La crisis económica dispara las depresiones en España: aumentan un 19%
La recesión ha clavado los dientes de los recortes en la asistencia sanitaria de los españoles. Que reducir los presupuestos, establecer copagos, impedir el acceso a la sanidad de grupos de población, podar las plantillas sanitarias y menguar los recursos a disposición de los ciudadanos tiene impactos es una evidencia.
Pero para intentar contrastarlos y cuantificarlos la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) ha reunido a 65 profesionales multidisciplinares como sanitarios, economistas e investigadores. El fruto de su trabajo es el informe Crisis y Sanidad, que describe cómo los años de crisis económica han afectado tanto a los españoles como al sistema sanitario que les atiende. Las conclusiones son pesimistas: empeoramiento de la salud mental de la población, más personas en riesgo por falta de acceso a los recursos y niños más vulnerables frente a la enfermedad.
El desempleo como factor de riesgo
Las depresiones mayores crecieron entre 2006 y 2010 un 19,4%, según el informe de SESPAS. Para los analistas, “hay amplio consenso en cuanto a que la salud mental se ve negativamente afectada en los periodos de recesión económica”. Además, subrayan que, de los motivos que llevan a la depresión, “el desempleo constituye el principal factor de riesgo”. De hecho, también han crecido las personas que padecen depresiones leves (distimia: un 10,8%). Incluso los trastornos de ansiedad y la angustia son ahora más numerosos. Para completar el cuadro, habituales vías de escape como el alcohol han aumentado en sus fases patológicas como son la dependencia de la sustancia o el abuso.
A mayores problemas, la población echa mano de medicamentos contra la depresión. De 2009 a 2012 el consumo de psicofármacos subió un 4% (de 123 a 128 millones). Entre estas pastillas se incluyen los antipsicóticos, antidepresivos, tranquilizantes e hipnótico-sedantes. Si se analizan en detalle solo los productos específicos para la depresión se ve que en estos años de hundimiento económico y laboral los españoles han consumido muchas más de estas drogas. De los 35,1 millones de 2009 a los 38,7 millones de 2012; un incremento del 10%.
Para empeorar la situación, en un contexto de crisis que exacerba las enfermedades mentales, los gobiernos tienden a reducir los presupuestos sanitarios. Y dentro de sus prioridades no aparece precisamente la salud mental: “Resulta, por tanto, particularmente necesario invertir esta dinámica”, concluyen los expertos de SESPAS.
Las redes familiares
Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) que han manejado los científicos de SESPAS arrojan una conclusión: “Los resultados de España no permiten concluir que la tendencia en la mortalidad general se haya modificado a partir del inicio de la actual crisis económica”. No existen aumentos significativos en ninguna de las causas que se estudian habitualmente cuando se habla de mortalidad en un país que van desde las enfermedades infecciosas, las cardiacas, respiratorias… Pero también externas, como los accidentes de tráfico o incluso los suicidios. Es cierto que los impactos en estas causas de muerte, a menos que sean de proporciones catastróficas, no se notan en el corto plazo que puede abarcar la crisis.
La conclusión a la que llegan los investigadores –y la respuesta que ofrecen– es de tipo social: el colchón familiar alivia el golpe. Es decir, que el hecho de que no se evidencien “los efectos de la crisis sobre la mortalidad puede deberse en parte a la existencia de sólidas redes de apoyo familiar, que amortiguarían sus impactos negativos”.
Niños vulnerables
“Desde el inicio de la actual crisis económica, el grupo de población más perjudicado en términos de pobreza ha sido el de la población infantil. Actualmente, más de una cuarta parte de los menores de 16 años en España está en riesgo de pobreza”. A estos niños de la crisis, según las proyecciones de los expertos, “tendrán más posibilidades de padecer problemas de salud como la diabetes o la demencia” además de enfrentarse a un horizonte con un “menor nivel educativo y, en consecuencia, peores empleos y menos ingresos”. Así de contundente se muestra el apartado del macro-estudio al hablar de los menores.
En el estudio incluso dedican un apartado a las enfermedades infecciosas en la infancia, porque algunas están especialmente relacionadas con las condiciones de vida. De ahí que SESPAS haya mirado con foco más ampliado estas patologías, como la tuberculosis y el SIDA, en las que un empeoramiento de la asistencia social y la insalubridad de los hogares pueden redundar en aumentos epidemiológicos.
