Cuatro casos que demuestran que las becas de Wert no premian la excelencia
Verna, Álex, Raúl y Almudena iban a ser los más beneficiados por el nuevo sistema de becas de Wert. Son los alumnos excelentes sin recursos, los que se las prometían más felices con la modificación de las condiciones para acceder a las ayudas. Pero la realidad ha desmontado todas sus expectativas, a pesar de que la nota media de los becados ha pasado de un 6,8 a un 7,4. Tanto ha sido así que incluso el Ministerio de Educación ha tenido que reconocer el batacazo: este curso la cuantía media de las becas se ha reducido en 300 euros. De los 3.100 que alcanzaba el año pasado, hoy roza los 2.800.
Para el ministro que asumió que “pensar que el éxito educativo depende de los recusos es equivocado”, la reducción “no es significativa”. Eso sí, las becas –a cuya partida se ha destinado este curso 250 millones de euros extra– han llegado a 23.000 alumnos más: si el curso pasado los universitarios becados fueron 299.000, éste se extienden hasta los 322.000. Y en ese argumento se ha escudado la número dos de Educación, Montserrat Gomendio, en la rueda de prensa posterior a la Conferencia Sectorial en la que se han debatido todos estos aspectos con los consejeros autonómicos.
Los datos para los alumnos no universitarios son la otra cara de la moneda. De acuerdo con los datos brindados por Gomendio, 23.000 estudiantes han dejado de ser becados, pero los 313.000 beneficiarios van a ingresar 150 euros más de media: 1.482 frente a los 1.326 del curso anterior.
“El problema no es tanto la bajada general, sino lo mal que se ha repartido. Las personas con mejores notas y más necesidades han pagado el pato de esta nueva fórmula mágica”, denuncia Almudena Abejar, portavoz de la Plataforma de Afectados por las Becas, refiriéndose al cálculo para obtener la parte variable de las ayudas. Esta segunda parte, asegura, ha homogeneizado las ayudas y ha dado más a quien menos lo necesita. “A un compañero, que había recibido el año pasado una beca de material, de unos 200 euros, le han correspondido este curso 900. Él mismo reconoce que para cubrir los gastos básicos no necesita tanto”, cuenta Abejar.
Álex, estudiante sobresaliente, deja de recibir casi 500 euros
Álex llevaba meses esperando la notificación del ministerio. La recibió el lunes, más tarde que el resto de sus compañeros y con el agua pegada al cuello. En las últimas semanas, había dejado incluso de coger el autobús que le lleva a su facultad, la de Bellas Artes de la Universidad de Granada, para ahorrarse los dos euros de trayecto. En su casa, en la que vive con sus padres y sus dos hermanos, los ingresos mensuales no superan los 400 euros.
“Lo de que lo bueno se hace esperar –dice el estudiante– no se ha cumplido en mi caso”. Desde que empezó la carrera hace tres años había percibido más de 2.300 euros, pero este curso el total se ha quedado en 1.900. Su media es de 9,2. “Ya sé que cuento con ese dinero y eso siempre es un alivio, aunque creo que nos merecemos una explicación y, sobre todo, una solución”, defiende. Y recuerda que, aunque el ministro ha reconocido esa reducción, no hay ni rastro de una justificación de los retrasos en la asignación. “Este tema se ha pasado por alto y se sigue mintiendo”, asume.
A Verna, un alumno de 10, le corresponden 1.000 euros menos
1.000 euros. Es lo que el Ministerio de Educación ha restado este curso a su beca de 6.300 en concepto de residencia y renta. Verna, en el umbral más bajo de renta que marca la convocatoria de ayudas, intenta mantener su 10 de media, pero la falta de recursos pasa factura. “Creo que bajaré un poco este año”, asume este estudiante de segundo de Filosofía en la Universidad de Santiago de Compostela. Tiene dos hermanos y sus padres están en paro. La pasada Semana Santa no pudo volver a casa.
“Estoy muy perdido porque el dinero que me han descontado me hacía falta. Al ministro se le ha llenado siempre la boca con la atención al mérito y la excelencia, pero ya no me espero nada de él. Se suponía que los estudiantes con más nota y menos recursos seríamos los más beneficiados por el nuevo sistema, pero visto está que no ha sido así”, se queja.
A Almudena, a pesar de su buen rendimiento, le restan 900 euros
Se trasladó de Cuenca a Madrid hace cinco años para estudiar el Doble Grado en Economía y Derecho de la Universidad Carlos III. Desde entonces, la beca de residencia, de poco más de 3.300 euros, le había permitido cubrir los gastos de alquiler. Pero año el Ministerio no ha ingresado aún ni un euro en su cuenta, ni siquiera la parte fija, de la que le corresponden 1.500. La reducción de su beca con respecto a la del año pasado es de 900 euros. “Ni mi situación en casa ni mis notas han cambiado”, relata Almudena, que el año pasado consiguió una ayuda extra de 150 euros por buen rendimiento académico.
El desconcierto de la tardanza en el ingreso le empujó a mover la Plataforma de Afectados por las Becas, de la que es portavoz. “En el nuevo sistema de becas hay muchas lagunas. Además de que ha repartido injustamente el presupuesto, los umbrales de renta hay que revisarlos. No puede ser que una familia que ingresa 13.900 euros anuales esté en la misma tesitura que otra que supera los 36.000”, se queja. Ella está en el umbral 2, aunque en el límite con el primero.
Raúl, de 8 en Medicina, se aprieta el cinturón con 1.500 euros menos
Con la ilusión del que empieza un nuevo proyecto de vida, Raúl Gutiérrez dejó hace un año su pueblo natal –Los Navalucillos (Toledo)– para estudiar Medicina en Madrid. Recibió la Beca de Excelencia de la Comunidad de Madrid gracias a un 9,5 de media en el acceso a la universidad y también la de movilidad (más de 3.000 euros). Este año, las ayudas se han reducido a 1.124. “Es increíble que de un año para otro, con el mismo patrimonio y menos renta, haya pasado de ser pobre a rico, al menos según los umbrales de la renta”, se indigna. A su padre le han reducido 150 euros mensuales de sueldo y su madre continúa con un contrato precario de media jornada.
Con casi un 8 de media, Raúl se ha visto obligado a adaptar sus gastos a la nueva realidad. “Mi hermano, que también estudia fuera, y yo ya casi no podemos volver al pueblo y apenas salimos”, dice. Ha cambiado el menú de la cafetería de la facultad por el tupper y, cuando va a tomar algo “siempre a lo barato”.
Dentro su rama, este estudiante se podría acoger a la reducción de las exigencias académicas anunciadas por la número dos de Educación para las carreras de Ciencias y Enseñanzas Técnicas. Aunque, después del batacazo, no hay remedio que repare el daño. “Si lo miras en contexto, esto es como si te dan un poquito de pan cuando te han quitado todo lo demás”, concluye.