La solemnidad, la frivolidad y el duelo en la era de los likes
Jordi Rodríguez Moreno es un joven de 20 años que acumula casi 700 mil seguidores entre Tik Tok e Instagram. Aunque no salga en las revistas del corazón o en televisión es una celebrity de nuestro tiempo. El tipo de contenidos que suele subir suele consistir en vídeos en los que aparece bailando o mostrando su día a día. Cumple con los estándares de otros tiktokers conocidos: joven, ejercita su cuerpo bastante, centra la mayoría de contenido en sí mismo y sobre todo, cuida mucho su imagen y cómo la proyecta.
Hace algo más de una semana comenzó a comunicar a su audiencia que uno de sus abuelos estaba enfermo. En Tik Tok hace una semana podía verse como a muchos de los vídeos que subía, muchos usuarios le preguntaban por cómo estaba y si se encontraba mejor.
Un par de días después de este vídeo en Tik Tok, subió varias historias de Instagram (ahora borradas) en la que se despedía de su abuelo. En uno de los vídeos aparece besando a su abuelo (aparentemente moribundo) con un texto en el que puede leerse: “No sabía lo duro que es esto. Nunca pensé en este momento y no quiero que llegue nunca”. Tan solo unas horas después de que hiciera este vídeo, subió otro a Tik Tok en el que se le podía ver sin camiseta, bailando y cantando en playback “Para mí, la vida no tiene sentido, si te vas”, que pertenece a “Qué tengo que hacer” de Daddy Yankee. Hay personas que lo consideraron de mal gusto y comenzaron a subir a Twitter los vídeos o capturas de sus stories.
La reacción inicial de Rodríguez fue restarle importancia. Subió una historia a Instagram en la que decía: “Un beso haters. Ya he visto lo de Twitter. Gente que no tiene vida y se tiene que meter en la de los demás”. La presión continuó y le seguían llegando mensajes. Una usuaria le preguntaba: “¿Se te ha muerto te abuelo y estás así de feliz?”. Él decidió publicar otra historia en la que publicaba la respuesta a esta usuaria: “Mira te lo escribo a ti porque te ha tocado! Para empezar llevo tres putos días en el hospital sin ducharme ni cambiarme de ropa al lado de mi abuelo (...) Primero la gente me dice que tenga fuerzas etc. y ahora las estoy cogiendo y cuelgo storys medio bien la gente me critica?”. Acompañado de otro mensaje en el que añadía “Es mi puta vida y la llevo como quiero”.
Una de las personas que lo criticaba en Twitter le enviaba un mensaje diciéndole: “Por cierto, que se que ves mis tweets, será tu puta vida pero eres un personaje público por suerte o por desgracia y opinamos de ti, y si no t gusta a tomar aire”. La presión pudo con Rodríguez y terminó por claudicar, enviando un mensaje de disculpa en otra historia de Instagram:
“Siento de corazón si he molestado a alguien con mi forma de expresarme. No soy un experto ni pretendo ser un ejemplo para nadie, precisamente porque muchas veces me equivoco y no me doy cuenta de lo malo que puede ser algo y de la repercusión que puede tener. Simplemente no me di cuenta de que lo que hice estaba mal y me arrepiento de ello. Tan solo soy un chico de 20 años intentando pasar página y no lo he sabido hacer mejor y para nada quería yo faltarle el respeto a nadie”, matizaba Rodríguez en el comunicado.
Este incidente suscita muchas cuestiones que son interesantes sobre nuestro uso de las redes sociales, la construcción de las identidades digitales, las celebrities que vienen y las relaciones que establecen con sus comunidades, etc. Ahí van cinco reflexiones sobre lo sucedido:
No todos los jóvenes son iguales
No todos los jóvenes son igualesEs evidente que muchas de las personas que han afeado la conducta a Rodríguez son también jóvenes. Muchas veces se tiende a criticar en masa y de forma homogénea a 'la juventud' y 'el uso que hacen de los móviles y de las redes sociales'. Quienes generan la ola de críticas que lleva a Rodríguez a cuestionar su posición sobre lo sucedido son, en muchos casos, igual de jóvenes que él.
Hay valores que resisten a los cambios sociales que imponen las tecnologías
Hay valores que resisten a los cambios sociales que imponen las tecnologíasOtros de los mantras cuando se enuncia el uso de la tecnología por parte de la juventud suele ser la construcción de una imagen en la que pareciera que estos viven en un mundo superficial y desprovisto de valores. Criticar la banalización del duelo o el uso ilegítimo de la intimidad ajena son cuestiones muy arraigadas en nuestro contexto cultural y social. Para las personas preocupadas porque la tecnología nos empuja a una 'nada' desarraigada de lo social: este incidente muestra que sí hay unos valores que van más allá de los likes y que a veces es la propia gente joven quien defiende esos valores.
La obsesión por los likes puede llevarnos a callejones sin salida
La obsesión por los likes puede llevarnos a callejones sin salida likesEs muy probable que hay quien tienda a considerar que lo que le ha sucedido a Jordi Rodríguez sea bastante singular. Actualmente no solamente la gente más joven busca coleccionar likes como forma de construir su identidad. Es algo cada vez más extendido que empieza a afectar mucho a la forma que tenemos de relacionarnos en el trabajo, en familia, etc. Facebook, Twitter, Tik Tok, etc. no quieren a usuarios silenciosos: piden ansiosamente que interactúes y generes contenidos. Esta disfunción se pone en evidencia en un momento como puede ser la pérdida de un ser querido. Lo sucedido con Rodríguez va a ser cada vez más común: nadie escapa al impulso de tener que compartirlo todo. Y esta 'inflación afectiva colectiva' generará cada vez más incidentes de este tipo.
Escuchar a nuestra comunidad, aunque esta sea cruel
Escuchar a nuestra comunidad, aunque esta sea cruelA pesar de que hay motivos para criticar la conducta de Rodríguez, algunos usuarios también defendieron su libertad para gestionar el duelo como quisiera. Esta defensa venía a intentar paliar algunas críticas despiadadas que surgieron en las redes. La comunidad puede ser cruel y sabia al mismo tiempo. Esa crueldad es muy propia de una cultura del zasca. Pero más allá de ciertas críticas poco educadas y más allá del ruido colectivo, lo que solemos encontrar en estos incidentes es que la comunidad está enviando un mensaje. Ya apenas se habla de uno de los mantras más repetidos por los amantes de la tecnopolítica y fervientes seguidores de las bondades de la tecnología... pero la inteligencia colectiva podría ser citada aquí para decir algo que cualquier manual de relaciones públicas medianamente actualizado a nuestros tiempos seguro recoge: ya seas muy conocido o poco, tengas miles o cientos de followers: a veces las comunidad nos hace reflexionar y conviene escucharla.
¿Cómo se gestiona la solemnidad en las redes sociales?
¿Cómo se gestiona la solemnidad en las redes sociales?Todo lo cual nos lleva a la siguiente pregunta: ¿cómo podemos ser solemnes en redes sociales sin ser troleados por el resto? ¿es posible compartir un duelo sin que parezca que estamos haciendo una obra de teatro de nuestra propia vida? ¿hay maneras coherentes de poder abandonar un tono histriónico o sobreactuado? Tal y como demuestra lo sucedido con los instagramers de Chernobyl o con los famosos selfies en funerales, no parece que vaya a ser fácil y probablemente no haya fórmulas mágicas.
Y si no siempre podremos aferrarnos a este maravilloso hilo de Twitter de Guillem Clúa.