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La pobreza menstrual también existe en España: “La demanda de compresas entre mujeres necesitadas es impresionante”

Captura del vídeo sobre la protesta frente a Downing Street contra la 'tampon tax'. Vímeo Rebecca Coxon

Belén Remacha

Hace unas semanas, el gobierno de Escocia sorprendió con una medida pionera en Europa: suministraría gratis compresas y tampones a unas 400.000 niñas y adolescentes que sufren 'period poverty' –pobreza menstrual–. Se refieren así a la especial vulnerabilidad de esas jóvenes con dificultades para pagarse los productos para la regla, con sus correspondientes riesgos para la higiene, salud y sociabilidad.

Reino Unido tiene un índice de desarrollo del 0,92, tres décimas por encima de España. ¿Puede existir entonces el mismo problema en nuestro país? Lucía López, responsable en Mensajeros de la Paz, describe que la demanda de compresas en los repartos de productos a personas necesitadas es “impresionante”: “Siempre incluimos compresas en la compra que realizamos mensualmente”. Cuenta que su sistema –dirigido a familias precarias, con miembros en paro o monoparentales– se asemeja a un supermercado al que acuden los demandantes. En él, automáticamente se otorga un paquete de compresas a cada mujer.

“Ellas no tardan en avisarnos de cuándo necesitan que incluyamos a las hijas que empiezan a menstruar”, explica. Lo compara con las peticiones de pañales, para los que hay lista de espera: “Como ambos son productos caros, se solicitan igual”. En Mensajeros de la Paz adquieren compresas porque son más económicas que los tampones “y su uso es más habitual, por ejemplo, entre las mujeres inmigrantes”. En Cruz Roja también las incluyen sin falta en sus kits de higiene.

Los estatutos de la Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL), sin embargo, no contemplan repartir este recurso a las entidades con las que colaboran. Los Bancos se financian con fondos de la Unión Europea, y cada país selecciona lo que cubre. En España por ahora la lista solo la componen alimentos, según confirman a eldiario.es. Mensajeros por la Paz explica así el funcionamiento: “Las ONGs recibimos parte de los recursos del Banco, que son alimentos no perecederos. Los productos higiénicos son una ayuda extra que facilitamos, financiados con fondos propios y donaciones”.

¿La gente que dona se acuerda de que las mujeres usan compresas y tampones? “Depende. Si es a través de colectas organizadas, que es lo más habitual, por inercia lo más fácil es que nos den un kilo de garbanzos o de macarrones. Pero si algún particular nos llama y nos pregunta qué necesitamos, siempre aprovechamos para mencionar pañales y compresas”.

“Hay muy poca empatía”

La pobreza menstrual suele pensarse fuera de los países ricos. En mayo de 2018, tres investigadoras de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) materializaron un Manual en Intervención en Gestión de Higiene Menstrual en la Escuela desarrollado en Nicaragua. Su directora, Mar Rivero, trabajadora de ONGAWA, coincide en que hay en él muchas recomendaciones aplicables a colegios e institutos españoles. Entre ellas, que se tengan en cuenta el sesgo por etnia o diversidad funcional en las aulas. También la especial atención que ha de poner el profesorado: por ejemplo, si una niña se está ausentando cada vez que tiene la regla o si está manchada de sangre con asiduidad, puede ser un síntoma de carencia de higiene.

“En Madrid lo pienso siempre en los transportes públicos y estaciones de cercanías. Ya no hay baños públicos, se han cerrado. Tienes que ir a un bar y consumir para que te permitan entrar si tienes la necesidad, en este caso, de cambiarte”, reflexiona Rivera. Recuerda que el saneamiento está reconocido como derecho humano desde 2010, “y en el acceso al agua lo tenemos muy claro, pero el saneamiento lo incluye todo. También las buenas condiciones en letrinas y la higiene personal. Es un derecho como a la vivienda o a la salud, y no se puede vulnerar ni ignorar”.

En España, por ahora, la pobreza menstrual se ignora cuantitativamente: ninguna pregunta en el Instituto Nacional de Estadística, ningún estudio. Las instituciones escocesas pusieron en marcha su Plan tras una encuesta que reveló que una de cada cuatro estudiantes “lucha” para acceder a estos bienes de primera necesidad. El Ministerio de Sanidad y Consumo español confirma que aquí no se ha analizado nunca: responden que, al no tratarse “de productos sanitarios”, las compresas, tampones o copas “no están cubiertos por el Sistema Nacional de Salud”. Por su parte, organizaciones como Save The Children reconocen que no tienen datos y no han valorado el tema en entrevistas con niñas y madres.

Graciela Malgesini, de la Red de Pobreza Española (EAPN), lamenta que “en general, la relación entre género y pobreza y sus problemas asociados va lenta”. Añade que las especiales vulnerabilidades asociadas al ciclo menstrual “generan muy poca empatía. Es gravísimo, pero ni se les ocurre”. “Cuando ha salido el tema de la pobreza menstrual”, continúa, “algún hombre me ha llegado a decir que ellos también necesitan afeitarse”. El problema para ella reside ahí: no se habla. Y eso conlleva el extra de que para algunas personas sigue siendo un tema “muy íntimo”: “Puede ocurrir que no dé corte decir que necesitas un pañal, pero sí una compresa”.

En nuestro país, el debate se han dedicado a la reducción del IVA a los productos de higiene femenina. El Gobierno y Unidos Podemos quieren incluir en su acuerdo de Presupuestos una rebaja del 10% al 4%. Malgesini destaca que la concienciación con los productos de higiene femenina está muy presente en algunos colectivos y campañas que ayudan a refugiadas y a personas sin hogar –como las canarias Invisibles–. Pero el concepto de pobreza menstrual no está asumido.

El tabú, un problema global

Desde hace varios años, la Organización Mundial de la Salud ya pone el foco en los problemas globales asociados a la salud de las adolescentes, y concretamente en la menstruación. “Demasiadas niñas solo aprenden algo sobre la menstruación el mismo día en que tienen el primer periodo”, escribía en 2015 Flavia Bustreo, subdirectora General para Salud de la Familia, la Mujer y el Niño.

En la Federación de Planificación Familiar Estatal, Gemma Castro cuenta que en los centros escolares en los que imparten talleres de educación sexual integral no se han encontrado casos tan graves, ni requieren de sus servicios por eso. Pero sí encuentran un “desconocimiento del cuerpo brutal”, también sobre el ciclo menstrual: “Muchas niñas saben que sangran cada mes, pero no por qué”.

Castro explica que ese “batiburrillo” sí genera una “mayor exposición a determinados riesgos y contraindicaciones”. Los mitos, que aún existen en todo tipo de poblaciones pero con más frecuencia cuanto más vulnerables son, “a veces están relacionados con la falta de higiene y el acceso primero a productos sanitarios –hay por ejemplo quien sigue asociando la pérdida de la virginidad con los tampones– y luego a métodos anticonceptivos”.

En sus clases de planificación familiar se va incorporando el uso de la copa menstrual, más económica y ecológica por lo que podría suponer una buena solución para muchas. Pero su uso tiene limitaciones “en función de la edad y el conocimiento”: “Es como todo. Damos las cosas por hecho, pero eso solo es poner parches”.

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