'Alma tierra', al que pertenecen estas fotografías, es un libro y una exposición itinerante realizados por José Manuel Navia en 2018-2019, producidos por Acción Cultural Española (AC/E) y coeditado por Ediciones Anómalas.
A principios de los años 80 fotografié a la familia Rodríguez de Cossío el día de la matanza del cerdo en Lores, un pueblo de la montaña palentina.
A principios de los años 80 fotografié a la familia Rodríguez de Cossío el día de la matanza del cerdo en Lores, un pueblo de la montaña palentina.
A primera hora de la mañana los hombres, Mariano, Adérito y Santiago, se reunían en la cocina para tomar 'la parva', una copa de aguardiente con pastas que les infundía ánimos para acometer la matanza del 'chon', uno de los ritos esenciales para muchas familias campesinas hasta hace pocos años.
De la generación de aquellos hombres ya solo sigue con nosotros la mujer de Mariano, Ana, a la que visité en 2019 junto con su sobrina Araceli.
De la generación de aquellos hombres ya solo sigue con nosotros la mujer de Mariano, Ana, a la que visité en 2019 junto con su sobrina Araceli.
Hoy, con 95 años, aún acude cada día, si el tiempo lo permite, a ocuparse del huerto. Y en su cocina, que conserva como aquella que fotografié hace casi 40 años, junto al fuego, vuelven a surgir las viejas historias y los mitos que laten en el fondo de muchas de mis fotografías.
Si hay un aspecto fundamental a la hora de abordar el problema de la despoblación es el abismo que separa el mundo urbano del mundo rural.
Si hay un aspecto fundamental a la hora de abordar el problema de la despoblación es el abismo que separa el mundo urbano del mundo rural.
La mayoría de las supuestas 'soluciones' para los pueblos se proponen o bien desde las ciudades o, al menos, con mentalidad urbana, y difícilmente se escucha lo que tienen que decir las personas de verdad afectadas, y menos aún se conoce la cultura que representan. Siempre me he preguntado qué pensaría Domingo mientras veía en su casa de Santa Ana, en Cáceres, un informativo que hablaba del #MeToo.
En la comarca de las Tierras Altas sorianas, en el pueblo de Los Campos, Dolores García me dijo un día de 2016: “Para mi madre no hubo Dios. Ahora sí hay Dios, pero para ella no lo hubo. Viuda, con niños pequeños, teniendo que pedir y nadie le daba”.
En la comarca de las Tierras Altas sorianas, en el pueblo de Los Campos, Dolores García me dijo un día de 2016: “Para mi madre no hubo Dios. Ahora sí hay Dios, pero para ella no lo hubo. Viuda, con niños pequeños, teniendo que pedir y nadie le daba”.
Siguen resonándome esas palabras como si fuese ayer. No se puede resumir mejor lo que debió de ser aquella durísima e interminable posguerra en muchos pueblos de esa España interior.
Pese a la moda urbana de hacer pan en casa, atizada por la pandemia, en los pueblos ya apenas quedan hogares en los que las mujeres sigan haciendo el pan y arropen la masa como lo hace Inés, en el Aliste zamorano.
Pese a la moda urbana de hacer pan en casa, atizada por la pandemia, en los pueblos ya apenas quedan hogares en los que las mujeres sigan haciendo el pan y arropen la masa como lo hace Inés, en el Aliste zamorano.
Y así hagan realidad, como un día escribió el provenzal Jean Giono, ese gesto autosuficiente y en cierto modo revolucionario de hacer el propio pan, que “es la renuncia a muchas cosas; es la creación de otras nuevas. (...) Estos son los gestos antiguos que tanto bien hacían al mundo. (...) Este pequeño gesto es capaz de destruir todos los gobiernos del mundo”.
En algunos casos, personas de origen urbano deciden dar un cambio a su vida y marchar a vivir y trabajar en el campo.
En algunos casos, personas de origen urbano deciden dar un cambio a su vida y marchar a vivir y trabajar en el campo.
Es el caso de Belén Marqués, nacida en el barrio madrileño de Prosperidad, que decidió aparcar una saneada carrera profesional en el sector de los seguros para volver a la tierra de sus antepasados en el valle del Corneja, en Ávila, y poner en marcha una ganadería, hace ya seis años.
Para otras personas la vuelta al campo, a la naturaleza, ha sido una opción aún más radical. Hay quienes decidieron irse a recuperar aldeas que otros habían abandonado, y poner en marcha nuevas vidas, nuevas familias, nuevas fórmulas.
