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Habla una víctima del cura exorcista abusador: “El dolor es infinito”

Imagen de archivo de un rosario.

Jesús Bastante

en religiondigital.com —

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“Años después de los abusos, cuando debía pasar cerca de ese lugar, tenía vómitos, pesadillas, pensaba que mi vida no valía nada”. Laura (nombre ficticio) ronda la cuarentena, y durante año y medio padeció los abusos de E.G.G., en los últimos momentos de pontificado de Rouco Varela en Madrid. El sacerdote, ahora sancionado por el cardenal Cobo, gozaba de gran predicamento en la diócesis, como un respetado orador, director de ejercicios espirituales y consumado confesor. “Sus confesionarios estaban llenos”, recuerda ella.

En sus ratos libres, además, E.G.G. ejercía como exorcista, una potestad que le concedió Rouco en 2005 y que sólo fue retirada en los últimos tiempos de Carlos Osoro, a quien el clérigo acusaba de perseguirle y perjudicarle. Era en esos momentos en los que se producían algunos de los hechos relatados, en los que E.G.G. aprovechaba su condición para abusar sexualmente de mujeres. Les tocaba los pechos y la vagina “porque decía que ahí es donde estaban los demonios alojados”, explica una fuente del caso. “Los abusos se hacían delante del Santísimo expuesto, y hacía uso de los santos óleos o el agua bendita”, añade Laura.

Fama de santo

Laura se acercó a este hombre gracias a su carisma, y a recomendaciones de amigos. “Tenía fama de santidad. Era muy austero, decía tener pocas pertenencias y casi siempre vestía con la misma ropa. Solía ir descalzo y comía muy poco, de manera frugal, y no dejaba nada en el plato. Hasta lo lamía”, apunta la víctima.

Nada más entrar en contacto con él y con su entorno, percibió cómo “estaban muy obsesionados con el Maligno”. “Él me hablaba de la influencia del Maligno y decía que la manera de liberarme era tocar con pureza de corazón lo que ha sido corrompido”, cuenta Laura.

En su caso, no se trataba de exorcismos, sino de “oraciones de sanación”, que tenían lugar en la Casa Corazón del Padre de la calle Fernando Díaz de Mendoza. Durante estos actos, E.G.G. le pedía a Laura que “llevara una camiseta de tirantes y pantalón corto”. “Cuando hubo más confianza, me hacía desnudarme y quedarme bajo una sábana”, relata.

Cuando la joven le preguntó si no sería preferible que durante el acto estuviera presente alguna de las hermanas que le ayudaban en la casa, su ‘no’ fue tajante. Ella lo siguió, durante meses, casi hipnotizada: “Estaba convencida de que la única manera de acercarme a Dios y liberarme del mal que había en mí era a través de sus oraciones y dirección espiritual”, relata. 

“Fue duro salir de esa manipulación, ya que para cometer los abusos me convenció que necesitaba de su oración”, recuerda. Pese al tiempo transcurrido, y a la liberación que supuso poder contar su historia a los técnicos de Repara –el plan del Arzobispado de Madrid de atención a las víctimas– las pesadillas vuelven de cuando en cuando. “Hasta hace muy poco sentía que si lo veía, me sentía dominada, como anulada. Para mí, su aprobación y el contacto diario con él fueron muy necesarios”. Las denuncias han tardado porque “el daño ha sido tan difícil de gestionar, que lo único que queríamos era huir”.

El dolor es infinito, para las víctimas, nuestros familiares, y personas que nos quieren y nos han acompañado en este proceso que sigue abriendo heridas

En verano, y una vez se informó al sacerdote de las sanciones, varias víctimas se reunieron con el obispo auxiliar de Madrid, Jesús Vidal y miembros de Repara, donde se les leyó el precepto penal impuesto al clérigo. “Nos dolió que no se le expulsara del sacerdocio, a pesar de todo lo que hizo”, señala Laura. El cura, que sigue siéndolo, también está cobrando un sueldo, debido a las trabas de la legislación canónica, que no permite una condena sin un juicio canónico. Y, en el caso de adultos, sin denuncia formal no hay posibilidad de declaración de vulnerabilidad.

El cura acepta la sanción como “una forma de purificación”

El sacerdote, ya mayor y que según varias fuentes ha pasado una dura enfermedad, estuvo en la casa de retiro para clérigos abusadores en Castellón, y en la actualidad, algunas fuentes lo sitúan en algún lugar de Extremadura, aunque en la web de la Archidiócesis todavía aparece como adscrito de la parroquia de San Miguel Arcángel. El cura ha aceptado la sanción como “una forma de purificación” tras años de luchas contra el demonio, señala una fuente. “En la diócesis están preocupados por si se crea con él un mártir, porque hay personas que le siguen de manera incondicional”, concluye Laura, que sólo pide justicia.

“Lo más doloroso es que no vaya a pedir perdón. Las víctimas lo necesitamos, más que cualquier otra cosa”, añade. “Solo quiero que se haga justicia, que este señor no siga haciendo a otras personas lo que me hizo a mí. El dolor es infinito, para las víctimas, nuestros familiares, y personas que nos quieren y nos han acompañado en este proceso que sigue abriendo heridas”.

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