Huelga de hambre: entre la democracia y la muerte
Jorge Arzuaga lleva más de un mes sin probar bocado: “yo no trago”, dice una de las imágenes que hablan de su gesto. Bilbaíno, 25 años, ingeniero de Caminos en paro. Su activismo le ha llevado en los últimos dos años a comprometerse en labores de voluntariado en España, India y Perú, y a participar en el movimiento 15M. Pero las asambleas y manifestaciones dejaron de ser suficientes para él, o las consideró inútiles, y tomó la decisión de iniciar una huelga de hambre el 12 de octubre. Desde entonces, hace visible su determinación en la Puerta del Sol. No está solo, pero su lucha no ha terminado de llamar suficientemente la atención, no ha generado otras reivindicaciones, en un lugar tan emblemático, precisamente, como el brasero del 15M. En círculos activistas y mediáticos, su protesta ha suscitado debate.
Aunque otras cuatro personas se han sumado a la huelga, la decisión de Jorge es individual, consensuada sólo entre él y su propio cuerpo, su propia integridad física, hasta que el cuerpo aguante o el Gobierno caiga. “Me encuentro bien físicamente. De momento, no tengo ningún problema de salud y estoy animado por el apoyo recibido”, explica Jorge a eldiario.es.
Estas personas, Jorge, Álex, Gisela, Álex y Frank, pasan el día entre cartones y pancartas bajo la estatua de bronce de Carlos III. Cuando cae la noche, unos vecinos les brindan cama y ducha. Aunque Jorge dice que está “desconectado” de lo que pasa, sí es consciente de las críticas que su singular combate están generando. “Muchos me recriminan que esto es una lucha individual, pero esta no es mi causa, sino la de todos. Aunque veo complicado lograr la dimisión del Gobierno, creo que mi huelga de hambre es un modo de protesta respetable que puede ayudar a que el pueblo reaccione y se una para recuperar nuestros derechos”.
No comparte, sin embargo, otras vías de protesta como la elegida por el pintor ruso Piotr Pavlenski, quien clavó sus testículos con un martillo a los adoquines de la Plaza Roja de Moscú. “Nunca apoyaría acciones que pusieran en peligro mi integridad física. Si mañana me dicen que tengo algún problema, abandonaré la huelga sin dudarlo”.
“Algunas de las críticas que ha podido recibir, acusándolo de individualista, son bastante cínicas, apuntan a la incapacidad de creer que los motivos de Jorge sean sus verdaderos motivos, porque no es posible ver qué beneficio individual uno obtiene de poner realmente su cuerpo al servicio de un daño colectivo, de exponer tu cuerpo en nombre de la exposición de otros cuerpos”, opina Germán Labrador, investigador y profesor de la Universidad de Princetown.
“Lo que no sirve de nada es no hacer nada”. “Para que tú te jubiles a los 65, yo llevo 14 días sin comer”. “Cuando la injusticia se hace ley, la rebeldía se hace obligación”. “No quiero que dejes de comer, quiero que empieces a luchar”. “¿Por qué? Por ti, por mí: paro, corrupción, desahucios, sanidad, educación”. Estas son algunas de las frases que leemos en los carteles escritos a mano alrededor de Jorge.
“Usa el lenguaje de la democracia contra las instituciones e individuos que se lo han apropiado”, explica Germán Labrador. “Esto mismo sucedió en 2011, masivamente, en el 15M. La novedad frente al 15M es que ahora es un individuo el que actúa singularmente, poniendo su cuerpo en juego. Jorge pregunta ¿hasta cuándo? Habla de los umbrales políticos que hacen que lo inaceptable se convierta en aceptable y lo aceptable se convierta en inaceptable. Y se imagina como la vanguardia de un cambio inevitable”.
Para el catedrático de Ciencia Política de la Universitat Autònoma de Barcelona Joan Subirats, “la urgencia y el dramatismo de muchas situaciones personales provocan reacciones de rabia, de indignación, de desesperación, que son ilustrativas pero que, al mismo tiempo, resultan 'heroicas' y aisladas. Tienen la fuerza de la ejemplaridad. De demostrar que es mejor hacer algo que incite que quedarse en casa tragando rabia. Pero, de no conseguir sumar a la desesperación a miles de personas, ello queda en un grito aislado. Uno más”.
