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ENTREVISTA | Soledad Cabezón (eurodiputada socialista)

“Es necesario poner coto a la proliferación de pseudoterapias en la UE”

Soledad Cabezón, presidenta del Intergrupo de Salud del Parlamento Europeo

Teguayco Pinto

La pasada semana, la eurodiputada socialista Soledad Cabezón reclamó en el Parlamento Europeo la necesidad de una nueva normativa europea que regule las prácticas conocidas popularmente como medicina complementaria o alternativa. Lo hizo como presidenta del Intergrupo de Salud del Parlamento Europeo, en un seminario sobre medicinas alternativas organizado por la Comisión de Medio Ambiente, Salud y Seguridad Alimentaria.

Además de la regulación de las 139 prácticas identificadas en la UE, la eurodiputada socialista también ha señalado la necesidad de revisar la directiva que regula los productos homeopáticos, que establece un procedimiento simplificado para autorizar dichos productos sin requerir pruebas científicas.

El Intergrupo se alinea así con la postura de las academias científicas europeas, que el pasado mes de septiembre emitieron un informe sobre la homeopatía en el que urgen a la Comisión Europea a establecer “un marco regulador estandarizado y basado en el conocimiento”.

A principios de octubre, el portavoz del PSOE en la comisión de sanidad del Congreso, Jesús Fernández, realizó unas polémicas declaraciones sobre las terapias alternativas, que poco después fueron rectificadas por dirigentes del partidopolémicas declaraciones ¿Está clara la posición del partido respecto a este tema?

Probablemente su forma de expresarse no fue la más adecuada y dio lugar a confusión, pero es la postura de la secretaria de Sanidad la que marca la línea del partido.

¿Y cuál es esa línea?

Que todo aquello que se suministre a un paciente, ya sea un medicamento o una terapia, tiene que que tener una eficacia y una seguridad demostradas mediante evidencia científica.

¿Es esto lo que ha defendido en el Parlamento Europeo?

Hemos planteado la necesidad de establecer una definición más clara de este tipo de terapias alternativas o complementarias y de una mejor regulación, que ahora mismo consideramos que es demasiado laxa o inexistente. A día de hoy reconocemos que hay al menos 130 prácticas que se encuentran bajo este paraguas y necesitamos saber qué es lo que aporta cada una de ellas y, a partir de ahí, mejorar la regulación para proteger la seguridad de los pacientes.

¿A qué se refiere con “una definición más clara”?

Llamar terapia o medicina a estas prácticas es darles un reconocimiento que no deberían tener, porque son prácticas sobre las que no hay evidencia científica. Lo que no demuestra eficacia no se puede llamar medicamento, ni medicina complementaria, ni terapia alternativa. Podrá ser otra cosa, pero desde luego lo que no se puede hacer es llamarlo medicamento ni referirse a ello como una práctica médica. Ese es el primer filtro que hay que poner, no solo el de la seguridad, sino también el de la eficacia, tal y como sucede con cualquier procedimiento médico convencional.

La actual directiva europea que regula los productos homeopáticos y se refiere a ellos como medicamentos

En su momento se determinó que lo que había que priorizar era la seguridad del paciente y no la eficacia de estos productos, así que se estableció una regulación simplemente para asegurar que las diluciones homeopáticas no tuvieran efectos secundarios, sin que fuera necesario que demostrasen eficacia. El problema es que se abrió una puerta que ha permitido hacer creer que los productos homeopáticos se aprueban al mismo nivel que los medicamentos convencionales, cuando no es así. Esta normativa está siendo utilizada de forma engañosa para hacer creer que un producto homeopático es un producto médico, cuando no lo es. Los productos homeopáticos son diluciones que no producen ningún efecto secundario, pero que tampoco han presentado pruebas de que tengan algún efecto positivo.

¿Qué sucede el resto de las prácticas que no son homeopatía?

A día de hoy, la mayoría de los países europeos no disponen de un marco regulatorio y es este vació legal lo que ha permitido la proliferación de pseudoterapias. Hasta ahora las considerábamos inofensivas, porque no tenían efectos secundarios, pero cada vez hay más evidencias que muestran que no son tan inofensivas y que, de hecho, están generando problemas. Por eso planteamos que es necesario una nueva regulación europea que ponga coto a la proliferación de pseudoterapias.

¿Qué tipo de problemas se han generado?

Cada vez son más frecuentes los casos de pacientes que abandonan tratamientos eficaces, poniendo en riesgo sus vidas. Hay personas que incluso llegan a abandonar sus tratamientos contra el cáncer por productos sobre los que no hay ningún tipo de evidencia.

¿Hay una posición favorable en el parlamento para iniciar estos cambios?

Hay una actitud favorable a un cambio regulatorio que esté basado en la evidencia científica. Obviamente no hay unanimidad sobre cuál es el mejor camino para abordar la modificación, pero sí una concienciación de que es necesario que se conozcan las prácticas que se están llevando a cabo en cada país, los problemas que están generando, etc.

Hay países que subvencionan algunas de estas prácticas ¿han planteado alguna queja ante esta petición?

De momento nadie ha dicho nada en este sentido. Francia, Bélgica y Suiza son los únicos países que, a día de hoy, tienen algún sistema para reembolsar el coste de alguna de estas prácticas, pero es debido a la demanda de un sector de la ciudadanía, no a que haya evidencias de que tengan ningún efecto. Además, hay que tener en cuenta que en estos países solo están reguladas unas pocas prácticas de las más de 130 las que hay identificadas.

Hay asociaciones que piden que algunas de estas prácticas se integren en el sistema sanitario ¿cómo ve esa posibilidad?

Antes de integrar cualquier práctica en los sistemas de salud se deben requerir evidencias sólidas  de que funcionan. Creo que los estados miembros deberían exigir estas pruebas antes de dar pasos en este sentido, ya que medidas como reembolsar los costes de algunas de estas prácticas pueden generar confusión entre los pacientes.

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