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El pasado colonial reabre las heridas del racismo en Portugal
Lisboa, 18 feb (EFE).- Mamadou Ba llegó a Portugal hace 23 años procedente de Senegal, se habituó a recibir amenazas y hoy este activista contra el racismo está de nuevo en el centro de una tormenta política que ha reabierto las heridas del pasado colonial portugués.
En el blanco de la polémica está la controvertida figura del teniente coronel Marcelino da Mata, nacido en Guinea, que se labró su carrera militar en la guerra colonial -en los estertores de la dictadura portuguesa- y que falleció el pasado día 11 víctima de la covid, a los 80 años.
Guinea prohibió la entrada al país de quien fuera el creador de la tropa de elite del Ejército luso y el militar más condecorado de Portugal, despedido la pasada semana por el jefe de Estado, el presidente Marcelo Rebelo de Sousa.
La tormenta estalló después de que Ba lo definiera en redes sociales como “un criminal de guerra que no merece respeto ninguno” y se refiriera a él como “fascista” y una “figura siniestra de la historia portuguesa”.
La reacción no se hizo esperar. Unas 15.000 personas se sumaron a una petición pública virtual para pedir la deportación de Ba, dirigente de SOS Racismo Portugal.
PASADO COLONIAL
“No es la primera vez que recibo amenazas, llevo recibiéndolas mucho tiempo”, denuncia Ba, quien advierte de que “cualquier día podemos volver a un pasado siniestro en el que activistas son linchados por luchar por la igualdad y la dignidad”.
El pasado verano, Ba recibió el mensaje de un grupo desconocido que le señalaba como objetivo, semanas después la amenaza llegó acompañada de un cartucho de bala.
También Beatriz Días, diputada del Bloque de Izquierdas de origen senegalés, recibe amenazas a través de las redes sociales “con comentarios racistas, pidiéndome que vuelva a mi tierra, que soy incompetente o que debo dejar de ser diputada”.
En Portugal residen cerca de 890.000 inmigrantes, un 8,63% de su población según datos de la ONU, la mayoría procedentes de países africanos, como Angola o Guinea Bisáu, y su cultura coexiste con la lusa desde hace siglos por un pasado colonial que, señala a Efe la investigadora Silvia Maese, es parte del problema.
“La sociedad portuguesa, como otros estados coloniales, está atravesada por el racismo en su estructura” explica Maese, quién denuncia que el racismo “es una constante en la vida de las personas negras”.
Los niños “crecen en una sociedad que valora el inglés o el francés y desaprueba el criollo”, apunta Anebela Rodrigues, abogada y activista.
“Es preciso reconocer que existe racismo en Portugal, acabar con la idea de que es un tabú”, demanda Ba.
EL DISCURSO DE LA ULTRADERECHA
Los activistas relacionan el aumento del discurso racista con la ofensiva del partido de ultra derecha Chega, que obtuvo un 11,9 % de votos en las elecciones a la presidencia que en enero revalidaron en el cargo a Marcelo Rebelo de Sousa.
El mensaje de Chega es “repugnante y profundiza sentimientos de odio y división”, lamenta Dias, quien subraya que, aunque “la estigmatización de las comunidades racializadas ya existía en la sociedad portuguesa”, con la entrada de este partido ultra en la Asamblea, el discurso “se ha ampliado” porque “ahora hay un representante institucionalizado”.
“Llevábamos diciendo desde hacía más de veinte años que había extrema derecha en Portugal, que no era algo circunstancial” destaca Ba, para quien Chega es “un megáfono institucional del racismo ordinario”.
“Es una amenaza no solo para las personas negras, sino también para la democracia, porque no es posible democracia con desigualdad”, insiste Bá en declaraciones a Efe. “El racismo mata, no es solo un insulto, tiene consecuencias trágicas”, advierte.
QUEDA MUCHO CAMINO POR RECORRER
En 2019, Portugal registró 436 quejas por racismo, según datos de la Comisión para la Igualdad y contra la Discriminación Racial (CICDR), un 26% más que el año anterior, y confirmó una tendencia que lleva en ascenso más de seis años.
No obstante, se ha ganado terreno en los últimos 20 años como refleja la presencia de afrodescendientes en el espacio público y en el debate político, pero todavía queda un largo camino por recorrer.
“El principal cambio es que veo la posibilidad de hablar sobre la riqueza de ser africano” subraya a Efe Rodrigues. “Portugal comienza a asumir que tiene una deuda con los afrodescendientes”.
Destaca también la mayor “capacidad” del movimiento antirracista de “colocar en el espacio público” cuestiones raciales.
El primer paso es “reconocer que existe racismo en Portugal”, apostilla Ba, porque solo así se conseguirá “salir de la negación del racismo, salir de la idea de que hablar del racismo es decir que todo el mundo es racista”.
Después, hay que “crear un programa antirracista, transformar las reivindicaciones en medidas políticas concretas”, continúa.
“Hay que apostar por el futuro, más que por el combate antirracista, para que el día de la mañana nadie pueda ser tratado de una forma desigual”.
Andrea Caballero de Mingo
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