CORONAVIRUS
Qué vamos a saber y qué no con los nuevos datos de Sanidad sobre la pandemia
Los datos con los que el Ministerio de Sanidad y las comunidades miden cómo evoluciona la pandemia han cambiado. La estadística que, a trancas y barrancas, se sostuvo desde el inicio de la pandemia se rompe. Pero no en todos los indicadores. Analizamos qué vamos a saber y qué no con los informes que se publican cada martes y viernes. Y si los datos son suficientes para anticiparnos a un empeoramiento de la situación.
La serie de la incidencia acumulada, interrumpida
El cambio más importante en las cifras tiene que ver con la incidencia acumulada, un indicador que ha sido fundamental en los dos últimos años para conocer cuánto se estaba contagiando el virus y que se ha utilizado hasta la sexta ola como referencia para instaurar restricciones. La nueva estrategia, fruto del acuerdo entre los gobiernos regionales y el central, no contabiliza todos los casos, solo los vulnerables y los graves, de manera que no es posible conocer el número de positivos en total y, como consecuencia, tampoco el nivel de casos por cada 100.000 habitantes. “La mayor limitación es que se rompe la serie, aunque de facto ya estaba rota desde diciembre, era poco interpretable con la introducción de los test de farmacia”, considera Pedro Gullón, epidemiólogo y profesor de la Universidad de Alcalá de Henares.
La incidencia en mayores de 60 años, el nuevo termómetro
Sin embargo, en cada informe sí se podrá ver la incidencia acumulada en los mayores de 60, las personas con más posibilidades de que la COVID-19 desemboque en una enfermedad grave. En este grupo de población las pruebas diagnósticas siguen indicadas, por eso las cifras pueden recogerse.
¿Son útiles estos datos, aunque sean parciales? “Empezamos una nueva serie con la que vamos a poder saber dónde está la curva de contagios. Si estamos subiendo o bajando, si nos acercamos al pico, cuál es la velocidad de crecimiento... pero no se puede comparar en números absolutos con los datos que teníamos antes, fruto del anterior sistema de vigilancia, mucho más intensivo”, explica Gullón.
Conocer cuánto está infectando el virus a las personas de más edad es un termómetro específico, pero no el más sensible. “Es presumible que la incidencia acumulada sea más baja en esta edad que en la población general porque esta población mayor es la mejor protegida con tres dosis”, completa Daniel López Acuña, ex director de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS. Este experto es crítico con el nuevo sistema pues, a su juicio, renuncia a tener una capacidad de alerta “más fina” al dejar de lado la contabilización exhaustiva de casos y anticiparse a futuras olas.
La evolución de los virus respiratorios, otra señal de alerta
Los informes de Sanidad incorporan por primera vez los datos del sistema de vigilancia centinela –por muestras– de los virus respiratorios implantada antes de la pandemia. Algunas comunidades han incluido ya el SARS-CoV-2 en la recogida de datos. La incidencia que se extrae de las muestras tiene la limitación de que no desagrega el tipo de virus que provoca cada infección. “Es poco específico. Sin embargo, nos puede hacer ver si podemos tener un problema de ocupación de los hospitales, permite una buena visión general”, afirma Gullón, ante un eventual desboque de contagios.
La letalidad, un dato perdido
Con el nuevo sistema no es posible calcular cuántas de las personas infectadas por el SARS-CoV-2 terminan falleciendo. O sea, cuánto de mortal es el virus. Sin el dato del total de casos disponible, es inviable sacar la tasa, explicaba en esta entrevista la presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología, Elena Vanessa Martínez. Se podría hacer un cálculo con la incidencia en mayores de 60, pero sería parcial y, advierte López Acuña, superior a las tasas que se han ido registrando para la población general en los últimos meses. Porque, aunque los mayores están vacunados y son la población con más adherencia a las dosis de refuerzo, también tienen más riesgo de fallecer.
Todos los hospitalizados y fallecidos siguen contándose
La nueva estrategia de vigilancia y control está orientada a hacer una radiografía de la gravedad, más que de la transmisión. Por eso los casos graves y los fallecidos continúan contabilizándose. No hay cambios respecto al protocolo anterior. Es el indicador que, en la práctica, ya ha desplazado a la incidencia acumulada a la hora de tomar medidas.
Las tasas de ocupación de camas de planta y de UCI son valores infalibles que dan la voz de alarma, coinciden todos los epidemiólogos. Sin datos globales de incidencia acumulada, “podemos encontrarnos la ola una vez ya la tengamos encima y eso reduce la posibilidad de intervención temprana”, advierte López Acuña. Normalmente, la subida de la incidencia se replica dos o tres semanas después en los hospitales. Gullón confía, sin embargo, en que tanto la incidencia en mayores de 60 como el sistema centinela de infecciones respiratorias agudas (IRA) permitan ver con anticipo los cambios de tendencia y actuar si es necesario.
Reversible
La nueva estrategia se concibe como un plan “reversible” si las cosas vuelven a empeorar, “ya sea por una peor evolución de los indicadores de gravedad o por la aparición de nuevas variantes”, incide el documento. Los técnicos están definiendo cuáles serán los umbrales para dar marcha atrás con la estrategia. Además, las comunidades autónomas deben conservar el despliegue “extraordinario” para la vigilancia y control de la COVID-19 y garantizar que “se puede reactivar” si la situación se deteriora de nuevo.
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