Para otras personas la vuelta al campo, a la naturaleza, ha sido una opción aún más radical. Hay quienes decidieron irse a recuperar aldeas que otros habían abandonado, y poner en marcha nuevas vidas, nuevas familias, nuevas fórmulas.
Con frecuencia son conocidos como “neorrurales”, y en muchos pueblos las gentes los llaman “los hippies”. Algunos experimentos puede que no salieran bien, pero otros son verdaderamente ejemplares, como es el caso de Tronceda, en Ourense, donde un día del invierno de 2018 nos recibieron Javier, Pilar, José y Mayte (y los chavales Marzo y Liberto).
Hace 11 años que Olga Primintela, su marido y sus hijas recalaron en Cubillejo de la Sierra, en la Tierra de Molina, una de las comarcas más despobladas de España, con apenas 1,6 habitantes por kilómetro cuadrado.
Hace 11 años que Olga Primintela, su marido y sus hijas recalaron en Cubillejo de la Sierra, en la Tierra de Molina, una de las comarcas más despobladas de España, con apenas 1,6 habitantes por kilómetro cuadrado.
Venían de Ecuador. ¿Qué sentiría Olga cuando llegó a Cubillejo, con un censo de 42 habitantes pero donde apenas unos pocos vecinos reales pasan frío en invierno? Su marido trabaja de pastor y ella, en lo que va saliendo, pero me cuenta con un orgullo que no puede sino emocionarnos que tiene a sus dos hijas estudiando Medicina en la Universidad, en Guadalajara.
La inmigración es, en muchos casos, una tenue llama de esperanza, una de las posibles soluciones a tener en cuenta.
La inmigración es, en muchos casos, una tenue llama de esperanza, una de las posibles soluciones a tener en cuenta.
Pero el trabajo es la condición. Maricica Atudorei y su marido, rumanos, tienen tres hijos nacidos en España y llevaban más de 12 años en la Tierra de Molina cuando los visité en 2019. Mientras servía un colacao a su hijo Eric en el bar que regenta en Mazarete, ante mi insistencia de que me parecían todo un ejemplo de estabilidad, ella me contestó sin pestañear: “Estamos bien donde hay trabajo; si no hay trabajo nos vamos”.
Frente a quienes llegan buscando una nueva vida, hay otras personas que hunden sus raíces en la tierra, en esa misma tierra que las vio nacer, a ellas y a todos sus antepasados.
Frente a quienes llegan buscando una nueva vida, hay otras personas que hunden sus raíces en la tierra, en esa misma tierra que las vio nacer, a ellas y a todos sus antepasados.
Su cultura es la tan denostada y olvidada cultura campesina y sus votos son apenas un puñado de papeletas, por más que se diga tramposamente que valen mucho. Pero tienen todo el derecho a vivir en su tierra, en su mundo, como un día de febrero de 2019 me dijo Antonia en su casa de Luco de Bordón, en Teruel (apenas dos o tres habitantes en invierno): “Aquí es donde mejor estoy. Aquí todo me habla”.
Entre tanta desesperanza hay quienes siguen luchando (o creyendo en los milagros). Alberto Toro lleva 11años de maestro en la escuela de Pitarque, poco más de 50 habitantes, en Teruel.
Entre tanta desesperanza hay quienes siguen luchando (o creyendo en los milagros). Alberto Toro lleva 11años de maestro en la escuela de Pitarque, poco más de 50 habitantes, en Teruel.
Estudió en Boston con David Perkins y pertenece a un grupo de investigación de la Universidad de Harvard. Cree firmemente en las escuelas unitarias, que no desarraigan al alumnado de su entorno. Me recibió con sus cuatro alumnos, Begoña, Eloy, Ismael y Achraf, el último día de enero de 2019.
Mientras los políticos sueñan con más líneas de alta velocidad y más autovías, sabedores de que cualquier vía rápida solo sirve, como mucho, para poblar sus cabeceras y vaciar las tierras que recorre, los medios de comunicación tradicionales, aquellos trenes o autobuses que iban parando en cada pueblo, van languideciendo o directamente se clausuran, siempre con la excusa de que "no son rentables".
Mientras los políticos sueñan con más líneas de alta velocidad y más autovías, sabedores de que cualquier vía rápida solo sirve, como mucho, para poblar sus cabeceras y vaciar las tierras que recorre, los medios de comunicación tradicionales, aquellos trenes o autobuses que iban parando en cada pueblo, van languideciendo o directamente se clausuran, siempre con la excusa de que "no son rentables".
Algo así ha ido ocurriendo con este tren, un viejo regional que une (o ya casi diríamos unía) Madrid con Cuenca y València... Un estorbo frente a tanta 'modernidad'.
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