las dudas que se le plantean a Martín las comparten todos los expertos educativos consultados para este reportaje: las evaluaciones no tienen por qué ser negativas per se, pueden aportar información. Pero si se hacen de determinada manera. De lo contrario presentan muchos riesgos que si no son bien gestionados acabarán convirtiendo estas pruebas en una losa para el sistema educativo y los colegios.

“¿Para qué se están utilizando estas pruebas?”, pregunta Charo Hernández, profesora y miembro de los Movimientos de Renovación Pedagógica. “Por ejemplo, en Madrid sirvieron para hacer un ranking de centros: cuáles sacan mejores notas, cuáles peores, etc”, se responde. Y esto provoca que la posición del colegio en estas clasificaciones acabe siendo casi la mayor preocupación de los centros y pueda condicionar incluso las matriculaciones. “Las familias acaban pensando que un colegio es mejor cuanto mejor posición tiene en estos rankings. Esto crea preocupación en muchos profesores, que dedican el año a prepararlos, a repetir pruebas del año anterior”, explica.

“Y es un problema mayor si no tienes en cuenta el tipo de alumnado que tiene cada centro”, añade Feito. Hay extensa literatura que demuestra que el rendimiento educativo está ligado al nivel socioecónomico de las familias. Cuánto más ricas sean y más versados estén los padres, más rendirá un alumno. Con este condicionante, educativamente puede tener más mérito lograr que todos los niños de un colegio de un barrio marginal aprueben un examen a que los de un barrio acomodado saquen un 6. Pero la clasificación dirá que estos últimos sacaron un 6 y los otros un 5. “Es el caso de Madrid, que no saca los datos por nivel sociocultural, y los centros con mejores resultados se corresponden con el nivel sociocultural, no con los mejores centros”, explica Martín.

 

La Comunidad de Madrid fue pionera en la realización de estas pruebas externas (en 6º de Primaria) allá por 2005. Primero dijo que no publicaría las clasificaciones, pero acabó haciéndolo. Hay que tener en cuenta que la región se ha utilizado como laboratorio de pruebas de las políticas educativas que han acabado expandiéndose por el país a través de la LOMCE. Y la nueva ley educativa del Gobierno del PP deja libertad a las Comunidades para decidir si publicarán o no los resultados de las pruebas, según confirman fuentes del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE). “Y no creo que las autoridades sean tan finas como para publicar los datos matizados, hasta ahora no lo han hecho”, afirma Feito.

El modelo 'vasco-navarro'

Frente a este modelo, en Navarra o País Vasco también se realizan pruebas diagnósticas, pero los resultados son para uso exclusivo de los centros y profesores, no se hacen públicos y no condicionan las políticas educativas de los centros. “A mí me gustan las pruebas externas, vienen bien”, asegura Alberto Arriazu, director del IES Navarro Villoslada y presidente de la Federación de Directivos de Instituto Fedadi. En Navarra se hacen en 4º de Primaria y 2º de la ESO. “Podemos detectar qué alumnos van mejor, peor, qué podemos hacer con ellos para que superen la ESO”, explica.

Por eso Arriazu no entiende el sentido de una prueba en 4º, el último curso. “Es tarde, ya no se puede hacer nada. Como mucho ver qué se puede hacer con los siguientes cursos. Y si además las pruebas van unidas a la titulación (si es imprescindible aprobar para obtener el título), hay mucho riesgo de que el 4º de la ESO se convierta en la preparación de la prueba”, razona. Algo similar a lo que ocurre actualmente con la Selectividad y 2º de Bachillerato, un curso que muchos consideran casi perdido porque se dedica en exclusiva a preparar esta prueba.

Esto puede ocurrir con la prueba de 3º de Primaria, que comienza este año. Su descripción en la norma es algo confusa, y aunque fuentes del INEE afirman que la prueba “es sólo diagnóstica y no se tendrá en cuenta para la promoción del alumno”, también advierten de que hay que “tener en cuenta el artículo 20.3 de la LOMCE”, que establece que “de resultar favorable esta evaluación el equipo docente deberá adoptar las medidas ordinarias o extraordinarias más adecuadas”. La redacción parece dejar la puerta abierta a que se considere la repetición de curso si el resultado de la prueba es malo.

Otra indicación de riesgo que algunos han visto en el diseño de esta prueba es que sólo incluye preguntas sobre Lengua y Matemáticas. “¿Por qué centrarse en dos materias de las hasta diez que podría cursar el alumnado de tercero? Se están excluyendo, nada más y nada menos, áreas como las siguientes: Ciencias de la Naturaleza, Ciencias Sociales, Primera Lengua Extranjera, Educación Física...”, reflexiona Feito. “Como si todos quisiéramos ser abogados del Estado”. El INEE responde: “Así está previsto en la LOMCE”. Cosas de Educación.

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