¿Es posible alimentar al mundo solo con ganado de pastoreo?
El consumo de carne está aumentando a nivel global y existe una preocupación cada vez mayor por sus consecuencias ambientales. Los movimientos animalistas ganan fuerza en la sociedad, yendo más allá del bienestar animal. Por ejemplo, el veganismo gana cada vez más adeptos preocupados por el clima.
Como respuesta, se alzan voces reclamando que el pastoreo móvil es una alternativa, dados sus evidentes beneficios ambientales. ¿Pero hasta qué punto es realista pensar que el pastoreo puede alimentar al mundo?
¿Hace falta comer carne?
La primera cuestión a resolver es si realmente necesitamos ganado. La OMS ya ha alertado sobre los peligros del consumo excesivo de carne procesada. Responder con una abstinencia total de carne, sin embargo, plantea grandes problemas desde un punto de vista nutricional, especialmente en mujeres embarazadas y en periodo de lactancia, así como en niños pequeños. Esto se ha comprobado tanto para dietas veganas en países desarrollados como para la malnutrición de personas empobrecidas en países en vías de desarrollo.
La respuesta debe entonces matizarse: los productos animales son necesarios, pero su consumo debería reducirse en países industrializados. Y los niños y madres gestantes tienen mucha más necesidad que otros grupos de edad.
Más allá de la necesidad de comer carne, no todos los tipos de carne son iguales. Se observan diferencias nutricionales entre productos de animales estabulados y animales que pastan. Los sistemas extensivos tienen mejores perfiles tanto para leche como para carne de vacuno, ovino o porcino.
¿Puede el planeta soportar que comamos carne?
El ganado puede causar efectos positivos o negativos en la biodiversidad. El pastoreo la favorece, consiguiendo muy altos valores de riqueza de especies y alta diversidad estructural de la vegetación siempre que se mantengan buenas prácticas que conserven los tres estratos (arbóreo, arbustivo y herbáceo).
Asimismo, el pastoreo beneficia la preservación de suelos a través de la prevención de incendios, la restauración de suelos alterados o manteniendo el ciclo de nutrientes. La ganadería extensiva hace un uso mayoritario de fuentes de agua naturales, teniendo un impacto muy limitado en el agua usada para riego o consumo humano. Estos beneficios contrastan con los múltiples impactos de una cría animal más intensiva.
El impacto en el cambio climático es el que despierta más preocupación, y es aquí donde el pastoreo queda peor parado. Según metodologías actuales de cálculo, las dietas ricas en celulosa crean una gran emisión de metano que no llegan a compensarse con la fijación de carbono en el suelo. Sin embargo, estas perspectivas no tienen en cuenta qué pasaría si se acabase con la producción pastoril.
En un estudio que hemos publicado recientemente argumentamos que hay animales silvestres (rumiantes como los antílopes o termitas) que consumirían la misma cantidad de forraje que utiliza en este momento el pastoreo. Eso se traduciría en una emisión equivalente de gases de efecto invernadero, pues degradan la celulosa usando la misma ruta bioquímica que el ganado. Las emisiones causadas por el ganado a pasto, entonces, no son diferentes de las que se producirían de manera natural.
Un ecosistema pastado emite lo mismo independientemente de si alberga ganado o herbívoros silvestres. No es así, sin embargo, con la producción ganadera industrial, que utiliza piensos, agua y energía con una huella climática más significativa. Fabricar los fertilizantes para cultivar los piensos, bombear agua de riego o usar maquinaria para cultivar campos y distribuir la producción requiere energía fósil almacenada en el subsuelo durante millones de años.
Además, los animales criados en régimen de pastoreo tienen más libertad para moverse, elegir alimento y refugios para el calor. En contraste, los animales de instalaciones industriales padecen una pérdida de biodiversidad relacionada con el mayor hacinamiento. Los colectivos animalistas tienen entonces argumentos muy sólidos para preferir la producción pastoril.
El pastoreo puede alimentar al mundo
Tanto por cuestiones de bienestar como por cuestiones ambientales, está claro que la producción pastoril es la más deseable. Surge entonces la cuestión de si esta producción poco intensiva es capaz de producir suficiente para las necesidades de la humanidad.
Un factor fundamental es que la ganadería pastoril aprovecha pastos y no necesita tierras cultivables, mientras que las dietas veganas sí usan casi exclusivamente las tierras agrícolas relativamente escasas. Así, pese a que produzca poco por hectárea, el pastoreo aprovecha extensiones inmensas donde no se puede cultivar.
Además, los sistemas de ganadería móvil son mucho más productivos que los de ganadería estante, pues siguen los picos de productividad de los ecosistemas.
Finalmente, el exagerado aumento del consumo de carne en países desarrollados revela que hace falta repartir mejor los alimentos de origen animal: ni unos tanto, ni otros tan poco.
Las modelizaciones sobre el sistema alimentario estadounidense que tienen en cuenta estos factores muestran que efectivamente las dietas veganas tienen un impacto mayor que dietas omnívoras con bajo consumo de productos animales y que tienen menos capacidad de cubrir las necesidades nutricionales de la población.
Otros modelos a nivel global muestran que un sistema de producción animal exclusivamente basado en pastoreo sí puede cubrir nuestras necesidades nutricionales. Se puede concluir entonces que sí, el pastoreo puede alimentar al mundo de forma sostenible y suficiente.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.The Conversationaquí