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La falta de profesores de especialidades técnicas lleva a las comunidades a rebajar los requisitos para dar clase

Matemáticas e Informática, entre las especialidades con más dificultades para encontrar profesores.

Daniel Sánchez Caballero

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España nunca ha tenido más profesorado en colegios e institutos. Sin embargo, los 826.572 docentes que van a impartir clase por todo el Estado este año son insuficientes. Y eso que este curso se prevé que haya menos alumnos en la Secundaria que el anterior, aunque la FP está desbocada. Pero el problema no es el aumento de estudiantes.

No es generalizado –muchas especialidades tienen excedente–, pero sí sucede por todo el territorio. Ni siquiera es un problema propio de España, sino que trasciende las fronteras. En toda Europa, solo Croacia y Chipre no han informado de falta de profesores, según un informe de la Comisión Europea. El mundo necesita 44 millones de docentes para los próximos cinco años, calcula la Unesco.

Sucede sobre todo en las materias técnicas, pero no solo. Matemáticas en Secundaria, con retazos en Francés o Latín. Catalán en Catalunya. Informática y Electricidad y electrónica en la FP, etapa en la que algunos grupos se pasaron meses sin profesor el pasado curso, con incorporaciones tan tardías como enero. Este año no parece que vaya a mejorar la situación.

CSIF ha cifrado esta misma semana en 45.778 los docentes que le faltan al sistema. Según las cuentas del sindicato, esos son los profesores que harían falta para mantener la ratio de alumnos por docente (que no por clase) que había en 2010 (13,87, la actual es 14,63). “Esto se traduce en falta de desdobles y apoyos, de especialistas en todas las materias y de equipos de orientación completos, entre otras cuestiones”, valora la organización.

Ese déficit habla de refuerzos, de desdobles, de elementos para mejorar la calidad educativa y ofrecer un servicio más óptimo. No es poca cosa, pero la falta de especialistas en algunas áreas y etapas no es que impida apuntar a una mejora del sistema; impide directamente dar clases. La situación de escasez es tal que en especialidades de muchas comunidades con solo presentarse a las oposiciones a firmar y entrar así en la bolsa de interinos está garantizado que antes o después se trabajará durante el curso.

Pues quitamos el máster

Por eso algunas comunidades rebajan requisitos obligatorios para impartir docencia en ciertas materias. Al menos la Comunitat Valenciana, Extremadura, La Rioja, Castilla-La Mancha, Canarias, Murcia, Andalucía y Castilla y León pidieron el pasado curso al Ministerio de Educación que les permitiera que licenciados sin el máster del profesorado (obligatorio para ejercer la docencia) pudieran dar clase de manera excepcional cuando se agotaran las bolsas de interinos, según CCOO.

Este curso, al menos la Comunitat Valenciana ya lo hecho: ha sacado ofertas para informática y sistemas y aplicaciones informáticas sin exigir el máster, aunque los aspirantes deben comprometerse a cursarlo antes de junio de 2026. En Catalunya, la conselleria también flexibiliza de manera temporal los requisitos para entrar en las bolsas de interinos, explican fuentes del Govern, y ofrecen complementos retributivos para hacer más atractivas estas especialidades.

Estas excepciones tienen su origen en la pandemia, cuando los desdobles para reducir el número de estudiantes por clase para aumentar la distancia entre ellos puso sobre la mesa la escasez de profesorado. El Ministerio entonces aprobó un Real Decreto por el que permitía a las Consejerías de Educación autonómicas (que son quienes hacen las contrataciones) “nombrar con carácter excepcional (...) también a aquellos aspirantes a las especialidades demandadas que no cumplan en ese momento con el requisito de estar en posesión del título oficial de formación pedagógica y didáctica de posgrado”, según decía su artículo 2. Pero aquella excepción era limitada: “Su nombramiento (...) no podrá prolongarse, en ningún caso, más allá de la finalización del curso en el que las autoridades competentes determinen que han dejado de concurrir las circunstancias extraordinarias derivadas de la pandemia generada por la Covid-19”.

La medida es polémica. Los sindicatos de profesores y algunos especialistas alertaron en su momento, e insisten hoy, de que se menosprecia la importancia de la formación pedagógica y didáctica específica de las materias eliminando este requisito. “El profesorado tiene que estar formado, no puede entrar un graduado a dar clases a alumnos con algunas características, como los adolescentes, que necesitan una atención, tienen unas necesidades que el profesor debe conocer y abordar, y eso lo da la formación”, resume Héctor Adsuar, responsable de función pública de la federación de enseñanza de CCOO.