Sobre cómo encaja la protesta de Jorge en el momento actual de los movimientos sociales también hemos preguntado a Víctor Alonso Rocafort, profesor de Teoría Política en la Universidad Complutense de Madrid. “En los últimos tiempos, a pesar de éxitos como las PAH o las 'mareas', las manifestaciones no han tenido la afluencia esperada y estamos en un impasse donde el debate se está planteando en términos de por dónde seguir para volver a llegar a más gente. Es entonces cuando surge esta acción en Sol. Este caso es incomparable con, por ejemplo, las huelgas de hambre realizadas en las prisiones y que surgen de decisiones colectivas. En esos casos, los presos no tienen apenas otras opciones de resistencia. Y se suelen plantear hasta el final, como medidas de presión para mejorar situaciones de opresión muy concretas sentidas como injustas”.
“La acción de Sol es una huelga de hambre que no se plantea hasta el final, sino hasta que haya la más mínima situación de riesgo –precisa Rocafort–. A diferencia de lo que sucede en las cárceles, no hay nadie que pueda comprobarla y monitorizarla, más allá de los controles del SAMUR. Introduce asimismo un elemento personalista a partir de la generación de un tipo de afectos más ligados a la sociedad del espectáculo que a promover una política. De ahí los continuos y exigentes llamados a recibir más atención mediática. Recordemos, además, que una huelga de hambre es una acción desesperada que trata de provocar en la gente afectos como la lástima y, donde se quiera o no, promueve en determinadas personas el impulso de imitar la acción, poniendo así sobre la mesa el 'no te vas a dañar tú solo como forma de protesta'. El caso de Sol no surge de ningún colectivo ni de ninguna experiencia de lucha previa, por tanto, yo no lo ligaría tampoco al 15M. Menos aún cuando, desde la heterogeneidad del movimiento, el apoyo no parece estar siendo del todo mayoritario”.
Germán Labrador ya ha interpretado otras acciones de protesta que ponen el cuerpo en situación de grave riesgo biopolítico, en el contexto de condiciones originadas por el último ciclo económico, en su influyente artículo “Las vidas subprime. La circulación de historias de vida como tecnología de imaginación política en la crisis española (2007-2012)” [PDF], en Hispanic Review. Jorge “decide interiorizar la violencia política de la falsa democracia, voluntariamente, en su propio cuerpo. Mientras a nosotros nos resulta aceptable que la gente siga perdiendo sus casas y pasando hambre y viviendo/muriendo sus vidas subprime, a él ya no.
“Siempre que se toma una decisión, que es ética antes que política, alguien pone el cuerpo, lo arriesga”, opina el filósofo Ignacio Castro Rey, autor de Sociedad y barbarie. “¿Qué es 'violencia hacia uno mismo'? Atreverse a estar a solas con una cuestión, con un problema o una humillación; atreverse a estar a solas y decidir desde ahí ya es violencia en medio de esta comprensión aburridísima que tenemos de la política y la democracia. No se puede tomar una decisión sin ejercer una 'violencia contra sí mismo', contra lo más inerte y obediente de uno mismo. Todo lo que no sea romper con la 'sociodependencia' que nos paraliza es perpetuar el estancamiento. Y perpetuar también, por cierto, el imperio de la información sobre el pensamiento”.
“A mí no me representa nadie, ni ningún partido político ni ninguna organización [...]. Yo tengo voz para mí mismo y me represento a mí mismo y, si alguno tiene alguna duda [...], que se acerque a Sol y que me lo pregunte”, dice Arzuaga en un vídeo, “para aclarar algunas dudas”, que grabó el 11 de noviembre. “Jorge habla políticamente y actúa biopolíticamente: se declara en huelga de hambre. Pone juntas las dos cuestiones: porque no nos representan, nos destrozan nuestras vidas”, explica Germán Labrador.
Este investigador afirma que cuando “los que tienen el poder” tienen también “el poder de no representarnos” y “de no proteger nuestras vidas”, “si queremos que no nos las destrocen, tenemos que obligarles a que nos representen”. ¿Cómo? “En el camino de la resistencia biopolítica: amenazando nosotros públicamente nuestras propias vidas, delante de un público, y obligando a que se muestren de ese modo los vínculos entre la falta de democracia y la muerte de los más débiles”. Eso es lo que está haciendo Jorge Arzuaga en la Puerta del Sol.