De hecho, en la tuberculosis hay que subrayar que el 50% de la variación en la incidencia y la prevalencia de la tuberculosis en Europa depende del nivel de riqueza de cada país y de la equidad en su población. En España, “la tuberculosis en menores de 5 años duplica la tasa media de la Unión Europea (11,9 frente a 4,5), y es también mayor en los de 5 a 14 años de edad”, reseña el documento. A la cabeza de los problemas se sitúa el decreto 14/2012 del Gobierno de Mariano Rajoy que restringió el acceso de los inmigrantes al sistema sanitario y que “puede tener serias repercusiones sobre el control” de la epidemia.
Acerca del sida, la crisis tiene un efecto dominó porque afecta a diferentes estratos de la lucha contra el VIH. Incide negativamente en los infectados ya sea por el retraso en el diagnóstico o la vulnerabilidad social del enfermo que impide que siga el tratamiento pero también en la propia propagación del virus con el aumento del consumo de drogas inyectables o del sistema sanitario con recortes en la atención y tratamientos.
La falsa carta del ahorro sanitario
Saber cuánto se ha dejado de invertir en sanidad es crucial, puesto que la justificación de los recortes en esta materia era, casi en exclusiva, la reducción del déficit. El decreto de medidas para la sostenibilidad del sistema sanitario se arrogaba la capacidad de ahorrar 7.267 millones de euros. En el Programa de Estabilidad 2013-2016, el Ejecutivo aseguraba que ya había llegado al 59% de esa cantidad. En el informe de SESPAS se afirma sin rodeos: “No hay justificación técnica de dicha cuantía ni de la atribución a esta política de austeridad”.
Y pone algún ejemplo, como el de la norma que impide el acceso regular a la medicina de los inmigrantes sin papeles: “Al redirigir a esta población hacia la atención de urgencias se bloquea el uso regular y precoz a través de la atención primaria”. Respecto al copago de medicinas denuncia que “la retirada de la financiación pública a la prestación farmacéutica también distorsiona la funcionalidad clínica”, es decir, la utilidad a la hora de curar. Con todo, se pide que el copago “debe tener un papel recaudatorio limitado” para que no se convierta en un “impuesto sobre la enfermedad”.
La privatización es una excusa
SESPAS pone de manifiesto que “los estudios realizados en España para evaluar el funcionamiento de las iniciativas Público-Privadas son prácticamente inexistentes”. Es un argumento principal en contra del discurso de muchas administraciones sobre la necesidad de aplicar estas privatizaciones porque son “más eficientes”. El informe asegura que “los responsables políticos, presionados por la necesidad de cumplir con los objetivos de déficit acordados en el marco del proceso de consolidación fiscal, creen ver en la privatización una válvula de escape con la cual aliviar unos maltrechos presupuestos públicos”.
Las concesiones a empresas de departamentos sanitarios u hospitales, las derivaciones a centros concertados o los convenios con centros asistenciales privados son, según el análisis de estos especialistas, la consecuencia de “una sucesión de mensajes catastrofistas que dibujan un escenario de despilfarro generalizado, profesionales desmotivados que persiguen su propio interés, ciudadanos que utilizan inadecuadamente los servicios sanitarios y, en consecuencia, un sistema sanitario público financieramente insostenible”. Y que no cuentan, como establece el documento, con auténticas evidencias empíricas que coloquen a los hospitales regidos por empresas privadas como más eficientes y mejores respecto a los públicos.
La gente acude menos al médico
A pesar de la crisis y los recortes en sanidad, los españoles aprecian el Sistema Nacional de Salud. Según el último Barómetro Sanitario (2012), la valoración global del sistema “no parece sufrir un deterioro significativo durante los años de la crisis”. Con todo, ese barómetro constató que el porcentaje de población que pensaba que habían empeorado la Atención Primaria, la Especializada, la Hospitalización y las Listas de Espera había crecido desde 2010.
La gente también demanda menos servicios sanitarios. Se ha constatado una caída en las consultas a los centros de atención primaria y a los servicios de urgencias. También hay menos hospitalizaciones. “Esto puede deberse, por un lado, al miedo a perder el trabajo entre quienes lo tienen, pero por otro también a cierta conciencia de austeridad”, evalúa SESPA. Aunque también apuntan a la posibilidad de que haya menos recursos a disposición de los pacientes. “Una eventual reducción de la oferta”, en palabras de los técnicos.