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El éxito del panga en Europa está detrás del daño ecológico que causa su producción masiva en Vietnam

Cría de panga en Vietnam / WWF S. Gisch-Boie.

Raúl Rejón

“El mundo pide panga y Pescanova se lo va a dar”, proclamaba en 2009 el entonces presidente de la pesquera gallega, Manuel Fernández de Sousa. La empresa planeaba producir este pez en Mozambique y abrir una planta en España. Iba a la estela de la fiebre por este pescado blanco criado en granjas, la mayoría en Vietnam. La enorme demanda se tradujo en un sistema de producción poco sostenible que, ahora, ha provocado el fin de su comercialización en el gigante Carrefour aduciendo motivos medioambientales.

El ansia de panga en Europa, alimentada por el bajo precio –ronda los cuatro euros el kilo–, hizo que las importaciones pasaran de 55.000 toneladas en 2005 a 178.000 en 2007 (ese año, la importación de EE UU fue de 21.000 toneladas). Tras mantenerse, en 2015 cayó a 110.000.

España ha estado a la cabeza del tirón. En 2005 compraba a Vietnam unas 12.000 toneladas y en 2014, las cifras se fueron a 33.494 toneladas y 58,3 millones de euros, según el Ministerio de Agricultura y Pesca.

Abastecer (y aprovechar económicamente) la demanda por este pez ha hecho que el país asiático dedique más de un millón de hectáreas del delta del río Mekong a criar panga. Produce en total 1,1 millones de toneladas al año, un tercio de toda su acuicultura. De esta manera, un sistema de piscifactorías sostenible integrado en el río ha pasado a ser un problema medioambiental que termina por frenar el comercio.

Del sistema tradicional a la sobreexplotación

“Se trataba de un sistema de pequeñas pozas donde se aprovechaba los residuos del cultivo del arroz para alimentar a los peces”, explica el responsable de pesca de WWF Raúl García. “Más allá de su riqueza o pobreza nutricional, el panga es, además, una especie con menor impacto ambiental por kilo que otras variedades como el salmón, la lubina o la dorada. El problema es que se ha multiplicado en un delta muy poblado, con muchas industrias donde el agua ya es de bajísima calidad”, cuenta García.

Tras años de un mercado en engorde constante, Carrefour en Bélgica abrió la espita hace dos días al decir que “dadas las dudas que existen sobre el adverso impacto de las granjas de panga en el medio ambiente, hemos decidido dejar de vender este pescado y ya se han suspendido los pedidos”. Le han seguido sus divisiones en Francia y España.

¿Qué dudas? La preocupación medioambiental viene por las exigencias de recursos como el agua, la contaminación del caudal utilizado, la generación de desechos orgánicos de millones de peces, así como el consumo de energía y la emisión de gases de efecto invernadero.

Un estudio de la organización The World Fish Center, que analizó el ciclo completo de la acuicultura, reflejaba cómo los impactos se multiplicaban según crecían los niveles de producción. La ONG, que investiga sobre la capacidad de “la acuicultura y la pesca para reducir la pobreza”, concluía que el impacto de las granjas de peces es mucho menor que las de otros animales, pero, al mismo tiempo, avisaba de que los distintos sistemas de producción tienen “impactos diferentes”.

El caso del panga de Vietnam, cuyas explotaciones llegan a concentrar 300 toneladas de pez por hectárea, aparecía en las peores posiciones para la acidificación del agua, el consumo de energía y el agotamiento de los recursos biológicos.

No es una cuestión sanitaria

La legislación sobre acuicultura en la Unión Europea –y por tanto en España– exige unos estándares de control y calidad muy altos. Sin embargo, ¿qué ocurre con los miles y miles de toneladas de pescado criado que llegan desde otros países?

La misma Unión Europea, como gran comprador, aplica un reglamento para que el panga que se importa cubra unos mínimos como certificar que no son portadores de ciertas enfermedades. De hecho, lo que ha hecho parar las importaciones al distribuidor Carrefour no es la calidad del producto que vende.

Para comercializar mejor el producto, Vietnam se comprometió a certificar que su panga cumplía los requisitos de seguridad. Los cultivadores explicaron que para 2016, el 100%  de su producción estaría dentro de un sistema de certificación. WWF, que ha colaborado con las autoridades vietnamitas para aumentar la conciencia ambiental de lo acuicultores, calcula que ese compromiso ha llegado al 28% aproximadamente.

Con todo, el Ministerio de Sanidad español ha asegurado que no existe ninguna alerta sanitaria referente al pescado panga. A pesar de que la Confederación Española de Padres y Madres (CEAPA) ha pedido tras el anuncio de la cadena de supermercados que se retire este alimento de los menús escolares, Sanidad ha reiterado que todo lo que llega a España cumple con los requisitos de la Comisión Europea. Pero es que el problema sobre el que ha pivotado la decisión de dejar de importar panga vietnamita no ha sido el de la calidad del producto sino el daño que el sistema de producción masivo causa al medio ambiente.

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