En cambio, para Joan Subirats, “la tensión en momentos como lo actuales está en que resulta muy difícil y costoso alzar un movimiento potente y consistente que consiga resultados, como lo ha hecho la PAH”. Además, “hay muchas situaciones trágicas, que surgen de motivos y de situaciones específicas y que, por tanto, son difícilmente generalizables. Gente sin trabajo, gente sin casa, gente sin comida, o la combinación de todo ello. Mientras sigan funcionando las redes familiares y comunitarias, parece difícil que situaciones como las de Túnez [donde las revueltas comenzaron en reacción a la autoinmolación de Mohamed Bouazizi] puedan darse aquí, ya que allí se juntó desesperación, despotismo y arbitrariedad”. Para Subirats tiene “más sentido la acción colectiva que el heroísmo individual” pero respeta “esos gestos” que, como el de Jorge, “demuestran dignidad”.
Labrador ha estudiado un tipo particular de autoviolencia, la de los “suicidios subprime”, un modo violento y radical de acción política que verbaliza la idea de que “la crisis mata”. Lo que hacen Jorge, Álex, Gisela, Álex y Frank es un paso anterior a esas luchas extremas que “debilitan y eventualmente matan a los que las llevan a cabo”, señala Labrador. “Y ofrecen una ventaja –explica–: introducen la lógica de la aceleración del tiempo, fundamental para la protesta política, que impulsa los acontecimientos hasta que suceden los cambios. No nos engañemos, lo más normal es que Jorge sea desalojado y, llegado el caso, in extremis, alimentado por la fuerza. Pero ese es el juego político que nos propone”.
Rocafort admite que los motivos de Jorge son “loables, genéricos y ampliamente compartidos” y que “responden a una situación de desconcierto en la que no se sabe a partir de qué saltará la chispa”. Por ello “hay gente que razonablemente piensa que se deben tocar todas las teclas, incluida esta, para generar esa protesta social que la situación requiere. Tan solo me preocupa lo que lleva detrás”.
Aunque el seguimiento de esta huelga de hambre se realiza vía Twitter, Facebook y medios de comunicación de carácter social o más implicados en la defensa de los derechos humanos, en los últimos días, quienes la apoyan han denunciado el “silenciamiento” de la noticia en los medios de comunicación más amplios y de mayor alcance.
Este es el punto débil de una protesta que nace para ser vista y retransmitida. “Las técnicas de resistencia pacífica sólo funcionan si dispones de una audiencia”, explica Germán Labrador. “Han de poder ser vistas y tener enfrente a alguien que las vea y que pueda hacer cosas a partir de ahí. Que cambie su modo de actuar a partir de verlas. Por eso al Estado no le interesa que esas imágenes sean públicas, y, en la medida en que los intereses que organizan el Estado son los mismos que organizan los medios de comunicación, resulta normal que no salgan. Todo ello, desde una perspectiva puramente práctica, nada conspirativa. No obstante, la ruptura de los monopolios informativos y la articulación de públicos activos en internet deben ser suficientes para que esa censura o silencio acabe cediendo si hay suficiente presión”.
“Esta acción ha tenido bastante eco en las redes sociales”, recuerda Víctor Alonso Rocafort, “y también alguna entrevista en medios digitales como Público que tuvo una amplia repercusión. Pero es cierto que hasta esta semana las televisiones y otros medios no se han acercado a la noticia. Lo que me ha dado que pensar es que el líder de la protesta, Jorge Arzuaga, saliera en un medio como Intereconomía criticando con dureza al Gran Wyoming por no sacarle en El intermedio. Este último programa es la aldea gala informativa que nos queda en televisión y que, mediante elementos políticos tan poderosos como el humor o la estricta fidelidad a los hechos, realiza un valioso trabajo cada día. Que sea criticado desde una cadena que significa todo lo contrario, por alguien embarcado en una acción 'espectacular', me ofrece más elementos de duda”.
“Han intentando echarnos de aquí en varias ocasiones”, denuncia Jorge desde Sol. Se refiere a las “intimidaciones” constantes que él mismo y las personas que le acompañan sufren por parte de los agentes municipales. “Nos han obligado a cambiarnos de lugar y a quitar los carteles. Incluso nos han puesto una sanción económica”. Una grúa, un árbol de Navidad, la publicidad de la Lotería Nacional, los actos públicos y el tránsito habitual del Kilómetro Cero atraviesan la acción de estas cinco personas y de aquellos que les visitan, que no son pocos.