Las Matemáticas sufren

En Secundaria el problema es especialmente grave con los profesores de Matemáticas e Informática. Las fuentes consultadas tienen claro que se debe principalmente al cambio que se ha producido en la consideración de estos profesionales en el sector privado. Hasta hace no mucho, la docencia era una salida natural para los matemáticos, pero en los últimos años las empresas los están incorporando a sus filas y allí encuentran mejores condiciones, como constató el Comité Español de Matemáticas (CEMat) en el Estudio diagnóstico sobre la competencia matemática en España.

“A pesar del notable aumento en el número de estudiantes del grado en Matemáticas de los últimos años, los egresados de esta titulación no cubren la demanda de docentes de esta asignatura. Actualmente la tensión docencia-empresa se está decantando a favor de esta última; sería conveniente realizar un estudio que cuantifique los efectos que este fenómeno está produciendo en el sistema educativo. Hoy la profesión docente no es la preferencia de los egresados y no es una opción atractiva para ellos”, se lee.

Los profesionales tienen claro por qué, más allá de la evidencia de que la educación no puede competir salarialmente con la empresa privada. “Mientras no se resuelva la situación de conflicto en el aula (ratios altas, alumnos con necesidades educativas especiales, etc.), mientras el profesor no tenga un horario lectivo adecuado para hacer ese trabajo los que se quieran dedicar a esta profesión van a buscar otra salida”, reflexiona Goyo Muro, responsable de pública docente de CCOO en Castilla La Mancha. “Los hay que prueban en la docencia, ven la situación, cómo va a peor y lo dejan. Ha habido un cambio muy grande en los últimos diez años. Hablas con el profesorado y te dicen que en la última década es muy difícil sostener el trabajo. En las aulas se sobrevive muchas veces día a día”.

El sector no puede competir en condiciones económicas, pero tampoco de estabilidad. “De profesor entras de interino, pero hasta que tienes una estabilidad puede pasar un tiempo. Un año estás en un instituto, otro en otro... Nadie te asegura nada”, añade Luis García, presidente de la Asociación de centros de FP y director en Madrid.

Morir de éxito en la FP

La FP va camino de morir de éxito. Gobierno central y autonómicos han apostado fuerte por esta etapa como solución al abandono escolar y a la falta de profesionales medios, técnicos, que tiene el mercado laboral español. La apuesta está rindiendo y cada vez más personas se matriculan en un grado de formación profesional (luego surgen los problemas de falta de plazas públicas, pero ese es otro tema). Sin embargo, este aumento de la demanda formativa está encallando en la oferta docente.

En esta etapa las estrellas (para mal) son informática y electricidad y electrónica, dos familias con dos ramas cada una. “Lo venimos notando desde hace cuatro o cinco años y no podemos crecer porque no encontramos gente”, lamenta García. También estos centros están “flexibilizando” –ese eufemismo de “quitando”– requisitos para ciertos perfiles cuando se han agotado las vías que sí cumplen la ley.

En su caso, al menos, la nueva ley de FP ofrece una solución, aunque todavía esté por desarrollarse: los profesores expertos. Esta figura está pensada a imagen y semejanza de los profesores asociados en la Universidad (al menos con el espíritu inicial). Son profesionales expertos en lo suyo que acuden a un centro para impartir unas pocas horas de docencia semanal en paralelo a su trabajo principal. Para García es “una buena solución”, igual que es preferible tener alguien experto en una materia o el manejo de cierta maquinaria aunque no tenga el máster antes que un profesor de otra especialidad que sí lo haya cursado.

“La competencia técnica es más importante que la metodológica, que aunque también es importante para mí la otra lo es más. Yo necesito alguien que sepa manejar la maquinaria, con las programaciones o cuestiones similares ya le ayudo yo”, argumenta consciente de que la FP tiene particularidades (maquinaria específica, etc.) que la distinguen de la Secundaria.

Así, cuenta García, es habitual que los centros tengan que buscarse la vida y llamar a las empresas con las que colaboran para las prácticas en busca de personal que pueda impartir unas horas de docencia. Como además son ciclos formativos con mucho tirón en el mercado laboral, hay más demanda, lo cual agrava el problema, añade García.

También influye en la falta de docentes la escasez de plazas en el máster del profesorado de Secundaria, recuerda el director de FP: más de la mitad de las plazas que se ofrecen son de universidades privadas, con la barrera económica que eso supone para muchos aspirantes.

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